Connie.
Me senté de golpe sobre la cama, sintiendo cómo todo dentro de mí hacía explosión mientras leía, con las manos temblorosas, los papeles de adopción de Lyon. No podía creerlo. ¿Entonces esto era lo que Cinthya ocultaba? ¿Esto era lo que la tenía tan nerviosa y preocupada?
Ahora todo cobraba sentido... o al menos su comportamiento.
De pronto, escuché la puerta abrirse. Me congelé al ver a Cinthya de pie en el umbral con el rostro pálido, los ojos clavados en mí.
—¿¡Qué estás haciendo!? —exclamó, alterada. La alarma se activó dentro de mí al notar el temblor en su voz.
Me sentí culpable. Sabía que había ido demasiado lejos. Esto era algo grave, sí… pero yo tampoco tenía derecho a hurgar de forma tan cínica.
—Cinthya, yo… —empecé a decir, intentando explicarme.
Pero ella no me dejó continuar. Se acercó con pasos decididos, y su rostro reflejaba una mezcla de furia y decepción. Me paralicé al ver su expresión.
—¿Cómo pudiste hacer esto? ¿Quién te dijo que podías husmear? —gritó, arrebatándome los papeles de las manos con brusquedad. Di un respingo—. ¡Esto es privado, Connie! Son de mi familia.
Me levanté, intentando calmarla.
—Cinthya, lo siento. Solo quería ayudarte con...—
—¡No tienes derecho! —me interrumpió, con la voz cargada de ira—. ¡No tienes derecho a meter tus narices en los asuntos de mi familia!
Sus palabras me golpearon. Sabía que había cruzado un límite. Había roto la confianza entre nosotras.
—Perdona... sé que hice mal. Es solo que me sorprendió ver...—
—¡Eso no es asunto tuyo! —me cortó otra vez, su voz baja, pero peligrosa.
—Soy su amiga, Cinthya, y si Lyon no sabe esto… si lo estás ocultando, es injusto. Es cruel. ¿O acaso él no lo sabe?
Su mirada cambió. El color desapareció de su rostro. No necesitaba escuchar su respuesta. El silencio de Cinthya me lo dijo todo.
Negué con la cabeza, abrumada. Ella lucía cada vez más asustada. Más culpable.
—Por Dios, Cinthya… ¿cómo pudiste hacerle esto a tu...?—
—¡Porque es mi hermano! —gritó, su voz quebrándose—. ¡Lo es, a pesar de todo! Es lo único que tengo ahora. ¡Mi única familia!
—Pero el hecho de ocultarle esto...—
Cinthya soltó una risa amarga.
—Tú no sabes nada. Y no intentes entrometerte más. Yo solo hago lo que es mejor para él.
—Eso crees tú. Pero Lyon tiene derecho a saber la verdad. A saber quién es realmente. A saber de su origen...
—Si lo descubre... Lyon podría odiarme por esto.
—No lo sabes. Solo estás protegiendo tus propios secretos, tus propios miedos.
Cinthya se quedó helada. Por un instante, creí que iba a golpearme. Pero en lugar de eso, se dió la vuelta. Caminó hasta la puerta, y desde ahí me lanzó una mirada tensa.
—Recuerda, Connie: esto es un secreto. Si le dices algo a Lyon, te vas a arrepentir.
Me sorprendió la amenaza, pero no retrocedí.
—¿De verdad acabas de amenazarme? ¿Qué es lo que temes tanto, Cinthya? ¿Qué estás escondiendo en realidad?
—No es nada.
—¿Dónde adoptaron a Lyon? —pregunté, y ella palideció aún más. Por un momento, creí que iba a desmayarse.
—No... no es importante —balbuceó—. No tengo idea.
—Cinthya, es importante.
—¿Por qué? ¿Qué te importa?
—Solo necesito saber si alguna vez supieron quiénes fueron sus verdaderos padres.
—¡Ya te lo dije que no! ¡Mi abuela tampoco lo descubrió! Solo... lo encontró.
— ¿Tu abuela?¿Lo encontró? —pregunté, sintiendo un latido fuerte en el pecho.
Cinthya empezó a moverse de un lado a otro, visiblemente alterada.
—Connie, ya basta. Eso es todo lo que voy a decirte. Apenas nos conoces. ¿Por qué te importa tanto esto?
No lo dije en voz alta, pero dentro de mí lo supe: había acertado. Y ahora mi mente se llenaba de preguntas.
Lyon… ese chico con el que sentía una extraña conexión, que tenía tantas coincidencias con Lamia… ¿también era huérfano? Ambos lo éramos. Ambos teníamos la misma edad. Ambos parecíamos estar ligados por un destino que no entendíamos.
Recordé la historia que me contó Marco… de cómo fui enviada a la Tierra por el Guardián para ser el recipiente de Lamia. Fui creada por él, no por humanos. Por eso era huérfana. Por eso no tenía familia.
Si mis sospechas eran ciertas… ¿entonces Lyon también fue enviado? ¿También era parte de ese plan?
Un escalofrío recorrió mi espalda. ¿Qué significaba esto? ¿Qué papel jugaba Lyon en todo esto? ¿Qué relación tenía con Lamia… conmigo?
Cinthya interrumpió mis pensamientos, con voz temblorosa.
—Connie, por favor… no indagues más. No quiero que te metas en esto.
Su súplica me lo confirmó: sabía más de lo que decía. Y mi determinación se fortaleció.
Iba a descubrir la verdad. Sobre Lyon. Sobre su pasado. Sobre su vínculo con Lamia.
Nada iba a detenerme.
Me senté en la cama, envuelta en mis pensamientos. Recordé cómo Lyon me recordaba al bebé del sueño. En la calma que me transmitía. En la forma en que parecía que lo conocía de toda la vida.
Lo conocía...
Me levanté y comencé a caminar por la habitación, tratando de organizar mis ideas. Luego me acerqué a Cinthya, con el corazón en un puño.
—¿Qué más sabes sobre eso? ¿Cómo fue que tu abuela lo encontró?
Cinthya no respondió. Me empujó, tratando de alejarme.
—¡No tengo por qué darte explicaciones!
Pero yo no me detuve. La sujeté del brazo.
—¡Me importa él! ¡Necesito saber la verdad!
—¡Suéltame! ¿Te has vuelto loca?
—¡Dime lo que vio tu abuela cuando lo encontró!
Cinthya tembló. Se rindió. Sus hombros cayeron. Su respiración era entrecortada.
—Y-yo… no puedo. Tampoco lo entiendo.
—Te lo suplico, Cinthya.
—¿Por qué diablos te interesa tanto?
—Porque necesito saberlo. No se lo diré, te lo prometo.
Ella me miró por un largo momento. Derramó un par de lágrimas, suspiró hondo... y finalmente asintió.