El Precio de la Redención
El Oscuro caminaba hombro a hombro con Lucían, se dirigían hacia la parte más alejada del Lamb. La más peligrosa también, en este lugar era donde los traidores, enemigos y villanos pasaban sus últimos días. Muchos de ellos habían sido enviados a ese lugar por ellos mismos, de modo que sabían que no tardarían en estar de cara a la muerte, que existía la posibilidad de que eso no fuera nada fácil, y quizá salir sería imposible. Pero siendo ellos dos fuerzas de la gran magia, tenían al menos una posibilidad de completar esa misión con éxito.
—¡Morirán Oscuro! —gruñó uno de esos elementales que había muerto a manos de Xauro.
—¿Cómo se atreven a venir por aquí?
—Pedazo de mierda, ya estamos muertos —se volvieron para encontrarse con Borss Vel detrás de ellos, este iba acompañado solo de unos cuantos.
La zona prohibida era un lugar decadente, acorde a sus ocupantes, quienes una vez que llegaban al Lamb, solo buscaban la compañía de los mismos de su clase. El lugar parecía una ciudad post-apocalíptica, el cielo con densas nubes grises que no permitían el paso de los rayos del sol. Podredumbre y perversidad en cada rincón del caótico sitio, ese era el infierno de los suicidas, de los que disfrutaron al repartir dolor y desesperanza a su paso.
—Él no está muerto —gruñó Borss señalando a Lucían.
—Pagarás caro el que esté aquí —sentenció alguien más.
—Yo no te di muerte —dijo Lucían dirigiéndose a Borss.
—No, fue esa linda lobita tuya.
Fue el Oscuro quien se rió de sus palabras, en lugar del maldito, increíblemente Lucían estaba muy tranquilo.
—Voy a hacerte una pregunta, y sobre ella será el destino de lo que te depare.
—Soy un jodido espectro, inútil… no le tengo miedo a nada.
—Quizá no, pero aún sientes dolor y mucho, más aquí que en vida.
Borss gruñó indignado, sabía que Lucían tenía razón, lo había aprendido de la forma difícil. Ante esta amenaza algunos de los que le acompañaban comenzaron a alejarse. La primera noche en que Borss apareció en ese lugar, algunos de sus “viejos amigos” le dieron la bienvenida, le golpearon y torturaron, entonces entendió que el Lamb magnificaba el dolor en cualquier sentido.
—¿Fuiste por ella por órdenes de Dragos o por una venganza?
El brillo en los ojos lo traicionó, en él se podía percibir vergüenza y culpabilidad.
—La conocía desde que era una niña… ella salvó a mis hermanos, me sentí como un bastardo cuando Dragos me envió tras ella… jamás supe que la tenía cautiva.
—¿Entonces por qué continuaste? —interrogó el Oscuro.
Borss meditó un poco acerca del pasado.
—Cualquiera que mandara por ella, le haría daño… quizá yo podría protegerla… pero Narek se encargó de que ella no me reconociera, ni siquiera por nombre… “Será más sencillo si no te conoce” dijo el muy bastardo, será incluso más fácil para ella… se burló el gran padre…
Sus últimas palabras estaban cargadas de desprecio.
—¿Por qué tú no la reconociste cuando la viste?
—Conoces mi oscuro pasado… no he sido muy respetable que digamos… Dragos tenía miedo que le hiciera lo que a mis víctimas —Lucían no supo si hubo satisfacción o pena en sus palabras —No puedo justificar que me dejara influenciar por Narek, porque sé que soy letal… necesitaban a alguien que estuviera urgido de enfrentar al rey maldito en su lugar. —guardó silencio tratando de poner en orden sus pensamientos —Lucían, yo era un adicto a la sangre… cegado, cargado con el odio del gran padre hacia las razas, se encargaron de que mi propia familia no me reconociera… por eso ella tampoco lo hizo… en mi mente había dos personas, yo y algo más… la que le daba igual desangrar a un niño o a una persona a la que quise mucho.
—Y ahora estás aquí.
Borss volvió su mirada alrededor, como si esperara que algo le salvara o saltara sobre ellos en cualquier momento y después volvió su mirada a la pareja.
—De igual forma ustedes son mis enemigos.
Lucían lo enfrentó rostro a rostro.
—Tú, como todos, me tomaste por tu enemigo, no al revés. Ahora puedo enviarte de regreso con tu padre con vida, pero tendrá un precio… Quizá así podrás expiar tus culpas.
—¿Pero qué?
Las dudas y sorpresas no se hicieron esperar, no conocían a nadie que tuviera ese poder. Pero Lucían los ignoró.
—¿Tenemos un trato?
—Sí —respondió sin pensar.
—¿Dónde la ocultó?
—Ja, ja, ja, el maldito Narek da más miedo que tú —se burló un vampiro que andaba por allí.
La hermosa mirada amatista de Lucían se tornó violenta y oscura, del mismo tono que el petróleo crudo. Todo alrededor de ellos se volvió frío y mortal. Pese a que ellos estaban muertos sintieron miedo, nunca habían enfrentado al destructor de todo.
—Chico, será mejor que no molestes al gran hombre del costal —se burló el Oscuro.
Borss se veía realmente aterrado, al igual que el resto, quienes trataban de alejarse del sitio.
—Voy a preguntarlo una última vez, ¿Dónde la ocultó?
Borss titubeó ante el tono de Lucían, ya que su voz sonaba diferente, ¿Acaso esa era su voz real?
—Abajo, en las catacumbas.
—Gracias.
Lucían comenzó a alejarse de él. El que revelara la ubicación había activado la trampa del gran padre. Un grupo de sus enemigos los había rodeado, pero nadie se movió un ápice. Estos no se veían como habían sido antes de morir, más bien parecía que los habían pasado por una licuadora y los habían tratado de volver a armar.
—Una advertencia maldito.
—¿Cuál? —interroga Lucían sin volverse a verlo.
—Sus huestes estarán sobre ti incluso antes de que entres.
—No importa, conozco a mi jodido hermano y que te uniera a mí no lo previó, así que tampoco lo que va a pasar. Vuelve a casa Borss, es hora —dijo Lucían —en un lenguaje que solo el Oscuro entendió —Ve a casa.
Borss, hijo de Vel, se alejó justo en el momento que el grupo los atacó. El Oscuro conjuró un báculo, poniéndose en guardia. Aun cuando al estar muertos carecían de poder, tenían más resistencia y un poco más de fuerza física de lo común. El Oscuro golpeó el suelo con su báculo y fue convirtiéndolos en roca justo en el lugar donde se encontraban, pese a que les sorprendía que Xauro aún tuviera poder, seguían atacando, tratando de morder, desgarrar o hacerse de una parte de él. Con otro golpe de su bastón los convirtió en petróleo, no los mataría, pero sin duda que eso les dolería como la vida misma.