Hermosa oscuridad

Capítulo 7

Connie.

Un sentimiento extraño se apodera de mí, erizándome la piel, cuando soy guiada a una acogedora estancia de color café. Al llegar, me encuentro con varias figuras que rápidamente parecen ser afectadas por mi presencia. La señorita Jessica se sitúa a mi lado y me aprieta el hombro con su mano. Mi mirada se enfoca en el chico de cabello oscuro y despeinado que acaba de aparecer al otro lado. Me toma con delicadeza el brazo y me insta a entrar con él y con Jessica a la sala en donde ahora se encuentran los otros desconocidos.

Noto cómo un hombre de unos cuarenta años, con ojos azules como el mar, me mira de pies a cabeza con intriga y asombro. Verlo a él y reconocer algunos de sus rasgos me hace sentir extraña de inmediato.

¿Por qué siento que es así? ¿Por qué me pasa esto con él y con Chris ahora?

Tal vez sea por lo que Chris sabe y no me ha dicho. Tal vez sea por la verdad que aún me guarda. Me siento confundida y un poco inquieta con ellos, pues al parecer saben mucho más de lo que yo sé.

— Connie... Este es mi primo Josh.

Siento una punzada después de asimilar eso y, todo mi ser se activa cuando veo al hombre que antes había divisado en la orilla del sillón, levantarse y caminar hacia mí a paso cauteloso. De cerca logro percatarme mejor de cómo sus ojos brillan con curiosidad, aunque sus movimientos sigan siendo cuidadosos. No puedo evitar impresionarme cuando ya lo tengo de cerca, del parecido que tiene con Chris.

— Es un gusto, Connie. Soy también el esposo de Jessica — eso me toma de sorpresa y, en acto reflejo, miro a la mujer pelirroja que se encuentra aún tomando mi hombro. Ella asiente y sonríe para mí.

— Oh... El gusto es mío.

Noto cómo él trata de sonreírme. La manera en la que aún me inspecciona con la mirada sigue causándome cierta intriga. Luce significativamente asombrado.

— Cielos... No puedo creer que seas ella.

— ¿Disculpa?

Él niega con la cabeza, luciendo un poco nervioso.

— Oh, nada. Solo quería decir que eres bienvenida. Christopher nos ha contado un poco sobre lo que ha pasado y...—

— ¿De qué ha pasado? — cuestiono, interrumpiendo, pero es Chris el que se encarga de responderme después.

— Tranquila, Connie. Mi primo desde siempre ha estado al tanto de muchas cosas, incluso de lo que somos nosotros.

— ¿Es cierto? — le pregunto al tal Josh y él sólo se encoge de hombros.

— No fue difícil acostumbrarme a ese tipo de información, porque si me lo preguntas... desde pequeño he visto lo rarito en Chris.

Sin poder evitarlo, suelto una pequeña risa que parece divertirle a él e incluso a Chris, aunque este último haya sido el ofendido.

— No es posible que ya tan pronto te propongas el ponerme en ridículo.

— Aún tengo el don, no me culpes.

— Eres una joda vieja ahora — suelta Chris con gracioso tono molesto y, después de que su primo lo empuje levemente del hombro con su mano, este nos hace una seña para que lo sigamos.

— Viejo y lo que quieras, pero al menos sigo siendo guapo.

— Y tonto — Chris lo molesta y después alza sus cejas una y otra vez. De nuevo me roba una sonrisa. Su primo pone los ojos en blanco.

— En fin, espero que tengas hambre, Connie. La abuela prepara la mejor.

Después de eso, Christopher me toma de la mano y me guía hacia la cocina, siguiendo a su primo. Detrás de nosotros nos acompañan Milton, Abby y Jessica y, al ingresar a la cocina, encontramos a la abuela de Chris acomodando la mesa. Jessica de inmediato se acerca a ella para ayudarle con unos platos. La mujer mayor nos recibe con una cálida sonrisa y nos indica que tomemos asiento, se va por el pasillo, diciendo que vuelve enseguida.

Christopher le lanza una mirada confusa a su abuela y luego mira a su primo para susurrar: — ¿Ella puede...?

— Tranquilo, viejo. Para la abue cocinar es cómo una terapia.

— ¿Pero están seguros de que no es peligroso... ya saben... por su...?

— Al parecer ha logrado conservar las recetas de mi madre en su memoria de manera increíble — Josh suelta, y luego bufa —. Tranquilo. Con eso nunca ha tenido complicaciones. De todos modos siempre me cercioro de que todo se encuentre bien.

Christopher asiente, aún con una mirada preocupada, supongo que por lo que él y Jessica me comentaron hace rato cuando estábamos en la habitación, acerca de lo que pasa con su abuela. A pesar de saber que la señora tiene Alzheimer, todo ella me parece muy lúcida. No sé qué tan avanzado lo tenga, pero al parecer aún logra ser independiente en muchas cosas.

— Ven, pequeña — Christopher me acerca al asiento que está cerca del suyo y, como el caballero que siempre ha sido conmigo, aparta una silla para mí.

Le agradezco en un susurro y, sintiéndome un poco nerviosa aún, me limito a escanear el lugar con la mirada. Todo aquí es muy acogedor y hogareño. Miro por la ventana que yace en la pared detrás del comedor y por ella logro percatarme de que la noche ha caído. Las hojas de los árboles se mecen suavemente con el viento, creando un sonido relajante. A pesar de la oscuridad que ha acaparado a ese bello jardín de afuera, es tranquilidad lo que de pronto siento envolverme, pues al no escuchar más que el sonido de la naturaleza, me doy cuenta de que ahora nos encontramos en algún lugar muy bien escondido del bullicio y del caos.

¿Dónde estaremos? ¿Será solo bosque lo de afuera o...?

— ¿Está todo bien? — vuelvo al aquí cuando escucho la voz de Christopher a mi lado.

Lo miro, tratando de asentir con la cabeza.

— Sí... Ammm... ¿Pero... en dónde estamos?

— Phoenix, Arizona. Esta... es la casa que yo compartía con mis padres y la granja de mi tío se encuentra a un kilómetro de aquí.

— Oh... — es lo único que logra salir de mí después. Esa respuesta me ha tomado por completo con la guardia baja. Una parte de mí se resiste a creer que sea cierto eso, pero tengo que admitir que el ambiente que percibo aquí... es muy diferente al que sentía estando en esa desastrosa ciudad de la que salimos, y la cual, por cierto, me habían aclarado los chicos que se trataba de Berlín.




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