Hermosa

Capítulo 11

― No ―

― Tienes razón, perdí mucho tiempo. Necesito recuperarlo como sea ― dice serio ― y un día no basta

― No ― recalco

― Enserio no pienso aprovecharme. Hagamos un trato. Yo no me acerco a ti hasta que mi hija me vea como un padre, lo juro ― dice y levanta su mano derecha

Estoy a punto de ceder, se ve sincero.

― Esta b… ― digo y soy interrumpida

― Que no ― contesta Pablo ― Ana, tal vez está tranquilo una semana; pero luego te va a seducir

― Cierto ― digo y vuelvo en mi ― eso estuvo cerca. Gracias Pablo

― No hay de que ― dice sonriendo

― Por qué se mete en decisiones de familia ― reclama Daniel

― Porque lo es. Forma parte de mi familia ― digo y me levanto

― Pero es mi hija ― dice Daniel

― ¡Bien! Vamos a hacer esto. Todos nos vamos a ir a vivir a la casa de Pablo ― digo

― Mi casa ― dice Daniel

― Mi casa ― digo

― Su casa ― acota Pablo

― Gracias ― digo

― Bien, pero él se va ―

― El punto es que haya alguien que te detenga ― digo

― No ―

― Sí ―

―No―

―Sí ―

― ¿De qué discuten? ―

― Hermosa, tu padre no quiere que vayan a vivir conmigo y Priscilla ― le dice Pablo

― Nooooooooo ―

― ¡Porque! ―

Me río, eso de tener a las dos en su contra es feo. Y enserio triste. Voy a rezar por su salvación

― Porque esa no es su casa y él no es nada tuyo. Yo soy tu padre y Ana tu mamá; nuestro deber es estar juntos ― dice Daniel rojo de furia, decidido a no ceder en esto

Las niñas se asustan, o bueno, fingen asustarse y empiezan a llorar. Entra en escena Alexander y abraza a Daniela para consolarla. Priscilla se da cuenta y llora más fuerte. Alexander se va a consolarla al verla peor.

― Va enserio, voy a buscar un psicólogo para las niñas ― dice Pablo

― Escuche en la radio de un tal Guido Lamarck ― digo susurrando ― dicen que es bueno

― ¿Se habrá enfrentado a algo parecido a nuestras hijas? ― pregunta curioso

― La verdad que lo dudo ― digo aun susurrando para que Daniel no salga de su momento de pánico al ver por primera vez a su hija llorando a moco tendido

― Bien, creo que lo busco ― dice y saca su celular entrando a su buscador

Las niñas siguen llorando, pero Daniel ya salió de su estado de estupor. Está tratando de calmarlas. Ellas siguen llorando.

― Hay que detenerlas, luego se van a quejar de dolor de garganta ― dice Pablo

― No, déjalas. Para que aprendan ― digo tranquila

― No, no hay que darles más material para nuevas ideas locas. A mí no se me ocurre nada, pero a ellas seguro que sí ― dice Pablo

― Tienes razón, hay que intervenir ―  digo y me voy acercando ― niñas, ya basta

Ellas siguen

― Dije que basta ― digo bajando la voz un poco, pero aumento el tono de amenaza

Se callan

― Aun me sorprende como eso siempre funciona ― dice Pablo acercándose

― ¿Cómo lo hiciste? ― dice asombrado  Daniel

― Sienten a su alfa ― dice Pablo bromeado

― Es simple, tienes que ganarse su respeto y miedo. Ambos en uno ― digo sonriendo

― Eres lo máximo ― dice Daniel

― No es la gran cosa, yo también puedo ― dice Pablo ― sólo tiene que ser algo que realmente me moleste

― Cierto, supongo que adquieres el poder con hijas como ellas ― digo pensativa ― Bueno, niñas. A lavarse la cara y saquen mentas para sus gargantas, si les duele ni me digan.

― Sí mamá ― dice Ela

― ¿Te puedo decir mamá? ― pregunta Priscilla

― Claro preciosa ― digo

― En ese caso ― mira a Daniela y cuentan hasta tres con los dedos

― Sí mamá ― dicen ambas niñas y se van corriendo

― Va a llorar en la noche ― comenta Pablo

― Lo sé, dile que desde ahora me puede llamar así ― le digo

― Bien, gracias ― dice Pablo tomando mi mano y presionándola

― Está bien, vamos a vivir todos juntos. Pero solo por mi hija, no te acerques a mi esposa ― dice Daniel

― Ex ― digo con ahínco         

― Lo que sea. A más tardar este fin de semana estoy con mis cosas en la puerta ― dice monótonamente ― Si me demoro más, mi hija te llamara padre; eso no va a pasar ― agrega con voz baja, casi susurrando




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