La jaqueca es abismal y esto mismo me hace caer en la cuenta de que acabo de tener un terrible accidente, que probablemente maté a alguien. Es la sensación más horrible que he albergado en mi vida: estar desorientada.
Siento que estoy en medio de un incendio, que mi piel es la que arde como un trozo de papel en la hoguera. Oigo voces, gritando, calmadas, aguda, grave. Voces que explotan mis tímpanos, a pesar de que puedo oirlas no puedo despertar, me obligo a hacerlo, pero aún así es imposible abrir los párpados son tan pesados como el ancla de un barco chino, es como si me hubiera desvelado viendo alguna serie y luego de una hora de sueño querer despertar, sólo que esto es mil veces peor. Mi vista es de un azul muy oscuro como las profundidades del mar, tal cual la de un ciego que solo puede oír y sentir la brisa que toca su piel y los rayos que la calientan, pero a deferencia de ellos yo no puedo ni sentir, con suerte estoy viva, si es que en verdad lo estoy. Si es que mi corazón sigue latiedo ante esta oscuridad azulada.
Destellos de personas en la luz y corriendo, olor a lavanda y esterilizado, voces aquí y allá, pero estas voces son diferentes y hay más ruido que antes.
29 de Marzo
El olor a hospital inhunda mi nariz cuando recobro la conciencia al mismo tiempo oleadas de dolor me llegan en todo el cuerpo, esto hace que me retuerza, pero eso solo lo empeora más, trato de no quejarme y aun así fallo.
Abrí los ojos para saber el lugar exacto en donde estaba —es el Hospital Local de Philadelphia—, me ecuentro en un cuarto blanco, totalmente blanco a excepción de las sábanas azules y los instrumentales médicos, tengo una sonda con suero pegada al brazo— el líquido es más rojo por partes—, en la habitación también hay un sofá pequeño, en él están mis padres, Noah y Ethan. Todos profundamente dormidos menos éste último, su expresión es de cansancio. Tiene ojeras totalmente marcadas bajo los párpados como medias lunas, pero las pestañas inferiores las disimulan un poco, su rostro está pálido por la falta de sueño. Al aclarar completamente mi visión noto que está sonriendo y eso ha hecho mi día totalmente. Noah tiene la melena escarlata regada en toda la cara,y recostada sobre el hombro de mi madre, ésta sobre el de mi padre y él se mantiene fijo de brazos cruzados con los hombros encorbados y la cabeza gacha.
Le delvuelvo el gesto al chico de la sonrisa bonita consciente de que tengo un aspecto fatal, cuando ve que estoy totalmente despierta se levanta de su asiento con el máximo cuidado de no despertar a los otros. Da dos pasos, se acerca a la cama y toma la mano que no tiene suero.
—Hola, Tess —me dice tornando su rostro en el más tranquilizador que he visto en mi vida. Suaviza los músculos y emite otra sonrisa, esta vez sólo se curvan sus labios.
De cerca sus ojeras son aún más notables junto a la palidez de su rostro, es como si fuera uno de los personajes de Frakenweenie, Nassor para ser exacta, con las ojeras, el rostro cargado de estres y cansancio. Pero es seguro que sería un Nassor mucho más guapo. —Con su mano libre ajusta el cuello de la chaqueta de mezclilla—al hacerlo noto que tiene manchas de sangre en la prenda que me alarman de inmediato. Hago el intento de levantarme para revisarle, pero el dolor y su mano me lo impiden.
—No es mía, soy yo el que te ha encontrado y te ha traído —su tono y su expresión me decían que para él era de horror recordarlo— me asusta más a mí que a ti, pero ya sabes de donde vino.
—¿Siquiera has dormido algo? —mi voz era más débil de la que imaginé que sería. Incluso hablar me dolía, mejor dicho: vivir me dolía hasta el tuétano.
Negó con la cabeza y tomó asiento en la camilla.
—Me he quedado despierto toda la noche para ser el primero que te vea despertar —vuelve a sonreír y juguetea con mi mano libre.
—Eso es muy tierno —incluso para él.
—¿Tessa? —es mi madre quien habla evitando que sigamos charlando.
—¡Ay, por Dios! —Noah pega un salto y de una zancada llega a donde estoy— me preocupaste tanto amiga.
Mi padre se levanta del sofá en menos tiempo del que alguien recién despierto lo haría, aun tienen su ropa de viaje y las maletas están en una esquina de la habitación. Corre hacia donde estoy y los tres forman un círculo a mi alrededor con miradas de compasión que al instante me molestan porque no es que esté tan grave, hay gente que la tiene peor que yo.
—Por favor no me miren así, no es que haya sido tan grave para mí, pero el auto creo...
Ethan me interrumpió.
—El auto no tiene más que un rayón, Tess. Quedó boca arriba, pero no es nada. —habló apresuradamente.—¿Ningún rayón? eso no es posible, di como diez vueltas en el auto —el dolor disminuía impresionablemente rápido, esa morfina es buena— al igual que el auto yo debería de estar peor o quizá muerta.
—Pues da gracias que no es nada más que un par de golpes en los brazos y una contusión en la cabeza, Tessa. No hables de peor porque tu padre y yo estaríamos ya bastante preocupados. —Mi madre dice con delicadeza.
—Carol tiene razón, cariño —dice mi padre— no deberías de hablar de peor. No sabemos qué haríamos si algo te pasara.