Hermosa oscuridad

Capítulo 4

Connie.

Oscuridad.

La oscuridad me envolvió como un manto de muerte al despertar. La ausencia total de luz me sumió en un abismo de miedo y confusión, como si estuviera atrapada en una pesadilla interminable. La sensación de vacío y tinieblas que me rodeaba era aterradora y desesperanzadora. El dolor que aún sentía en mi cuerpo se vio eclipsado por el temor que comenzó a apoderarse de mí. La oscuridad absoluta que me rodeaba comenzó a alterar mi corazón, haciéndome sentir como si estuviera al borde de un colapso.

Me senté de golpe en la colchoneta, y mi espalda tronó con un sonido seco debido al brusco movimiento. Mordí mi labio inferior para evitar soltar un gruñido de dolor, pero mi atención estaba fija en la angustia y la confusión que me embargaban.

Mi respiración se volvió agitada y anormal, y varios escalofríos recorrieron mi espalda al ser más consciente de lo que ocurría a mi alrededor. Estaba segura de que había dormido durante horas, pero la oscuridad que me rodeaba no era normal.

¿Por qué no había luz? ¿Por qué estaba todo tan oscuro?

De repente, los recuerdos de mi cautiverio en aquel lugar horrible regresaron a mi mente, y me sentí presa de la misma desesperación que había sentido entonces.

La espera de la muerte, la ausencia de luz...

Todo parecía repetirse de nuevo.

No...

¡No de nuevo! ¡No de nuevo!

Grité, temblando de miedo y angustia. Lágrimas brotaron de mis ojos mientras más escalofríos recorrían mi espalda. Me cubrí con mis brazos y me pegué a la pared que estaba detrás, sintiéndome atrapada y sin salida.

De pronto, sentí movimiento a mi lado.

—Connie, Connie, pequeña. ¿Qué ocurre?— dijo, tratando de consolarme.

Pero yo no podía calmarme. Intenté liberarme de su abrazo, luchando con ella para tratar de incorporarme. Mi espalda y mis piernas gritaban de dolor, y mi cabeza parecía estar en llamas, pero no podía darle importancia a eso ahora. Tenía que descubrir qué pasaba, tenía que saber por qué no había amanecido aún.

—No... ¿Por qué? ¿Dónde está?— pregunté, mi voz llena de desesperación y miedo. La oscuridad parecía cerrarse sobre mí.

Intento liberarme de su abrazo, pero ella me sostiene con fuerza, tratando de consolarme. Hago uso de mi poca fuerza física para tratar de incorporarme, pero mi lucha con ella provoca que mi espalda y mis piernas griten de dolor. Mi cabeza parece estar en llamas, pero no puedo darle importancia a eso ahora.

Tengo que descubrir qué pasa... Tengo que saber por qué no ha amanecido aún.

<<¿Estaré de nuevo ahí? ¿Estoy en una pesadilla? ¿Por qué la luz del día no ha aparecido?>>

La desesperación me hace gritarle y forcejear.

—¡Suelteme!— le grito, sintiendo cómo el pánico me invade por completo. No quiero portarme así con ella... Ha sido tan amable, ha sido la persona que ha tratado de cuidarme desde que desperté de ese coma. Pero el miedo y la ansiedad son demasiado fuertes, y no soy capaz de controlarlos.

<<Se supone que ya estaba afuera de ese lugar, se supone que esto ya no tendría que ocurrir...

¿Y si ya no vuelvo a ver el sol de nuevo?

Esto es extraño, muy extraño... ¿Por qué no ha salido? ¡¿Por qué?! ¡¿Qué pasa?!>>

Mi mente es un torbellino de pensamientos y miedos, y siento cómo mi cuerpo se quiebra en llanto.

—¡No! ¡Por favor, no de nuevo! ¡No de nuevo! ¡Ya basta!— grito, sintiendo cómo Jessica intenta sostenerme y calmarme.

Pero yo no puedo calmarme. Niego con la cabeza, una y otra vez, sintiendo cómo lastimo más a mi cuello. No sé cuándo empecé a llorar, no sé cuándo fue el momento en que empecé a quebrarme como una niña pequeña... pero es por medio de mi llanto que soy capaz de percibir cómo algo feroz y ardiente escapa de mí.

Tengo miedo... Tengo tanto miedo ahora. Ya no quiero volver a lo mismo. Ya no puedo...

De repente, la puerta se abre de golpe, y siento cómo alguien se acerca a mí. Niego, sintiéndome más desesperada por la fuerza que aplica para tomarme. Intento alejarlo, aún llorando y pataleando, pero parece que ni con eso logra inmutarse. Ese peculiar y delicioso olor a rosas se hace presente, y siento cómo me doblega...

Es sólo con este chico extraño con el que logro detectarlo siempre, pero ni ese fantástico olor ayuda a que le tenga menos miedo.

No...

No puedo bajar la guardia con él, no aún, porque la primera vez que ví sus ojos, la ví a ella. A esa criatura horrible que había visto antes en una visión. Vi a esa chica aterradora que mató a unos niños. Sus ojos fueron los que me hicieron recordar eso cuando desperté de aquel coma en el que estuve.

—Connie, pequeña. Somos nosotros, somos nosotros, tranquilizate.

Su voz es tan bonita...

Gracias a mi dominio del idioma, puedo entenderle, y desde el primer momento en que lo escuché, sentí cómo todo mi cuerpo se estremeció. Reaccioné de inmediato ante su presencia, que parece ser tan misteriosa y abrumadora. Tenerlo tan cerca, como ahora, sigue siendo un gran reto para mí.

Siento que lo conozco, que él y yo ya nos habíamos visto, pero... ¿cómo podría olvidar a alguien tan impresionante como él? Es un conflicto que me tiene envuelta en una gran incertidumbre. Sin embargo, tuve más que suficiente cuando lo ví a los ojos. Estos me recordaron el infierno que había creado Lamia, me hicieron ver que seguía siendo real y que él, este chico, tenía algo que ver con eso.

Con... ella.

Conmigo.

Pero tal vez de una manera no muy buena.

La energía que logro sentir de él es similar a la que sentí con Belia y con todos esos otros sujetos que me habían dejado claro que no se trataban de humanos. Este chico tampoco lo es. Ha sido amable, me ha protegido de una manera tan... increíble, pero no puedo descartar esta negatividad. Según él, también es un Anónimo cómo Marco, pero no... No puedo permitir que me engañe con eso. Lo que transmite este chico es diferente, no se puede tratar de un simple Anónimo.




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