En casa de los Núñez, el olor a un estofado un poco quemado invadía el lugar. Las paredes de la cocina; anteriormente blancas, ahora se veían de un color entre rojizo y café, con algunos puntos verdes. Robert colgó el teléfono con un suspiro de alivio, aún podía sentir la adrenalina corriendo por sus venas mientras las palabras de Sofía resonaban en su mente: "Papá, estoy bien. Solo fue un susto". Sin embargo, el eco de la explosión seguía latiendo en su cabeza, recordándole lo cerca que habían estado de una tragedia. Fue un descuido de su parte, no debió dejar la estufa encendida. Mucho menos a su hija sola en casa.
Entró en la sala y dejó caer el teléfono sobre la mesa. Su mirada recorrió el hogar, buscando señales de que todo estaba en orden. Las cortinas ondeaban suavemente con la brisa que entraba por la ventana abierta, y el olor a lavanda de las flores en el jarrón intentaba en vano calmar su ansiedad.
—Fue un accidente papá —volvió a repetir Sofía, acercándose a donde se encontraba su padre.
—Pero pudo ser peor. —se decía su padre. No sabía qué hacer si algo le pasaba a su hija, menos si era por su culpa — Debí llevarte conmigo — paso sus manos con frustración entre sus cabellos.
—Y entonces la casa se pudo haber incendiado — dijo ella. Su padre quiso reprochar, pero no tuvo oportunidad. —Papá, tengo 19 años, puedo cuidarme sola. Esto pudo pasarle a cualquiera, no es tu culpa —
Robert suspiró, aun sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Miró a su hija con preocupación, la imagen de ella en peligro seguía rondando en su mente. Quería protegerla de todo, aunque sabía que no siempre sería posible.
—No es momento de lamentarnos —dijo Sofía, intentando cambiar el tema al darse cuenta de que no haría entender a su padre—. Debemos limpiar antes de que llegue Sara. —
Se levantó con la intención de comenzar a limpiar el desastre en la cocina, pero Robert la detuvo con un gesto.
—La cena se canceló —dijo él, con una mezcla de alivio y tristeza en su voz—. Sara también esta algo ocupada, así que lo dejaremos para otro día. Este fin de semana tal vez —
Sofía asintió, comprendiendo la preocupación de su padre. Después de todo no era algo que la tuviera emocionada, sino más bien ansiosa. Juntos, comenzaron a recoger los pedazos y limpiar la cocina. En un inicio todo fue pacifico, hasta que comenzó el desastre. Sofía seguía mirando a su padre algo distraído; seguramente reprochándose una y otra vez lo sucedido. Hablar con él no sería de mucha ayuda, así que opto por una opción que nunca fallaba: Bromas.
Con cuidado y en silencio, se acercó a una de las esquinas donde aún había una gratuidad de la cena perdida; con sus manos recogió lo que pudo con sus manos, acercándose sigilosamente a su padre con una sonrisa maliciosa en su rostro.
—Papá, mira esto —dijo con la intención de llamar su atención.
—¿Qué pasa? — pregunto su padre, girándose para encontrarse con una amenaza latente frente suyo.
Robert, sorprendido, esquivó el ataque por poco. Tantos años viviendo con una hija algo desastrosa le habían generado reflejos de gato. Volvió la mirada a su hija que parecía algo decepcionada por fallar su tiro, pero no pudo evitar reírse.
—¿Así que quieres empezar una guerra, eh? —dijo Robert, recogiendo un trozo de zanahoria del suelo.
Sin pensarlo dos veces, Robert lanzó el trozo de zanahoria hacia Sofía, quien fingió estar ofendida.
—¡Papá! —exclamó, pero no pudo contener la risa.
La cocina pronto se convirtió en un campo de batalla culinario, con pedazos de comida volando por todos lados. Las risas llenaron el espacio, aliviando la tensión acumulada.
—¡Ríndete! —gritó Sofía, sosteniendo un trozo de carne en alto.
—¡Nunca! —respondió Robert, lanzando un puñado de guisantes en su dirección.
La guerra de comida continuó hasta que ambos quedaron exhaustos, riendo y cubiertos de restos de estofado. La cocina estaba aún más desordenada que antes, con comida esparcida por todas partes.
—Tú y yo no servimos para limpiar —dijo su padre con diversión.
—Creo que eso ya estaba claro desde mi fiesta de 8 años —dijo Sofía, recordando aquel momento inolvidable.
—Cierto. Creí que una fiesta en el jardín sería divertida —respondió su padre, riendo.
—Y lo fue —contestó Sofía, con una sonrisa.
—Hasta que encontraste la manguera y decidiste jugar a los bomberos —añadió su padre, recordando el caos que siguió.
—¡Oye! Tú tampoco fuiste de mucha ayuda —protestó Sofía—. En lugar de poner orden, te pusiste a jugar también con los niños, empapándonos a todos —
Su padre se encogió de hombros, riendo.
—Supongo que nunca fui muy bueno para ser el adulto responsable. —
Sofía sonrió, sacudiendo la cabeza.
—Y por desgracia, aprendí tus costumbres —
—Si bueno... Has lo que digo, no lo que hago —aconsejo su padre.
Robert dio un último suspiro antes de levantar de su lugar, mirando nuevamente el caos que había en la casa. Ya era demasiado tarde y ninguno había comido algo dese el descanso. Limpiar la cocina, y ahora parte de la sala y comedor, les tomaría mucho tiempo. Además, que ni él o su hija tenían ganas de hacerlo.
—Creo que tendré que llamar a alguien que limpie esto —
Sofía se estiro con pereza antes de levantarse.
—Buena idea. ¿Ordenamos comida rápida? —pregunto Sofía con una chispa de emoción en su rostro.
Robert lo pensó un momento. No tenía muchas ganas de comer algo grasiento o procesado, además que le daría vergüenza que los de limpieza trabajaran en su desastre mientras ellos comían. Los haría ver como personas perezosas y torpes. Lo era, pero no tanto.
—Vayamos a tu restaurante favorito. Y pasamos al cine antes, sirve que hacemos tiempo para que limpien —
—Me cambio rápido — dijo con emoción Sofía, antes de salir disparada rumbo a su habitación.
Robert no puedo evitar sonreír al ver el rostro iluminado de su hija. Más de una ocasión se cuestionó si era buena idea adoptarla cuando el apenas tenía 18. Fue una imprudencia, se lo repitieron una y otra vez; pero vamos, como podría dejar sola a esa niña que lloraba por amor y atención.