Hermosa Irreverente

《Idiota》


Capítulo Dos

Renata

Me estoy arreglando para ir a la escuela, me pongo un poco del perfume que me regaló mi mamá, justo hoy lo estoy estrenando.

Desayuno, me lavo los dientes y empiezo a caminar hacia mi escuela.

Me toma solo quince minutos llegar, entro a mi salón de clases, tomo asiento y veo que no ha llegado mi amiga, lo cual me sorprende, ella siempre es muy puntual.

Saco mi libreta y empiezo a rayar en la última hoja, miro hacia la puerta y veo al maestro hablando con alguien, no le tomo importancia y regreso a lo mío.

Mi amiga se sienta en nuestra mesa, no la volteo a ver porque estoy ocupada inventando mi firma.

―¿Por qué llegaste a esta ahora? ―no me responde, así que continúo ―por cierto, ayer le hablé y tú crees que no sabe cuando es el cumpleaños de su mamá. ¿Qué clase de hijo es? Me llevó a mi casa, que loco, ¿no? Me fue bastante bien, debí hacerlo hace tiempo  ―sigo con mi firma y me parece raro que no me diga nada ―¿Por qué no dices nada? Deberías decir;  "felicidades por hablarle a tu crush" ―levanto mi mirada para verla y me llevo una sorpresa.

Un chico de cabello sedoso y castaño está en el asiento donde debería estar mi amiga, tiene puesta una chaqueta negra.

Tiene la pinta de ser un idiota.

―Tú no eres mi amiga —su sonrisa se ensancha y me doy cuenta de aquellos hoyuelos.

—Evidentemente no.

¿Quién es él?

¿Y que hace sentado en mi mesa?

—Pero no te calles, ya me estaba entreteniendo tu historia ―se burla descaradamente ―sigue contando, ¿en qué ibas? Ya por fin te hizo caso, ¿no es así? ―lo miro con cara de pocos amigos.

—Mejor cierra la boca.

—Cállame con un beso —abro un poco la boca para contestarle pero no me deja —es un libro, no te emociones —hace un gesto para que mire al frente y me doy cuenta de que Sol, una compañera, tiene aquel libro entre sus manos.

Sonrío por lo idiota que es.

—Regresando al tema de tu crush, considero que la espera valió la pena, se fijó en ti.

―Idiota.

―Cuida esa boquita.

―Yo puedo decir lo que quiera, escucha con atención —me aclaro la garganta como si fuera a decir un poema—. Eres un idiota, cara de mierdita, ojos de...

―Te vas a meter en problemas si sigues así ―comenta interrumpiendo.

―Te estoy haciendo una especie de poema, cállate, idiota.

―Señorita Symanski ―respiro profundo al escuchar la voz del maestro.

En el momento en el que me llama por mi apellido, aquel chico lo repite en voz baja, como si le sorprendiera.

―¿Sí? ―volteo a verlo.

―A dirección.

—Pero... ¿Por qué?

—Señorita, por favor, solo vaya a dirección.

—Voy a ir, solo deme una explicación.

—Usted le faltó el respeto a su compañero, dijo una palabra altisonante.

—¿Y qué palabra dije? —añado con una sonrisa —¿Podría repetirla?

—Dijo... —se queda callado por unos segundos, ¿en serio iba a caer? —Vaya a dirección y dígale a la directora que ofendió a su compañero.

—Si yo voy, él también —lo señalo —además no lo ofendí, tan solo mírelo, es un idiota.

—Señorita, le estoy pidiendo que vaya a dirección.

—No voy a ir y hágale como quiera —él profesor niega, esta conversación lo comienza a estresar y no es la primera vez que sucede —¿sabe que? Prefiero estar en dirección a escuchar su clase.

Yo y mis cambios de humor, creo que nada más me gusta joder a los demás.

—Salió irreverente la señorita —comenta el chico y me giro para mirarlo.

—Y hermosa, como te habrás dado cuenta —sonríe mientras me analiza de pies a cabeza.

—¿Quién lo diría? —susurra mientras juega con un bolígrafo.

—Recojo esto y me voy ―el profesor asiente, lo único que quiere es que salga para que pueda iniciar su clase en paz —esto no se queda así —le advierto al chico que está sentado en el lugar de mi amiga.

―Ya veremos.

Yo no sé porque tengo tanta suerte, la dirección está cerrada, así que subo de nuevo a mi salón y le informo al profesor, me dice que entre y tome asiento, eso hago.

―¡Ay! Tan poquito me duró el gusto ―cierro los ojos por un segundo.

―Tu presencia me molesta, así que porque no te vas y te sientas en otro lugar.

—No estoy aquí para complacer a nadie.

En definitiva esa respuesta no la esperaba y sé que tal vez yo debería buscar otro lugar donde sentarme, pero no me llevo con nadie de aquí.

—Deberías...

―Guarden silencio ―dice el profesor desde su escritorio.

Pasan dos clases más y por fin es hora del almuerzo, por desgracia Galilea no vino hoy.

Compro un agua en la cafetería, me siento en una banca y veo a León mientras juega futbol.

La verdad no sé nada de ese deporte, solo que persiguen una pelota por toda la cancha, que por cierto, acaban de darle mantenemiento y me facina lo verde y vivo que se ve el cesped.

―Hola ―levanto mi mirada, pero no logro ver quien es por culpa del sol, está demasiado intenso, abro la botella y bebo un poco de agua—¿No me digas que también a ti te deslumbro? ―al escuchar la tontería que ha dicho comienzo a reir, pero como tengo el agua en la boca casi me ahogo, así que la escupo y le cae en sus zapatos

―Quisieras.

―Ahora me debes unos zapatos.

― Algún día te los pagaré.

―¿Por qué estás sola?

―Que te importa.

―Hablo en serio.

―¿Qué te hace pensar que yo no?

―¿Podemos iniciar una conversación?

―Bien —asiente —Idiota —niega mientras bebe un poco de su café.

―¿Por qué tan sola?

―Mi mejor amiga no vino.

―¿Y no le hablas a nadie más?

―No, así que prefiero estar sola —al ver que continúa ahí, decido hablar —es una indirecta, vete.

—Puedo hacerte compañía.

—No la necesito —digo con sinceridad.

El chico dice algo que no logro escuchar, porque mi mirada está fija en León, lleva la pelota hasta la portería contraria.



#16010 en Novela romántica

En el texto hay: humor, romace, amor

Editado: 28.08.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.