Hermosa oscuridad

Capítulo 10

Connie

Antes, lidiar con las miradas despectivas de la gente de Goldstein me resultaba difícil. Sabían que era huérfana, sabían que no tenía nada, que nunca fui elegida por nadie para ser adoptada. Lo veía y lo sentía cada vez que mis antiguas superioras nos sacaban del orfanato a mis compañeras y a mí para pasear por el pueblo. Desde pequeña tuve que soportar ese tipo de rechazo, pero con el tiempo… me acostumbré. Aprendí a no darle importancia, a no permitir que me lastimara, que me hiciera sentir menos.

Había dejado de lado lo que los demás pensaran de mí… hasta que ocurrió el juicio por el asesinato de Emily.

Ese día me señalaron como lo peor. Personas que me importaban estaban ahí: Berit, Connor, su padre, mis superioras… Todos presentes para escuchar el horror del que se me acusaba. Me sentí morir. Lo último que quería era arrastrarlos también a ese infierno. A mi infierno. Y lo hice. Formaron parte de él… aunque solo Connor demostró creer en mí.

A veces me pregunto si hizo lo correcto.

Ya no puedo estar segura de eso. La culpa ha regresado con más fuerza que nunca, devorando la poca tranquilidad que aún me quedaba. Ser juzgada otra vez, ahora por las miradas de quienes me rodean… me está convenciendo de que soy culpable de mil delitos. No exagero. Lo veo en sus ojos: en Abby, en esa chica, Queen, y en el chico que llegó con ella, Ramsés. Todos ellos son Anónimos… y me miran como si supieran lo peor de mí.

Ni siquiera tuve tiempo de presentarme con ellos. Después de lo que pasó con Chris, simplemente decidí ahorrármelo. Desde aquel momento en que Chris utilizó su poder para sanarlos, ambos Anónimos se volvieron fríos, defensivos. No necesitaba palabras para entenderlo; bastó una sola mirada. Y luego, sus actitudes dejaron claro que no querían tener nada que ver conmigo.

Han pasado cinco días desde que Chris se sacrificó por ellos… y desde entonces no han hecho más que lanzarme indirectas. Cuando me uno a los almuerzos o cenas que preparan Annie y Jessica, ellos se levantan enseguida, alegando que prefieren comer afuera. Siempre lo hacen. Pero antes de irse, me lanzan una mirada de advertencia.

Abby tampoco me habla. Desde el día en que Chris resultó herido por mi culpa, me evita. No es que fuésemos cercanas, pero al menos antes me respondía si la buscaba. Era amable. Ahora… ahora parece tan alérgica a mí como los demás.

Odio tener estos pensamientos, pero soy patética ante situaciones así. Otra vez he empezado a creer que el problema… soy yo.

Y, sinceramente, creo que es así.

Desde que interrumpí a Chris durante su proceso de sanación, me he sentido fatal. Por mi estúpida imprudencia… él casi muere. Estuve a punto de matarlo. Y eso… eso es algo que todavía no puedo perdonarme.

Él y los chicos que salvó ya se ven mejor. Pero una parte de mí no deja de maldecirse. Sí, fui torpe. Fui imprudente. Pero en mi defensa… estaba aterrada. No soporté verlo sufrir así. Pensé que algo malo le estaba pasando y lo único que quería era estar cerca de él, reconfortarlo. No sabía lo que sucedía. Solo quería apagar su dolor, porque por un instante también lo sentí mío.

Sentí que mi alma se rompía al verlo así. No podía quedarme quieta. Corrí hacia él. Necesitaba sostenerlo. Hacerle saber que estaba ahí.

Y casi lo arruino todo.

Me odio por eso.

Abigail me reprendió duramente por haber intervenido, y lo acepté. Supongo que aún está molesta conmigo, por eso ha decidido ignorarme. No quiero admitir que me ha afectado… pero lo ha hecho. Ya me sentía una carga, y ahora, con su actitud y la de los demás, solo me siento más fuera de lugar. Más indeseada. Más incómoda.

Mi cuerpo se tensa en cuanto siento sus miradas sobre mí. No me atrevo a enfrentarlas. No por cobardía… o tal vez sí, un poco. Pero más bien, no quiero que noten cuánto me afecta su presencia. Sé que soy demasiado obvia con mis reacciones, así que prefiero mantenerme al margen, fingir indiferencia.

Suspiro mientras continúo con la tarea que me he autoimpuesto: bañar al cachorro que los sobrinos de Chris tienen como mascota. Matt y Sam me ayudaban hasta hace un rato, pero Jess los llamó para que apoyaran a la señora Andrea con algo. Por eso ahora estoy sola con el peludito, que se deja asear con paciencia. Me observa con sus grandes ojos curiosos mientras le froto la cabeza con un trapo.

Entonces, escucho que una de las chicas se aclara la garganta.

—Christopher nos envió para cerciorarnos de que todo estuviera bien.

—¿De qué hablan? —pregunto sin voltearlas a ver. Me sorprende, sinceramente, que me estén hablando. Y más aún… que no lo hagan con su usual frialdad.

Aunque… ya entiendo por qué.

—Bueno… —comienza Abigail con cierta incomodidad—. Queríamos avisarte que ya está oscureciendo y…—

Lo comprendo de inmediato. Se están refiriendo a mi miedo a la noche. Se nota que tratan de ser cautelosas con el tema, lo que solo consigue hacerme sentir más patética. Genial, ahora ellas también lo saben.

Trago saliva y termino de enjuagar al perrito, que sigue completamente tranquilo.

—Estoy bien —respondo con voz baja.

—Bien… Oye, ¿el animal no ha tenido alguna reacción extraña contigo?

—¿Qué?

—Queen… —murmura Abby con un dejo de advertencia.

Levanto la mirada al fin. Abigail lanza una mirada severa a su compañera, pero Queen solo se encoge de hombros, fingiendo indiferencia. Aun así, se nota que Abby intenta hacerle entender algo con los ojos.

—Lo siento, es solo que… me sorprende que el perro se mantenga tan tranquilo contigo si…

—Calla ya, Queen —interrumpe Abby.

—No, déjala —respondo, poniéndome de pie para encararlas—. Mejor explícame por qué no debería ser así.

Queen me sostiene la mirada, desafiante. No me sorprende. Es una Anónima, y soy yo quien debería sentirse intimidada. Pero ya estoy cansada. Demasiado. Todas estas miradas, susurros y comentarios velados han llegado al límite.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.