—¿Podrías darle al menos una oportunidad? —la voz persistente de Maritza comenzaba a ser molesta.
—No. —respondió Sofía tajante—. ¿Me regresas mi estetoscopio? —dijo, extendiendo su mano para recuperar su material clínico.
Maritza hizo un puchero, pero se lo devolvió. Le gustaba robar el estetoscopio de su amiga para escuchar su corazón; según ella, tenía un ritmo casi musical. Sofía tomó de regreso sus pertenencias y finalmente cerró su casillero. Habían pasado toda la mañana en clases, y el único descanso que tenían estaba siendo invadido por los constantes intentos de Maritza para convencerla de que conocieran al "chico nuevo".
—Vamos, Sofi. No es tan grave —continuó insistiendo—. Solo estoy tratando de ser alguien gentil.—
Sofía enarcó una ceja, no muy convencida. Sabía que su amiga no era ese tipo de persona. Su objetivo era uno: ligarse al nuevo.
—No me mires así —reprochó Maritza—. Lo digo en serio. El pobre se veía tan solo, tan perdido —su voz cambió a un tono más dramático.
—No somos niños de primaria, Mari —replicó Sofía, cruzando los brazos—. Si el tipo está solo, ya encontrará a alguien con quien hablar. No es nuestro problema.—
No era mala persona, es solo que no quería tener a alguien más con ella. Alguien a quien no conocía y no estaba segura de si sería bueno o malo. Su círculo social era pequeño, cosa que le gustaba. Difícilmente Maritza y Antonio lograron acercarse lo suficiente para ser considerados sus amigos, pero eso fue algo que tomó años.
No confiaba en la gente; todos siempre ocultaban algo, bueno o malo. Descubrir cuál de los dos opciones podría ser, no era algo que le interesara. Prefería pensar lo peor de cada uno y evitar futuras desilusiones.
Su amiga no era la excepción. Tenía muchos defectos como los humanos comunes, pero uno en particular le molestaba. No por ella, sino por el peligro que representaba para la propia Maritza; y es que se "enamoraba" fácilmente. Una cara linda, un buen sentido del humor, o un solo gesto de atención, causaban que ella rebosara de felicidad.
No hacía falta mencionar su largo historial de relaciones fallidas. No era mala chica, es solo que no sabía diferenciar entre atracción y amor.
—Además —agregó Sofía—, no me creo eso de que solo estás siendo amable. Dime la verdad, ¿te gustó?—
Maritza guardó silencio, conociendo la respuesta que le daría Sofía si lo admitía. ¿Qué podía hacer entonces? ¿Negarlo? Imposible.
—Esta vez es diferente —comenzó a decir—. Es buen chico, puedo sentirlo.—
—Lo sabía. —señaló acusadoramente a su amiga— No pienso ayudarte con él.
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Josué recorría los pasillos de la universidad con una expresión de angustia. Cada persona con la que se cruzaba recibía la misma pregunta:
—¿Has visto un llavero? Es pequeño, con cuentas de colores y un trozo de madera... —su voz temblaba ligeramente, tratando de mantener la calma.
Toni caminaba a su lado, tratando de calmarlo. Aunque muy inútilmente desde que notó que no llevaba consigo el llavero.
—Bro, relajate un poquito — dijo Toni, poniendo una mano reconfortante en su hombro —Inhala, exhala. Te estas poniendo demasiado intenso. —
—No entiendes, Toni —respondió Josué con un tono más cortante de lo habitual—. Ese llavero es importante para mí. No puedo perderlo, no puedo... —sus palabras se quebraron al final, revelando la angustia que sentía.
Toni frunció el ceño, comprendiendo que esto no era algo trivial. Esto iba más haya de cuando él olvido su teléfono en la plaza.
—Esta bien, esta bien, ya entendí. Regresamos por donde vinimos, y chance lo encontramos. —propuso Toni, mostrándose más comprensivo.
Josué asintió, y abrió paso de regreso a los casilleros. Toni le ayudaba a buscar y preguntando a los compañeros que se cruzaban, pero no estaba muy seguro de que como describir el llavero, lo vi por unos cortos segundos. Sin embargo, intentaba ayudar. A lo lejos miro a sus amigas, estaban discutiendo por algo. Pensó que seria buena idea pedir otro poco de ayuda. Sofi. seguramente se negaría, no es de hacer favores, menos a extraños, pero Maritza si.
"Sera mejor que me ayuden con esto. Este chico me esta causando ansiedad", pensó.
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—¡No te creo! — exclamo Maritza, dejando casi sorda a Sofía.
Sus ojos brillaban con una gran chispa de alegría y entusiasmo, miraba su teléfono como si de la octava maravilla se tratase.
—¡Esto es el destino! — dijo colocando el teléfono tan cerca del rostro de su amiga, que tuvo que retroceder para ver bien la imagen. — Toni me mando esta foto —
Sofía miró la foto sin encontrar nada extraño. Solo era Toni frente a la cafetería, y un mensaje de texto que decía: Amanecí con ganas de alimentar a los pobres. Apresúrense o me largo, Besos.
—¿Qué te inviten el desayuno es tu destino?— pregunto ella.
—Obvio no. —aclaró ella. —Pon atención al chico que sale al lado— señalo en la pantalla del teléfono. —¡Es el chico nuevo! —
Sofía miro con mayor atención, la imagen no era muy clara ya que que chico miraba a otro lado, pero su rostro se le hacia familiar.
—Toni se hizo amigo del nuevo, y como el destino así lo quiso. Ahora él y yo podremos tener un encuentro de lo más casual. — puso una mano sobre el hombro de su amiga, su voz tomando un tono más romántico, y exagerado. — Amiga mía. Serás testigo de una dulce historia de amor digna de un fanfiction. —
Sofi rodó los ojos quitando la mano de su hombro. No era la primera, y estaba segura que sería la ultima vez que escuchara eso.