Josué indicaba las direcciones con una voz distante mientras observaba distraído por la ventana del auto. Era una tarde extrañamente tranquila, el sol brillante y una suave brisa que regresaba el ambiente. No tenía planes para el resto de su día, no algo especifico. Renuncio a su antiguo trabajo porque que era imposible coordinar lo horario, aun no encontraba algo útil.
El viaje estaba siendo más tranquilo de lo que esperaba. No tenía ánimos de hablar, y Toni parecía haberlo entendido perfectamente.
—Dobla a la izquierda en la próxima cuadra —dijo, sin mucho ánimo. Estaban a punto de llegar a su casa.
Quiso distraer su mente de todo lo que había pasado. Se concentro en las cosas buenas, entre ellas Toni. Era amable, algo encimoso pero no imprudente. Pensó en que sería buena idea invitarlo a pasar y comer algo. No estaba seguro si la comida que vendía su madre fuera de su agrado, ya que parecía ser de gustos más refinados. Se arriesgaría al rechazo. Después de todo, hacía mucho que no traía un “amigo” a casa; su madre seguramente se pondría feliz. Sonrió ante la idea.
De repente, a medida que se acercaban a la última cuadra, el ambiente cambió. A lo lejos, se podía ver la luz intermitente de las patrullas de policía y las sirenas de los bomberos. El corazón de Josué se aceleró. Tuvo un mal presentimiento.
—Espera... —susurró, intentando procesar lo que veía. Pero cuando reconoció que la escena estaba justo en la dirección de su casa, su cuerpo se tensó—. ¡No... no puede ser! —dijo con un tono de creciente desesperación.
Antes de que Toni pudiera reaccionar, Josué abrió la puerta del auto bruscamente y salió corriendo a toda velocidad hacia el local. Toni intentó llamarlo, pero ya era tarde. El tráfico y el caos no le permitieron avanzar más, así que lo único que pudo hacer fue estacionar a un lado e intentar seguirlo a pie.
Mientras corría, Josué solo tenía una imagen en la cabeza: su madre. El local que habían levantado con tanto esfuerzo. Todo lo que habían sacrificado para salir adelante. No podía estar pasando.
Cuando llegó, vio el humo negro que todavía flotaba en el aire y el caos de oficiales y bomberos que comenzaban a recoger sus equipos. Entre ellos, distinguió a su madre, que hablaba con un oficial, claramente asustada, su rostro pálido y lleno de preocupación.
—¡Mamá! —gritó Josué mientras se acercaba rápidamente.
Sara se giró de inmediato al escuchar la voz de su hijo. Sus ojos se llenaron de alivio y preocupación al mismo tiempo. Josué llegó hasta ella, sin aliento, y sin pensar en otra cosa, la abrazó con fuerza.
—¿Estás bien? ¿Qué pasó? —preguntó rápidamente, buscando posible heridas en el cuerpo de su madre.
—Estoy bien, hijo —respondió ella, intentando sonar calmada—. Fue un incendio pequeño en la cocina... ya está controlado. Pero… —su voz comenzó a quebrarse. Los ojos llenándose de lagrimas al ver el local reducido a cenizas. — perdimos todo —dijo entre sollozos.
Josué sintió que el aire le faltaba. “Perdimos todo”. La desesperación comenzó a crecer en su pecho, tomando con fuerza a su madre entre sus brazos. No era grande de estatura, pero si mas que ella.
Quería gritar, maldecir al viento y la vida. La sujeto con más fuerza mirando como sacaban las pocas cosas que sobrevivieron. “Al menos ella esta bien”. Debía pensar el algo, una solución, una salida, algo.
Tono llegó corriendo detrás suyo a los pocos minutos, su rostro mostrando una gran preocupación.
—¡Oh my Gosh! —exclamó Toni llevando sus manos a su boca, angustiado — ¿Qué pasó? —preguntó, viendo el humo aún en el aire.
Sara levanto la mirada, separándose del pecho de su hijo. Se secó las lágrimas avergonzada, mirando a Toni con extrañeza. No era estos rumbos, así que su rostro no le era familiar.
—Es Toni, mamá. —habló Josué — Un amigo.
—¿Un amigo? — preguntó extrañada. “Hace cuanto que no trae amigos a casa”
Josué asintió con una leve sonrisa. Toni extendió la mano en un cordial saludo, aunque se sentía algo fuera de lugar dadas las circunstancias.
—Un gusto señora. —dijo con un tono respetuoso — Lamento llegar en un momento como este. ¿Esta usted bien? ¿Ya la revisó algún medico? ¿Necesita que la lleve al hospital? —sugirió, tomando ambas las manos de Sara entre las suyas.
Sara lo miró con extrañeza, y luego a su hijo.
—Estoy bien...Toni, Gracias —dijo amablemente.
—Por favor, si necesita algo dígamelo. Josu es mi amigo, y en lo que pueda ayudar lo haré. —
Ella sonrío. Toni era un chico amable, le daba gusto saber que su hijo tendría un buen amigo.
—Gracias... —interrumpió Josué —. Pero no es necesario. Gracias por traerme, pero sera mejor que regreses —
—¿Estas seguro? —preguntó Toni, mirando a Josué con genuina preocupación, sin soltar las manos de Sara.
Josué asintió con una leve sonrisa, aunque en sus ojos se podía ver La angustia e impotencia. Justo cuando estaba a punto de responder, la voz de un hombre en medio del caos llamó la atención de todos.
—¡Sara! —llamó el hombre, caminando rápidamente hacia ellos.
Sara levantó la mirada de inmediato, sorprendida pero aliviada al reconocerlo. Era Robert.
Toni, que había girado al escuchar la voz, lo miró con el ceño fruncido, confuso.
—¿El profesor Robert? —murmuró, claramente desconcertado—. ¿Qué hace aquí? —pregunto mirando a su amigo.
Josué soltó un suspiro profundo, desviando la mirada mientras se rascaba la nuca, incómodo. No quería que esto pasará, mucho menos tan pronto.
Robert llegó a donde estaban y, sin perder un segundo, dirigió su atención a Sara. Su rostro mostraba una mezcla de preocupación y alivio al verla entera.
—¿Estás bien? —preguntó Robert con urgencia, tomando el rostro de Sara entre sus manos con una suavidad que dejaba al descubierto la intimidad y cercanía entre ambos—. ¿Te pasó algo? ¿Y Josué? —añadió, mirando a su alrededor rápidamente, como si buscara algún signo de que ambos estuvieran heridos.