CAPITULO 6
Un dulce aroma se colaba en la habitación. Robert, no muy acostumbrado a los aromas de la comida casera de las mañanas, despertó sintiendo un cosquilleo en el estómago. Hacía mucho que no se sentía como un adolescente enamorado.
Traer a Sara a vivir con ambos a la casa fue una decisión algo impulsiva tal vez, pero no se arrepentía en lo más mínimo. Al menos por ahora.
Se levantó más temprano de lo normal, lo cual es decir mucho ya que su hija siempre lo tachaba de madrugador.
Hasta entonces, no se preocupaba demasiado por cómo se vería en las mañanas, pero ese día se sentía inusualmente inquieto. ¿Se comportaba como una chica temerosa por su apariencia?
Sí, realmente lo hacía. La imagen a la que Sara estaba acostumbrada era un poco más refinada: un profesor que siempre lucía limpio, impecable y despierto. Su reflejo en el espejo era todo lo contrario.
—Vamos, Robert —le dijo a su propio reflejo—. No eres un adolescente, eres un adulto. Compórtate como tal. —
Claro que estaba ansioso por dar el siguiente paso con Sara, pero ahora estaba nervioso. ¿Y si la estaba presionando? ¿Tal vez se decepcionaba al verlo desaliñado? Todos esos pensamientos lo perturbaban muy de mañana.
La noche anterior le fue casi imposible conciliar el sueño. La cena resultó algo incómoda, aunque era de esperarse. Sara y Josué acababan de pasar por un mal momento, y sus hijos apenas se habían conocido horas antes de la tragedia. Cenar y dormir bajo el mismo techo resultó incómodo para todos.
Durmieron en habitaciones separadas. Las razones eran muchas. En primer lugar, ellos no habían llegado a la intimidad, algo que no le molestaba ni le resultaba indispensable en su relación. Además, no quería que ella se sintiera forzada a dar otro paso, así que creyó que era mejor que usaran los cuartos de huéspedes. Era más cómodo tanto para Sara como para Josué tener habitaciones vecinas. También lo hizo pensando en Sofía. No quería dudar de Josué; creía firmemente que era un buen chico. Pero la prevención es parte de ser padre.
Cuando llegó a la cocina, Robert vio a Sara concentrada, preparando el desayuno. Sabía que cocinar la relajaba, y nunca había visto la cocina tan bien organizada junto con un desayuno perfecto. Se detuvo un momento para observarla, el suave tintineo de los utensilios y el sonido del aceite chisporroteando en la sartén creaban una atmósfera acogedora, casi irreal. Se regañó a si mismo por pensar, que ahora si parecía un hogar completo. "Tu hogar esta completo con Sofía" Pensó, aunque tampoco era malo desear algo más.
En silencio, se acercó a ella, moviéndose con cuidado para no asustarla. Sin decir una palabra, envolvió sus brazos alrededor de su cintura, abrazándola suavemente desde atrás. Sara, concentrada en su tarea, se tensó por un segundo, pero al sentir la calidez de Robert, sonriendo de forma casi imperceptible y se relajó.
Él dejó un suave beso en su cuello, respirando el aroma dulce de su piel mezclado con el de la comida que ella preparaba. Sara ladeó la cabeza levemente, permitiendo que sus labios rozaran su piel con más libertad, sin apartar los ojos de los ingredientes frente a ella.
—Buenos días —murmuró Robert, su voz grave pero cálida al oído de ella.
—Buenos días —respondió Sara en un susurro, sonriendo mientras batía los huevos en un recipiente—. Te despertaste temprano.—
—El aroma me atrajo —dijo él con una risa suave, estrechando su abrazo por un momento antes de soltarla y dar un paso hacia atrás—. ¿Cómo dormiste?—
Sara se giró un poco para mirarlo, sus ojos brillando con una mezcla de ternura y algo de cansancio.
—No mucho la verdad —admitió—, pero creo que es normal después de todo lo que ha pasado.—
Robert permaneció en silencio, sabiendo que no podía borrar el sentimiento de perdida de la noche a la mañana. Acaricio su cabello con delicadeza, como una muestra de consuelo y cariño.
—Lo que importa es que ustedes están bien —dijo él, tratando de darle un poco de ánimo—. Verás que muy pronto todo se solucionará. —
—Eso espero —respondió ella, volviendo a su tarea.
El ambiente era tranquilo, casi perfecto, hasta que los pasos apresurados de Sofía resonaron en la escalera, seguidos por la presencia silenciosa de Josué, que justo apareció detrás de ella. Ambos se detuvieron en la entrada de la cocina, intercambiando una mirada rápida antes de fijar sus ojos en la comida.
—Buenos días —dijo Sofía con educación, pero sin mucha alegría.
—Buenos días —repitió Josué con una sonrisa tensa, evitando el contacto visual.
Sara y Robert compartieron un sonrisa. El sentimiento de estar juntos, no los hacía ver las cosas con claridad, ellos no se agradaban. No era del todo su culpa, sus hijos eran expertos en fingir, tal vez por eso es que ambos se sentían vigilados. Era como verse al espejo, y no les gustaba lo que veían.
Sara terminó de preparar el desayuno mientras Robert ponía la mesa, haciendo pequeñas bromas entre ellos. La atmósfera para ambos adultos era cálida y familiar, algo que hacía tiempo no experimentaban. Sin embargo, para Sofía y Josué, era todo lo contrario. Se sentaron en la mesa, uno frente al otro, en un incómodo silencio.
Josué, como era su costumbre, se adelantó a ser educado, inclinando ligeramente la cabeza hacia Robert antes de hablar.
—Gracias por el desayuno, señor Núñez. Huele muy bien. —Aunque era la pareja de su madre, el respeto con el que le hablaba a Robert era impecable, manteniendo la distancia entre ambos.
—Por favor, llámame Robert —insistió él, sonriendo al ver cómo Josué intentaba siempre ser tan correcto—. No es la primera vez que no vemos, me gustaría que fuéramos más cercanos —
Josué sonrió educadamente, pero evitó dar una respuesta. Robert no se lo tomó a mal, tenía la esperanza de que ahora que compartirían techo, podría ganarse el cariño de Josué.