Connie.
Un escalofrío recorre mi espalda al escuchar esas palabras. Miedo, angustia, pánico... todo empieza a crecer en mi interior como una tempestad imposible de detener. Incapaz de soportar el peso de esta nueva revelación, me dejo caer en el primer escalón que encuentro y me recuesto contra los barrotes, buscando un mínimo de estabilidad.
El silencio se rompe solo por los sollozos de la chica morena y por la insistencia de Chris, que aún intenta hacer reaccionar al joven herido.
Al mirar a cada uno de los presentes, me doy cuenta de que no soy la única afectada por las palabras de la chica. La casa se ha sumido en un ambiente denso, casi irrespirable. Apenas puedo soportarlo... apenas puedo asimilar todo lo que acaba de revelarse sobre esas criaturas.
Por tanto tiempo nos negamos a creer que pudieran regresar. Incluso Chris y sus compañeros pasaron semanas investigando los rumores que los humanos habían empezado a esparcir. Y hasta ahora, nunca hallaron una pista que confirmara que alguien del “mundo de abajo” se hubiese atrevido a intervenir.
Pero ahora... dejo de escuchar lo que ocurre a mi alrededor. Las dudas que me consumían tras la discusión con Christopher en su habitación se han transformado en una poderosa marea de incertidumbre.
Lucifer...
Lucifer ya está involucrado. Ha intervenido, junto con el Guardián, para contener el caos que ha comenzado a desatarse en este mundo.
Me cuesta asimilarlo. Pero llevo tiempo siendo consciente de que las cosas se estaban torciendo... de que fuerzas ajenas a este mundo ya estaban moviendo sus piezas en las sombras. Y ahora es real. Ha llegado a este punto. La intervención de seres tan poderosos, tan antiguos como Lucifer y el Guardián... significa que la situación es mucho más grave de lo que imaginábamos.
¿Qué está ocurriendo realmente? ¿Qué propósito tiene Lucifer para intervenir entre los humanos? ¿Acaso… se acerca por fin aquello que todos tememos?
No.
No puede ser posible que, al fin, él y el Guardián hayan decidido entrar en guerra por...
Maldición.
—¿Pe-pero qué has dicho, Queen? —balbucea Chris, la voz cargada de alarma—. ¿Qué diablos está pasando ahora...?
—Oh, Chris... —la voz temblorosa de Queen resuena en la sala—. ¿No saben lo que ocurre allá afuera? El Guardián...—
—Espera, espera... —Chris interrumpe, cada vez más alterado—. ¿El Guardián ha provocado esto?
Vuelvo a mirar a Christopher. Está pálido, nervioso. Lo observo mientras se apresura a cargar al chico herido que ha venido con la morena. El muchacho sigue sin reaccionar. La sangre que cubre su cuerpo y el suelo bajo él... me revuelve el estómago, haciéndome temblar de pies a cabeza.
—Queen... —la voz de Chris se rompe—. Dinos... ¿quién les hizo esto? ¿Acaso el...?
—No fue el Guardián —responde la chica, negando con la cabeza entre sollozos—. Pero es cierto que está furioso con nosotros... con todos los soldados de Koran, de hecho.
Su voz se corta brevemente. Abigail se acerca para reconfortarla, rodeándola con los brazos.
—El Guardián y varios Anónimos intentaron averiguar qué pasó con Koran. Ya saben que él ayudó en la huida... que tú y Lamia escaparon gracias a él —añade, y no puedo evitar estremecerme ante un nuevo sentimiento de culpa que me retuerce el pecho—. Está desesperado por encontrarlo. Luego ordenó que algunos Anónimos me acompañaran hasta el refugio donde habían estado con Emmett. Los interrogaron... también interrogaron a los chicos que estaban contigo.
Queen señala entonces al joven que ahora carga Christopher. El muchacho respira de forma entrecortada, su pecho sube y baja con esfuerzo. Pero lo que me alarma aún más son sus ojos: tan cargados de furia... que ya no parecen ser los suyos.
Chris...
—Empezaron a discutir... a gritarse, porque Emmett no les daba las respuestas que ellos querían. Y entonces... todo se desató —la voz de la chica tiembla mientras lucha por mantener el control—. Fue un caos horrible. Los protegidos de Emmett intentaron intervenir... —Queen se detiene, toma aire con dificultad, su cuerpo se tambalea. Milton y Joshua corren a sostenerla, pero ella les indica con un gesto que no hace falta. Se apoya en la pared, intentando mantenerse en pie. Yo sigo escondida detrás de los barrotes, en el primer peldaño de la escalera. No puedo moverme, aunque quisiera. El miedo me ha anclado ahí—. Fue... fue terrible. Esos Anónimos... perdieron el control. Casi nos matan a todos...
—Oh, Dios... —es Jessica quien rompe el silencio, su voz cargada de angustia. Sus ojos de miel brillan como si estuviera a punto de llorar. Nega con fuerza—. No... no, Queen... Emmett y los demás... ¿q-qué pasó con ellos?
—Los Anónimos los hirieron... pero con quienes realmente querían desquitarse... era conmigo. Y con... con él —la chica indica al joven inconsciente. Su voz se quiebra—. Cuando él se dió cuenta de que planeaban hacerme daño por no decirles lo que querían saber sobre Koran... se interpuso. Intentó protegerme. Pero uno de los Anónimos lo atacó con una daga cuando intentó alejarme... —Queen baja la mirada, cubre su rostro con ambas manos temblorosas, manchadas de sangre—. No pude reaccionar... ni siquiera lo vi venir. Cuando cayó, lo único que pude hacer después fue arrastrarlo lejos del caos. Emmett al ver lo que estaba ocurriendo, no tuvo otra opción: usó su sangre para abrir un portal y traernos aquí. Sabía que si seguíamos allí... nos matarían.
—Maldita sea... —murmura Chris, enfurecido. Sin perder tiempo, carga al chico herido y desaparece hacia el interior de la estancia. Lo pierdo de vista, dudando sobre qué hacer.
La ansiedad me oprime el pecho. Quiero salir de mi escondite, pero temo involucrarme. Después de todo, esa chica ha dejado claro que ellos han sido heridos por culpa de ese tal Koran... y, de alguna forma, también por nosotros.
El Guardián está furioso con su sargento y con ellos... porque me han estado protegiendo. Porque han arriesgado todo por ocultarme. Entonces... Marco tenía razón. Para el Guardián, yo no soy alguien que merezca ser protegida. No soy más que un peso, alguien maldita por su naturaleza. Y ahora me pregunto: