Hermosa oscuridad

Capítulo 14

Christopher.

"El mundo a mi alrededor se percibía con una calma tan serena, con una plenitud que casi dolía. Los rayos del sol, apenas visibles entre las inmensas y enredadas ramas de los árboles que me rodeaban, se filtraban con majestuosidad. Su luz brillaba con intensidad entre aquella maraña, provocando una sensación extrañamente relajante en todo mi ser.

Caminaba descalzo sobre el césped. Se sentía tan vivo, tan intensamente verde, como si nunca hubiese sido perturbado por la presencia humana. Brillaba con suavidad, fresco a pesar de no estar del todo húmedo. Bajo mis pies, su textura acariciaba mi piel, mientras me guiaba por un sendero que, poco a poco, comenzaba a resultarme familiar.

Entre la maleza, descubrí un nuevo camino. Este me condujo a un campo abierto, igual de hermoso que aquel rincón del bosque donde había estado vagando. Parecía la entrada al mismo paraíso. Flores de todas las formas y colores embellecían el paisaje. El canto de los pájaros y el susurro del viento apenas interrumpían el murmullo sereno que provenía de la naturaleza. A lo lejos, algo llamó mi atención. Algo que me obligó a moverme, impulsado por una extraña urgencia.

Un destello...

Un brillo espectacular me atrajo con fuerza. Volví a pisar el césped, ahora con la ansiedad palpitando en mis pasos. Al acercarme, descubrí lo que se hallaba allí...

Un lago.

Un hermoso y extenso lago de aguas cristalinas. Pero no fue su belleza lo que me hizo detenerme en seco, no. No fue la vista majestuosa lo que provocó que mi corazón comenzara a latir desbocado ni que mi cuerpo se sintiera, de pronto, tan débil.

No lo soporté. Caí de rodillas junto al borde del agua, con los ojos fijos en una escena que jamás creí volver a presenciar...

Nathan.

Era él. Estaba allí, al otro lado del lago, jugando con un pequeño barco de papel. ¡Era él! Lo recordaba... Nunca lo había olvidado. Nunca pude. Mi hermano. El pequeño de cabello rubio, de rasgos tan parecidos a los míos. Habíamos nacido al mismo tiempo, pero no éramos gemelos. Él se parecía más a papá, mientras yo había heredado los ojos claros de mamá. En cambio, los suyos eran grandes, profundos, de un marrón cálido.

Estaba allí. Se veía exactamente igual que la última vez que lo vi.

Quise hablar. Gritar. Llamarlo. Que me viera. Pero no pude. Las emociones me dominaron por completo. Solo era capaz de sentir las lágrimas brotar, de notar cómo mi corazón se estrujaba con el recuerdo de su trágica partida. No quería pensar en eso, en cómo ocurrió todo... pero aún dolía. Aún dolía ver esas memorias dentro de mi cabeza. Aquellas en las que aparecía él... y los otros niños... mutilados.

No...

<<No vayas ahí, Chris. No te concentres otra vez en eso.

Recuerda que ella tampoco quiso hacerlo. Recuerda que ya has perdonado. Que entendiste lo que pasó.

Constans no quiso hacerlo. No quiso...

¡Ahora míralo! ¡Míralo, porque es él! ¡Está aquí! ¡Ha vuelto!

Pero... ¿por qué?>>

Me detuve a razonar. Esto no podía ser posible… pero lo era. Era Nathan. Estaba ahí.

Traté de volver al presente, aunque me costaba. No podía dejar de llorar. Era mi hermanito. Quería correr hacia él, abrazarlo… pero justo cuando me disponía a gritar su nombre… algo ocurrió.

¿Qué estaba pasando?

De pronto, vi a una mujer emerger del bosque a su espalda. No podía ver su rostro; llevaba una máscara y una túnica oscura que rozaba el suelo. Aun así, su figura delgada y su delicado andar revelaban que se trataba de una mujer. Unos pocos mechones de su cabello blanco se escapaban de la capucha.

Se acercó a él. Le acarició el cabello con ternura. Ninguno de los dos parecía haberme notado. Entonces, en ese instante, él al fin me vio…

Al encontrarme con su mirada, no quedó duda: era él. Mi hermano. El niño que había muerto hacía más de treinta años.

Me miró. Sus ojos brillaron con dulzura. Luego alzó la mano y me saludó.

Más lágrimas brotaron de mí, imparables.

—¡Christopher! ¿De verdad eres tú?

—S-sí... soy yo, hermanito.

—¡Oh, Chris! ¡Eres tú! —empezó a dar pequeños saltos, emocionado. Yo, en cambio, no sé cómo lo logré… pero reí al verlo—. ¡He vuelto, Chris! ¡Estoy aquí!

—Ya... ya lo veo, hermanito...

—¡Estoy aquí, hermano! ¡Estoy aquí!"

—¿Hola? ¿Amigo?

Una leve sacudida sobre mi hombro me obligó a abrir los ojos de golpe. Lo primero que vi fue el rostro de un chico desconocido que me observaba con preocupación.

Sin entender quién era ni qué estaba pasando, me incorporé bruscamente. Un mareo intenso me golpeó al instante, nublando mi vista. Intenté levantarme, pero mis piernas flaquearon, haciéndome caer de nuevo sobre el colchón donde, hasta ese momento, no había notado que estaba acostado.

—Tranquilo, está a salvo. Por ahora le recomiendo no moverse demasiado —dijo el chico con voz serena—. Recibió un golpe fuerte en la cabeza cuando se desmayó.

Sus grandes ojos cafés me miraban con atención, y un escalofrío recorrió mi cuerpo al cruzarme con su mirada. No sabía por qué me quedaba observándolo tanto… simplemente no podía evitarlo. Parpadeé varias veces, intentando estabilizarme. El chico se aclaró la garganta y tomó algo del suelo junto a él.

—Aquí tiene. Tome esto. No desconfíe, es solo té. Le ayudará a relajarse.

—¿Q-quién eres tú...? ¿D-dónde estoy?

—Me llamo Ethan. Usted nos salvó a mi padre y a mí de unos maleantes. ¿No recuerda nada?

Sus palabras me golpearon como una descarga.

Lo recordé.

Habíamos estado luchando, Emmett y yo, contra un demonio extraño que intentó capturarnos. Luego de separarnos, dejé a Emmett conteniéndolo mientras yo corría hacia el lugar desde donde provenían los gritos. Encontré a las personas en peligro. Después… apareció mi compañero y...




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.