Termina la dichosa sesión. Declino el dinero que me ofrece Daniel por las tomas. Al final invitan a los niños a una cena en un restaurante de comida italiana. Ya van un tiempo discutiendo lo que van a comer.
― Pizza ― dice mi hija
― Ravioles ― dice la hija de Pablo
― Lo que quiera Ela está bien para mí ― dice Alexander buscando una felicitación por parte de mi hija. La cual…
― Jojolete.. lero lero … Priscilla te gané. Vamos a comer pizza. ¡Yei! ― es cruel, muy cruel.
Pero Priscilla parece disgustada a tal punto que saca su lado oscuro en contra de mi hija. Se pone a un costado de Alexander.
― Alex, si me apoyas en esto. Te invito a nuestra próxima salida ― dice sonriendo Priscilla
― Mírala… no se si estar orgulloso o pensar seriamente en conseguirle un psicólogo ― dice Pablo
― Ya somos dos. Cuando te decidas me avisas. Entre los dos nos va a salir más barato ― digo mirando estupefacta a Priscilla.
― Mientes ¿Qué salida? ― dice el inocente niño
― El siguiente martes es el día donde jugamos todo el día y su papá nos compra y nos da lo que queramos. Si hoy comemos ravioles te prometo invitarte ― dice la niña mirando hacia delante con una sonrisa maliciosa. La cual es captada al instante por mi hija. Daniela borra su sonrisa y deja de saltar. Piensa en acercarse pero ya es muy tarde.
― Bien. ¡Ela! Vamos a comer ravioles. Solo por esta. ¿Si? ―dice el niño, pero no es una pregunta. Ela lo sabe.
― Bien. ― responde, toma mi mano y camina a mi costado
―Hermosa, que piensas de Alexander ― pregunta Pablo ― ¿Es tu futuro novio?
― ¡No, Él solo es mi mejor amigo, eso sería muy raro! ― dice mi hija mirando raro a Pablo.
Nuevo descubrimiento. Mi hija sabe de muchas cosas y es muy inteligente; pero por lo visto de sentimientos y esas cosas es una tontita.
― ¿Entonces es el futuro novio de Priscilla? ― pregunto mirándola cuidadosamente
― Mmmm… supongo que es posible. Ellos no son mejores amigos ― dice ella resuelta con la respuesta dada.
Pablo se ríe.
― Si sabes que eso quiere decir que lo más probable es que sea tu futuro yerno ¿No? ― digo mirándolo ― es más, en un año ya puede tener novio
Pablo se pone pálido. Luego rojo.
― Hey, mocoso. ¡Alejate de mi hija! Y estamos por llegar, así que vamos rápido ― dice Pablo, me burlo de él.
Al final comimos ravioles. Con salsa blanca. Daniela esta algo molesta. Con Alexander. Lo de Priscilla se le paso a los cinco minutos. Eso es amistad. Espero que nunca termine esa amistad tan hermosa que tienen.
― No lo olvides Priscilla ― le recuerda Alexander a la niña
― Que sí. Yo cumplo lo que digo. ― dice y va donde Ela a jugar molestando a una pareja en la puerta.
No es hasta que un grito fuerte suena y una cachetada resuena en el vestíbulo del restaurante, que me doy por enterada de cómo los estaban molestando.
― ¡Cómo pudiste! ¡Hugo, tienen como cinco años. ¡Me engañaste! ¡Cómo pudiste; terminamos! — dice la mujer y sale del lugar con los ojos llorosos
Oh, diablos.
― No otra vez ― dice Pablo
Esta ya es la sexta vez que hacen esto. No puedo creer que lo sigan haciendo. Hasta tenemos un modo operandi. Pablo va con las niñas, levanta a ambas y empieza a hablar con el señor. A mí me toca la mujer. Voy detrás de ella y la encuentro al lado de un árbol agachada llorando.
― ¿Disculpa, puedo hablar contigo? ― le pregunto sentándome a su lado
― No es un buen momento, mujer extraña ― me responde
― Yo creo que sí. ¿Lo amas? ― le digo
― Sí ― hipa
― ¿te ama? ―
― Sí… bueno, ya no estoy segura ― dice llorando más fuerte
― ¿Confías en él? ―
― Lo hacía ―
― ¿Lo dejaste explicarse? ―
― No, no tiene sentido. Una de las niñas se parece a Hugo. Son pequeñas e inocentes. Para qué lastimarme más ― dice suspirando
― Cada vez mejoran ― digo suspirando ― Solo, no me golpees luego. ¿si?
― ¿Por qué lo haría? ―
― Una de las niñas es mi hija, la otra de mi amigo. Es una situación complicada. En resumen, son unos demonios con un coeficiente alto y una inteligencia inclinada para la maldad. Dejando eso de lado. Escúchame ― digo y la tomo del rostro para que me mire a los ojos ― si lo amas, jamás de los jamases le creas a alguien sin antes conversarlo con él y sonsacarle toda la información que necesites. Así duela más. Porque estas cosas pueden ser planeadas o como en este caso tener la mala suerte de encontrarte con las princesas del infierno.
― ¿No mientes, cierto? ― dice limpiando sus lágrimas
― No, disculpa por no vigilarlas bien. ― le digo