Connie.
"La oscuridad me envolvía por completo. No había ni un solo rastro de luz. El frío se aferraba a mi cuerpo como un manto del que no podía librarme, sin importar cuánto luchara contra él. Sentía cómo comenzaba a calar en mis huesos, cómo me aprisionaba sin clemencia. Empecé a temblar, no solo por el cruel frío, sino por la inquietante sensación de estar nuevamente atrapada en esa horrible negrura.
No…
No otra vez…
<<¿Dónde estoy? ¿Qué es esto? ¿Por qué no puedo ver nada? ¿Por qué…?>>
—Tranquila, no estás de nuevo en ese lugar. Todo está bien.
Una voz rompió el silencio de la oscuridad con tanta brusquedad que estuve a punto de gritar. Mi corazón se disparó.
Intenté hablar, pero el pánico ya se había apoderado de mí por completo.
—¿Q-quién es? ¿Q-quién está ahí?
—Connie, no te asustes. Soy yo…
Apenas reconocí la voz, sentí cómo mi cuerpo entero se paralizaba. Y al mismo tiempo, una extraña paz comenzó a calmar la tormenta que me invadía.
—¿A... Adela? —iba a decir algo más, pero de pronto la luz se hizo.
Un destello azul emergió flotando sobre la palma de Adela, que se hallaba de pie a un metro de mí. Llevaba un largo camisón blanco, tan pálido como su piel. Su cabello, blanco como la nieve, caía en rizos frente a su rostro serio y resplandeciente. A pesar de la sorpresa, la reconocí de inmediato.
Ella... otra vez.
¿Pero qué significaba esto?
—Adela… —susurré apenas, sobrecogida por su presencia. No sabía por qué estaba ocurriendo todo esto, pero verla ahí despertó una reconfortante calidez en mi interior.
Negué, aún temblando, y traté de acercarme a ella. El destello azul seguía brillando sobre su rostro. Vi cómo una leve sonrisa se formaba en sus labios.
—N-no... No puedo creer que seas tú.
—Lo soy. Tranquila. Estoy aquí para guiarte.
—¿Guiarme? ¿P-pero dónde estamos? ¿Dónde estuviste todo este tiempo?
—Eso te lo explicaré después, Connie. Ahora necesitas volver… y enfrentarlos con normalidad.
—¿Volver? ¿Volver a dónde?
—Al mundo real.
—¿Entonces... qué es esto?
—Estoy conectándome contigo a través de tu mente.
—¿Q-qué? ¿Estamos dentro de mi mente? —pregunté, helada, más confundida que nunca. Todo era demasiado real para ser un simple pensamiento.
Adela suspiró y, sin decir más, levantó su mano y creó más destellos, que arrojó a nuestro alrededor. Al instante, la luz se expandió y me permitió ver lo que antes no había notado: estábamos en medio de un bosque. Un bosque oscuro y tenebroso.
Me quedé congelada en el sitio.
—Ven… —dijo ella, extendiéndome la mano.
La miré, dudosa. Pero su expresión serena me obligó a confiar. Insistió de nuevo:
—Anda. Tengo que mostrarte algo antes de que regreses con ellos.
Aunque no entendía nada de lo que estaba pasando, acepté. Al tocar su mano, una corriente eléctrica me recorrió de pies a cabeza. Sentí como si algo dentro de mí comenzara a incendiarse. Un viento repentino empezó a girar a nuestro alrededor, envolviéndonos como si estuviéramos atrapadas en un tornado.
Todo volaba a mi alrededor. Mis sentidos se aturdieron. No solté su mano, aunque comenzaba a costarme mantener el agarre. Sentía que la lastimaba, pero ella apretó con más fuerza. Intenté gritar su nombre, pero hasta la voz me fue arrebatada.
Y entonces... el viento cesó.
Caí de rodillas sobre un césped húmedo. El impacto no fue duro, pero me sentía desorientada.
—¿Estás bien? —preguntó Adela, tan serena como antes. ¿Por qué a ella no la había afectado?
—Connie, vamos. No tenemos mucho tiempo.
Intenté levantarme, pero mis piernas no respondieron. Caí de nuevo. Solo con su ayuda logré incorporarme por completo. Me sostuvo con firmeza y me pidió que me apoyara en ella. Mis piernas estaban bien, solo débiles. Aún no lograba reconectarme con mi cuerpo del todo.
—Lo siento —dijo con un dejo de culpa—. Fui algo imprudente, pero necesitábamos llegar rápido.
—¿D-de qué hablas? ¿Q-qué fue eso?
—Una teletransportación.
—¿Q-qué? ¿Cómo… cómo hiciste eso?
—Alguien me enseñó a hacerlo. Pero no hay tiempo para explicaciones. Debemos encontrar algo. Algo que necesitas para continuar tu camino… en este mundo tan confuso en el que se ha convertido todo.
—¿Algo... dentro de mi mente?
—Estamos en uno de tus recuerdos. Uno muy importante. Y aquí debo mostrarte algo.
Adela me llevó hasta un claro dentro del bosque. Allí, la luz del atardecer apenas se filtraba entre los árboles. Y, en medio del campo cubierto de flores, lo vi.
Un bebé...
Un pequeño de ojos celestes, cabello rubio y sonrisa luminosa, jugaba con un molino de papel.
Tragué saliva con fuerza.
Ese bebé…
Las lágrimas comenzaron a escaparse de mis ojos sin que pudiera detenerlas. Mi corazón se encogió. No entendía el porqué de esa reacción tan intensa, pero cada vez que veía a ese niño, en sueños o visiones… algo dentro de mí se rompía.
Me sentía conmovida. Impresionada.
Culpable.
Le indiqué a Adela que podía soltarme. Caminé lentamente hacia el niño, que seguía jugando, ajeno a todo. Adela lo tomó en brazos con ternura. Él le sonrió. Luego me miró… y también me regaló una sonrisa.
Era hermoso.
Era…
—Connie, escucha —la voz de Adela me devolvió al presente—. Lo que tengo que decirte ahora es muy importante.
Desvié la mirada del niño y la volví hacia ella. Adela me observaba con una expresión que nunca le había visto antes… ¿compasión?