Hermanos por ley

Capitulo 7

El reloj marcaba las tres de la tarde. En la cocina, Sara preparaba un té mientras Robert terminaba de corregir algunos trabajos en el comedor. El ambiente era tranquilo, un lujo en comparación con las mañanas ajetreadas cuando solo eran ella y Josué. Los días pasaron rápido, era como si apenas ayer se hubieran mudado con Robert y su hija. Era extraño, pero se sentía cómoda.

—¿A qué hora dijiste que regresaban? —preguntó Sara, vertiendo el agua caliente en una taza

—Después de clases, pero seguro tardaran un rato más. Los mandé a comprar la despensa… y bueno, también para que se tomen su tiempo en el trayecto —respondió Robert con una sonrisa resignada.

Sara suspiro, llevándose la taza a los labios.

—Ellos... no se llevan de todo bien, ¿cierto? —admitió con resignación.

Rober asintió con pesar. Los primeros días ambos estaban tan perdidos en su propio mundo de amor, que no se percataron de las sonrisas forzadas, las comidas silenciosas donde solo ellos hablaban, las respuestas cortas y los discretas evasiones de sus hijos.

Ambos se quedaron en silencio, meditando en sus propios pensamientos. La conexión entre ambos era extraña, el nivel de comprensión que tenían uno del otro no era común. Era como si se conocieran de toda la vida. Una mirada, un silencio o una expresión, a veces era eso lo único necesario para entablar una charla. Una que no requería palabras.

—Ah, por cierto. — Robert alzó la mirada, recordando algo. — Eli cumple años la próxima semana, su abuelo nos invitó a su celebración. —

—¿De verdad? —Sara arqueó las cejas con interés—. ¿Una fiesta formal? —

—No realmente, —explicó Robert, mientras dejaba su pluma sobre la mesa—. Eli es una chica... diferente. Tiene autismo, por lo que no disfruta de grandes eventos. Ella y Sofí son buenas amigas, por lo que asistimos cada año. Usualmente solo somos nosotros y algunos amigos cercano de Nicolas.

—¿Ella no tiene más amigos? —preguntó Sara con curiosidad.

Robert negó ligeramente, con cierto pesar.

—No en la ciudad. —explicó él. — Eli suele ignorar a las personas, así que es difícil acercarse a ella. De alguna manera Sofí logró hacerlo, aunque sigo sin entender como. —

Ambos compartieron una sonrisa cómplice.

—Sofia es una buena chica. —mencionó Sara, tomando un sorbo de su taza. Robert asintió orgulloso.

—Quiero que vengan con nosotros. —confesó él, tomando a Sara por sorpresa.

—¿Nosotros? — preguntó confundida. — pero, no somos cercanos, ni siquiera conocidos. —

—Por esa razón quiero que asistan. — Robert se levantó, y se sentó junto a ella, tomando su mano con ternura. — Se que llevamos poco tiempo saliendo, pero ya no somos niños que juegan al amor. Quiero presentarlos como lo que son. Parte de mi familia. —

—Robert… yo — Sara titubeo, no sabía que decir. Su corazón latía de felicidad, pero a la ves de miedo.

La mirada de Robert se suavizo, no quería ir a prisa, pero tampoco quería perder el tiempo.

—No quiero presionarte. Esto lo que yo siento, pero también me importa lo que tu sientas. Si aun no estas lista, puedo esperar. No importa cuanto, estoy dispuesto a esperarte.—

Deposito un casto beso en su frente, sonrió con calidez y se alejó. No quería presionarla, incluso si él desesperaba, estaba dispuesta a soportar.

Sara tomó por sorpresa la mano de Robert antes de que se alejará, él la miró con curiosidad, aunque ella desvió la mirada.

—No es eso, —dijo finalmente. — Es solo que… creó que tengo ropa para ese tipo de eventos. — confesó mirando a Robert con alegría.

Él le devolvió la sonrisa, rodeándola con sus brazos fuertemente. Estaba feliz, muy feliz.

—No hay código de vestimenta. —dijo Robert. — Y lo que sea que uses se verá maravillo en ti.—

Ambos rieron compartiendo un mismo sentimiento, uno de esperanza y futuro. Se miraron por un segundo, entendiendo que esa “presentación formal” iba a significar un cambio más grande en sus vidas. Como dijo Robert, ya no eran niños jugando al amor. Ambos eran adultos con responsabilidades, cuyas decisiones afectaban no solo a ellos, sino a sus hijos de igual manera. Aun así, querían soñar con un final feliz.

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Josué terminaba de subir las compras al auto, suspiró con cierto fastidio mirando el reloj. Odiaba perder el tiempo, pero Sofia parecía disfrutarlo.

Ir de compras no era divertido, mucho menos soportando las caras de esa niña. El sentimiento era mutuo, por lo que decidieron dividir la lista de compras para pasar el menor tiempo posible juntos. Al principio sonó una buena idea, pero ya se estaba arrepintiendo.

“Estoy en el estacionamiento, apresúrate” escribió Josué, breve y directo. Por motivos de fuerza mayor, terminaron intercambiando sus números telefónicos. Mandarse mensajes era mas fácil que hablar directamente, además que evitaba peleas.

Sofía leyó el mensaje y lo ignoró. Tenía rato que había terminado de comprar, pero se distrajo un poco. Pronto sería el cumpleaños de Eli, y aprovecharía la salida para comprar algún regalo. Compara algo para Eli, era ala vez sencillo como difícil.

Josué rodo los ojos al ver como era ignorado. Presentía que estaría una buen rato esperando en el auto.

Cerró la cajuela con resignación, se apoyó de en ella cerrando sus ojos y cruzando los brazos. Se dejo llevar por el sonido de ciudad.

Su paz no duro mucho, una voz quejumbrosa lo sacó de sus pensamientos de forma abrupta.

—¡No quiero, no quiero, no quiero! —se quejo un chica, reusándose a bajar del auto.

Josué miró la escena curioso. ¿Una chica de su edad haciendo berrinche?, era algo que no se veía todos los días. Sin embargo, algo en esas personas se le hacia familiar.

—Vamos Eli, no me hagas esto. —insistió el hombre con calidez.

Entonces lo recordó. Eran el director de la universidad y aquella chica tan extraña. Su curiosidad aumento, desde ese fugaz encuentro el había sentido la necesidad de saber más sobre Eli, como recordaba le había llamado Robert.




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