Ciudad de México, época actual.
Un accidente brutal en una vieja carretera, un choque masivo con que dejó más de veinte muertos. Entre niños, mujeres y hombres, solo hubo tres sobrevivientes, un joven de diecisiete años, un bebé de seis meses y un hombre de aproximadamente treinta años. Aunque no podía definirse su edad, no parecía ser de la nacionalidad de ese país, sus rasgos eran distintos. Un tonto amatista de sus bellos, quizá enfermedad, nos había dejado así, en esa una tonalidad a violáceo.
Él había sido el más dañado de los tres sobrevivientes, la policía pensaba que él había salvado al joven y al bebe niño. Aunque eso era difícil de comprobar por la situación y gravedad del accidente. También se creía que ellos eran su familia, por el parecido, pero eso solo lo determinarían después. La ambulancia iba con rapidez, el hombre estaba desestabilizándose muy rápido. El paramédico Benito Castro colocó el catéter en la vena del brazo del hombre su sangre era extraña… un rojo platinado. Quizá estaba contaminado con algo algún metal o exposición algún tipo de radiación.
Esto fue descartado más adelante en el hospital, sus exámenes fueron completamente anormales. Su sangre, desde la forma de sus células como sus glóbulos rojos, blancos, sus plaquetas, eran mucho más elevadas de lo normal comparada con la de una persona normal. Los minerales de su sangre en niveles alarmantes, creían que de no corregir eso o no habría ninguna mejoría. Estuvo por meses en estado de coma, dentro de su cabeza se repetían imágenes aleatorias, de algo que no entendía. No le permitían despertar.
En ellas había una mujer, alguien de quien su vida entera dependía, pero… ¿Quién era ella? Su rostro la veía en un mundo nebuloso, no conocía el color de sus ojos. No entendía por qué tuvo que dejarla… no, lo obligaron a dejarla. ¿Por qué?, ¿Por qué lo separarían de ella? ¿Quién era ella? Todo era tan confuso, sabía que daría una vida por encontrarla… pero si despertaba, estaba seguro de que perdería su rostro para siempre.
Un día algo cambió, del rostro a unas manos delicadas, de un aroma familiar. Esto lo obligó a abrir los ojos, en la habitación estaba una mujer, una doctora enfrascada en un traje de contención biológica negro. A través de la máscara plástica, pudo apreciar el cabello oscuro, los ojos miel más extraños que había visto, su piel bronceada. Aun así, y con lo familiar que se veía, no era más que una extraña. En la carpeta que tenía en la mano se leía doctora Anabel Téllez. Al percibir el nombre sintió que no le alcanzó a entrar el aire a los pulmones, ella al ver el rostro bello y siniestros ojos amatistas que le devolvían la mirada casi se sale de su propia piel por el susto.
—Bienvenido al mundo de los vivos.
El hombre ni siquiera parpadeo, estaba concentrado y conectado en un sinfín de máquinas, tenía tubos por todos lados, entrando y saliendo de su cuerpo.
—Bien, señor x, llamaremos al doctor Víctor para que te valore y ver qué unciones pudiste perder tras el coma.
Después de que lo valoraran, le quitaron la sonda que tenía en la boca y los tubos en la nariz. Él sentía que no estaba en el lugar donde debería estar, solo desvió la mirada, la ventana, esta daba a un muro de concreto.
“Linda vista” —pensó.
No sabía quién era que le había pasado para terminar en ese lugar, lo último en su memoria era el accidente en aquella carretera.
—De acuerdo, doctora Anabel
¿Qué había dicho? Él conocía ese nombre… pero, ¿De dónde? ¿Sería ella la mujer de sus sueños? Trato de hablar para ver qué información conseguía, pero su voz nunca salió de su garganta. La doctora entró a la cámara de contención dónde lo tenían, aún ataviada en el traje de biocontención, tomó una silla y se sentó a su lado.
—¿Sabes cuál es tu nombre?
Él se sorprendió porque sabía español él sabía que no era su lengua materna, pero no sabía su nombre… negó lentamente con la cabeza.
—¿Puedes entender lo que digo?
Asintió lentamente, evaluando si la conocía, ¿Esta era ella? ¿Está era su Anabel?
—¿Recuerdas lo que te ocurrió?
Negó una vez más con la cabeza.
—¿Recuerdas algo de tu vida?
Lo pensó por un largo momento, tratando de traer los recuerdos a su memoria… nada pasó, negó otra vez.
—Bien, esto será un poco difícil de asimilar, dado que no sabemos nada de ti o de lo que te ha ocurrido.
Él solo la observó.
—Dado que no sabemos qué te ocurrió…
“¿Qué quieres decir? Acórtalo quieres?”
Anabel se sobresaltó y se alejó de él, lo había escuchado claramente, pero no su voz física… fue en su mente.
—¿Qué fue eso?
“Solo una petición”
—Hablaste en mi cabeza, y no estoy delirando.
“¿Segura?”
Lo observó aterrada, busco lo que necesitaba su cabeza, toda la información que necesitaba. Ella había perdido al amor de su vida en un accidente, murió sus brazos. Era la hija más pequeña de cuatro hermanos, ambos padres muertos. Tuvo una vida muy difícil, lo que la llevó a buscar la soledad y estudiar patología viral y otras cosas. Ellos creían que él había sido expuesto a un virus o a algo, que le habías dado a nivel genético superior que jamás habían visto.
Estaba en una base militar, confinado en el último sótano. Y no era más que un ratón de laboratorio. ¿Por qué harían eso? Con su sangre habían descubierto cosas extrañas, él podía regenerarse más rápido que el resto de la humanidad, sus órganos eran un poco distintos, diseñados para metabolizar más rápido. La doctora estaba visiblemente alterada.
“Cálmate” —eso fue una firme compulsión.
Ella volvió a sentarse en la silla.
“Escucha bien Anabel, tienes que sacarme de aquí”.
—Eso no es posible, eres un ser único… tenemos mucho que aprender de ti.
“Yo no pertenezco aquí y lo sabes, ellos nunca me dejarán ir”.
—Ni siquiera sabes qué te sucedió…
Él evaluó sus palabras, no sabía quién o que era. Pero, sabía de alguna forma, que muchos dependían de él.