Cap 26
Emperador
El ruido de mi celular anunciando una llamada me hace despertarme, froto mis ojos y al ver que se trata de mi madre decido rechazarla, pongo el celular en silencio y lo guardo debajo de la almohada.
Vuelvo a cerrar los ojos para descansar, me quedo así unos minutos hasta que giro mi cabeza hacia la derecha y veo la hora en el despertador, ya es madrugada, con mucho cuidado me levanto de la cama, lo último que quiero es despertarla.
—Descansa Ranita hermosa —me acerco y dejo un sutil beso en su frente.
Salgo de su habitación, pero me detengo en el pasillo al ver una foto de ella de pequeña, sonrío
¿Quién diría que cambiarías tanto?
Soy consciente que las personas evolucionamos crecemos y con el tiempo creamos nuestra personalidad, pero se me hace un poco complicado creer que de la Renata que yo conocí no quede nada.
Sigo caminando, bajo las escaleras y me doy cuenta que la luz de la sala está prendida, me acerco y veo a Rodrigo con una mano en la frente.
—Rodrigo —Voltea a verme.
Está muy cansado, puedo notar que no ha dormido desde que llegamos del restaurante, su semblante está preocupado y no es para menos, no sabe en donde está su sobrina.
—Me quedé dormido —le explico a pesar de que sé que es lo último que le importa saber en estos momentos —pero ya me voy.
—No te preocupes, si gustas, te puedes quedar aquí.
—Gracias, pero no es necesario —asiente —me voy.
—Que te vaya bien —se despide con un movimiento de mano.
Salgo de la casa, me subo a mi auto y empiezo a manejar, mientras tarareo la canción que me cantó Renata en el auto y pensar que no me gusta la música en español.
¿Quién lo diría?
Freno de inmediato al darme cuenta que olvidé mi celular en el cuarto de Renata.
¿En donde traigo la cabeza?
Sí fuera por mí lo dejaría ahí, pero resulta que tengo que enviar unos correos antes de que den las siete de la mañana y en el portapapeles es donde se encuntra la información que debo mandar.
Manejo de regreso a su casa, estaciono el auto unos metros antes, porque ahora se encuentra un auto café con las luces prendidas, me parece extraño, es bastante tarde.
Veo salir a una chica del asiento del copiloto, un chico sale del auto y le dice algo, ella niega y se da la vuelta, él la toma del brazo y la acerca hacia él.
En ese momento bajo de mi auto y camino hacia a ellos.
—Suéltame, por favor —suplica la chica entre llanto, lo que me sorprende porque desde donde yo estaba no se veía que estuviera llorando.
—Te voy a enseñar a respetarme.
Aprieta su cintura y levanta su mano, está por pegarle cuando yo jalo a la chica hacia atrás y con mi otra mano detengo la suya.
—Ni se te ocurra —digo mirándolo fijamente a los ojos —es una falta de respeto —se suelta de mi agarre.
—Tú —con su dedo índice me señala —mejor no te metas —al ver que no me muevo se da cuenta de que no estoy jugando —amigo, es un problema de pareja, nada de que preocuparse —habla un poco más relajado
Miro a la chica y ella asiente.
No puede ser lo que estan viendo mis ojos. ¿De verdad le acaba de dar la razón al chico?
—Siendo así, los dejo —miento.
No los voy a dejar solos, es evidente que la está maltratando, empiezo a caminar lo más lento posible, él se acerca a ella y la toma de la muñeca.
—Me estás lastimando —le susurra —Mario, me lastimas —vuelve a insistir.
Me volteo y en ese momento le suelta un golpe en la cara que hace que caiga al piso, de inmediato me voy contra él.
Le doy un puñetazo en su cara, provocando que se tambalee un poco, trata de golpearme pero no lo logra, es evidente que está ebrio.
—Te dije que era una falta de respeto.
Intenta de nuevo golpearme pero vuelve a fracasar, así que decide tomar a la chica y es ahí cuando lo empujo hacia atrás, haciendo que caiga al piso.
Un carro se estaciona enfrente, veo bajarse a unos chicos, se acercan al rubio y lo toman de los brazos.
Sin decir nada lo ayudan a subirse al auto en la parte de atrás, se marchan llevándose los dos autos, el del chico y el de ellos.
—Déjame ver —digo mientras me giro en su dirección.
Su labio inferior está sangrando y su mejilla está hinchada.
—Ven —la tomo de la muñeca y me suelta —lo siento, no me conoces —me disculpo de inmediato, despues de lo que acaba de pasar lo último que quiere ver es un hombre —solo quiero ayudarte, en mi auto tengo...
—No es porque no te conozca —aclara de inmediato —es solo que, me lastimas —frunzo el entre cejo.
Ella levanta su sudadera y veo su muñeca, esta roja y tiene unos dedos marcados.
Voy a mi auto saco un poco de alcohol y toallitas húmedas.
¿Por qué cargo toallitas? Porque cuando suelo comer ciertas cosas termino encuciandome más de lo que me gustaría, además son prácticas.
Saco una toallita y con mucho cuidado limpio la sangre de su labio, suelta un gemido y retrocede.
—Lo siento —se disculpa y yo niego —es solo que me duele.
—No te disculpes por sentir dolor, jamás lo hagas —asiente, como sí le hubiera quedado claro, pero sé que no es así —voy a tener más cuidado al limpiarte.
Con movimientos pequeños y sutiles empeizo a limpiar la herida, procuro no lastimarla, aunque me es imposible que no le duela cada que la toco. Cuando termino le doy una botella de agua que traigo en el auto, al tratar de abrirla le tiemblan las manos.
—Yo te ayudo.
Tomo la botella, la abro y se la entrego, bebe un poco y luego me la regresa.
—¿Quieres que te lleve a tu casa?
—No, vivo aquí.
Señala la casa de Renata y me doy cuenta que ella es Karoa.
Esto no puede ser.
—Entra, deben estar preocupados por ti —asiente, saca las llaves y abre la puerta.
—Gracias por ayudarme...
—Amaury, mi nombre es Amaury.
—Karoa —se presenta y estrechamos nuestras manos —Gracias —me sonríe y cierra la puerta.