Hermanos de la Oscuridad

Capitulo 1 -24 de Marzo

Tic tac. Tic tac. Ring.

El timbre que indicaba la hora de salida sonó luego de una larga espera después de terminar mi último examen. Toda la semana había sido un fiasco debido a los exámenes del semestre que por cierto fueron una pasada horrible ésta vez. 
Luego tomar mis libros del pupitre y tratar de salir del salón esperando no caer y morir pisoteada por ésta estampida que a mi lado pasaba vi a Noah, mi mejor amiga, salir de su salón con una mano en la frente y cara de desesperación mientras intentábamos llegar una a la otra para tener nuestra charla convencional.
Cuando al fin logramos encontrarnos en los casilleros la acompañé al suyo quedándome de pie junto a ella mientras metía sus cosas muy, muy desordenadas.
—No puedo creer que después de tanto tiempo no me hayas dicho —exclamó con el ceño fruncido cerrando de golpe la puerta, acto seguido cerró el candado. 

La noche anterior habíamos tenido una piyamada en donde entre juegos y risas le dije que Ethan Cowell me gustaba desde hacía unos meses, pero ella enloqueció porque yo no le había contado seguida de una pelea de almohadas.

—¡Lo siento! ¿está bien? —caminamos hacia mi casillero— Es sólo que por esto no me animaba a decirte. 
—Ésta bien. Ya no diré nada más.— No estoy muy segura de que ella deje de hablar del tema, es muy insistente.

Ella se recostó en uno de los casilleros mientras yo dejaba acondicionadas mis pertenencias con cierto nerviosismo debido a la sonrisa que ella estaba esbozando y eso solo significaba algo:

—Tess, Ethan está viéndote. —ella posó sus verdes ojos sobre mí. —Sé que dije que ya no diría nada, pero…
—Ya déjalo, Noah. No me dejas en paz desde que te lo dije. —la interrumpí, mis mejillas estaban más rojas que el cabello de mi amiga.
—¡AY!, por Dios viene hacia acá. —dio un par de palmaditas antes de que sintiera su colonia a unos centímetros.

Al parecer no había cambiado de colonia desde los trece años, seguía siendo ese olor tan particular y delicioso que he percibido cada vez que pasa junto a mí.

Cerré el casillero con cierta dificultad y cuando lo hice él imitó la posición de Noah de mi lado derecho, pero mantenía los brazos cruzados. Mis manos parecían dos torpes mazos de trapo cuando intenté juntarlas y verlo a los ojos. 
—Hola, Ethan —dijo Noah al instante de notar lo que pasaba conmigo.
Él sonrió y respondió ignorando el saludo de Noah.
—Hola, Tessa. —su voz había dejado de ser la de un niño, se había convertido en una voz varonil, en la voz de una persona a la cual le pegó fuerte la pubertad los últimos años, él ya no era aquel niño flaquillo con ojeras bajo los ojos. Ya no más.
—Hola. ¿Necesitas algo? —Soné más seca de lo que debía y él metió ambas manos a los bolsillos delanteros del pantalón.
—De hecho —hizo una breve pausa— sí. Hace rato que tú y yo no salimos a dar una vuelta como salíamos hacerlo. Y la culpable de esto no está invitada. —Miró fijamente a una indignada Noah.
—Ah. Ahora yo soy la culpable —ahogó un grito en medio del bullicio que los pasillos albergaban— pero por supuesto culpen a la inocente pelirroja de todo.

Ella abrió la boca, pero luego de un par de segundos la cerró y se dio la vuelta caminando algo molesta hacia afuera. Su caminado de persona indignada daba más risa que temor y eso ella lo sabía.

—No le hagas caso. Sabes cómo es. —le sonreí tratando de olvidar todo y eludir cualquier gesto que me delatara.
Tomamos camino para salir del establecimiento una vez él tomó su mochila y la colgó en su hombro derecho arrugando la chaqueta del uniforme. Durante el camino de salida saludamos a ciertas personas que teníamos en común y nos decía que era un milagro el vernos juntos de nuevo.
—Sobre lo de ir a dar una vuelta… 
—Continúa —hice una seña con la mano izquierda.
—La feria está en la ciudad y quizá tú y yo podríamos ir un rato. Ya sabes, por los viejos tiempos. —Tomó mi bolso y lo llevaba en la otra mano.
—Por supuesto. Supongo que no habrá problema, mis padres no están así que el toque de queda no se cumple hoy —él sonrió y yo traté de fingir una sonrisa mientras salíamos y vimos que Noah regresaba haciendo un puchero. 

Me devolvió el bolso y se quedó parado observando como me lo colgaba en los hombros esperando que Noah llegara junto a una explicación del por qué había regresado, entonces se apresuró a decir:

—¿Te parece ésta noche? Al parecer van a inaugurar una nueva atracción en el campo y habrán de todas esas golosinas que te gustan.
—Claro. ¿Puedes pasar por mí a las siete en casa de Noah? 
Supongo que ya es un hecho que voy a salir con él. 
—Ahí estaré —me guiñó el ojo y luego se despidió. 




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