El Destructor y el Último Kesher
[[¿Sigues allí?... Bien, ¿sabes qué es lo gracioso de todo esto? Que estoy volviendo a casa, aquí fue donde la gran magia nos creó, antes de llevarlos a tu mundo. Solo a mis hermanos, a los cuales no incluyen a Sagar y Anerag. Te voy a describir lo que estoy haciendo en este momento, solo pon atención… porque la atención de no tener a mi lobita me está volviendo loco.
Los símbolos del suelo representan a cada una de las razas creadas por los padres. Para abrir la puerta que me llevará a ella, se requiere que la sangre caiga en cada una de ellas. Eso es un jodido problema, sin embargo, mi sangre es más espesa que la de ellos. Si sabes a lo que me refiero, pero esta trampa está planeada para debilitar al intruso… Supongo que Narek sabía bien que solo yo podría pasar por ella.
Pensando en ese maldito, creo que él engañó a su hermano de tríada y, por ello, a todos, antes de matarlo. Sí te lo preguntas no, ellos se supone son inmortales, pero la gran magia le dio permiso temporal para matarlo. Le hizo creer al mundo que el tercer hermano quería destruirlo todo, fueron años muy oscuros… según sé, casi llevan a las pocas razas que había a su extinción, la sola mención del nombre del tercero era terrible. Supongo que ese permiso de muerte solo era para ese hermano y por ello no pudo matar a la gran madre, se vio obligado a encerrarla aquí. Si me lo preguntas, el tercer hermano es Narek…
No te preocupes, ya pagará por sus crímenes, todos lo hacen. De eso no tengo ninguna duda, ahora debo sangrar para pagar la cuota y esperar lo que sea que hay aquí. A Narek no le temo, si es lo que piensas, temo perderla a ella… pero no por el dolor, temo por el jodido mundo. En fin, es momento, aunque no es fácil que derrame tanta sangre, porque mis heridas se cerrarán con tal rapidez… más que las de las demás razas de sangre, ¡sí, soy muy especial!…]]
Lucían cortó la vena de su muñeca, dejando caer su sangre en cada símbolo de las razas. Estos comenzaron a destellar del gris al rojo sangre, surgiendo de ellas un pilar de luz que conectaba los símbolos en el techo. La cámara se abrió de una forma extraña, era un pentágono que comenzó a girar. Para cuando este se detuvo, se dio cuenta de que la cámara entera había cambiado, y era idéntica a la cámara donde dormía cuando iba de visita con la gran magia. Pero este lugar no era su habitación, tenía un aroma persistente, el aroma de Narek. Comenzó a caminar a la entrada del túnel frente a él, pero sabía que no podía ser tan fácil ya que un Kesher parecido, a lo que la literatura humana llama como ogro, salió de la entrada del túnel.
En una mano llevaba una gigantesca espada, y en la otra un mazo impresionante. Eso sin mencionar su tamaño, quizá tres veces el tamaño del mismo Lucían. Levantó el mazo y lo dejó caer justamente donde había estado él. Mientras se giraba para golpearlo con la espada, lanzándola a dónde reapareció al evadir el primer ataque. Golpe que solo evadió por muy poco, Lucían no lo tocaba porque sabía que este era el último de su clase. Y sabía perfectamente lo que era ser único, de modo que no quería atacarlo, sin embargo, el Kesher trataría de matarlo a toda costa.
—Detente Kesher —dijo en la lengua antigua de la gran magia.
—Yo no respondo a un destructor.
Eso solo significaba algo jodidamente malo, si no podía frenarlo, tendría que matarlo.
—No soy un destructor, soy de la línea final de la última tríada.
El Kesher se detuvo observándolo con cuidado.
—Eres uno de los tres engendrados en el olvido y desaparecido, el destructor de todo —eso no había sido una pregunta, había sido una declaración.
—Sí, el último al que Narek no mató —murmuró enfrentándolo —Al igual que tú, el último de mi especie, tú decides… si deseas que tu raza se pierda —aguardó un momento —Decide ahora Kesher.
—¡Asterod!
—Bien, Asterod decide sabiamente.
Asterod meditó por lo que parecía un largo tiempo a la pregunta de Lucían.
—Narek colocó fuertes salvaguardas, solo no podrás llegar a la Trelkian.
—Ella está en transición, se convertirá en un Lobo pronto.
—Entonces por la gran magia debes darte prisa —le dijo golpeando con la punta de su espada en el suelo, y el mazo en su hombro derecho.
—Lo sé.
—Lamentablemente, no puedo darte el libre paso, debemos pelear a muerte.
—Espero que la existencia de los Shekel… haya sido buena —dijo Lucían haciendo una reverencia de respeto.
—Lo fue mi señor, lo fue.
Asterod atacó a Lucían, esta vez uno de los dos caería.
Narek
Dragos se despertó enredado entre sábanas de satín negro, en una habitación que no era la suya. Estaba oscuro, y aún podía percibir el aroma de la sangre y pasión de todo el tiempo que había estado allí. Asqueado se puso de pie, arrastrándose casi a la ventana más cercana, al abrirla el poco sol que había le hizo lo que nunca imaginó, quemó su piel y sus ojos. El grito fue tan desgarrador, que Narek apareció en un parpadeo junto a él, cubriéndolo del sol que se ocultó a su voluntad en su infierno personal.
—Tranquilo amor, ven recuéstate, voy a curarte.
—¡No!
Se alejó de los brazos del gran padre, tropezando. Su piel ardía como el infierno mismo, sus ojos no le dejaban ver más allá de sus narices y, le ardían incluso más que su cuerpo.
—Tengo que curar esas heridas, terco.
—¿Qué demonios me has hecho?
Eso era impensable, un Lobo alérgico a la comida, a la sangre de su raza y ahora al sol, esto cada vez pintaba peor para Dragos.
—Ven, voy a explicártelo todo.
—¡No! Yo puedo curarme solo.
La sorpresa se reflejó en los ojos de Narek.
—¿Qué fue lo que me hiciste?
El gran padre se quedó donde estaba, cruzando los brazos sobre su pecho, meditando en la mejor forma de revelar lo que había pasado. Los efectos no habían sido tan fuertes con sus otros amantes, porque se había aburrido rápido y se deshacía de ellos. Pero Dragos, este Lobo, había sido su amante por más años de los que podía recordar.