Connie.
Al atardecer decido dar una vuelta por el refugio. La mayoría de las personas que habitan aquí están en sus habitaciones, en la estancia o realizando otras tareas. Yo ya terminé las mías, y sinceramente me arrepiento de haber sido tan rápida, porque ahora que no tengo nada qué hacer, mi mente se enfoca en ciertas situaciones que pronto me llenan de desesperación y angustia.
Recordar la reacción de Lyon al ver mis cicatrices me inquieta profundamente. Es una sensación extraña, y la voz del pánico dentro de mí me dice que algo malo pasó con eso, pero no logro entenderlo...
¿Por qué reaccionó así? ¿De verdad le impresionaron tanto? ¿Cómo pude no haber tenido cuidado con ellas?
La verdad es que ni siquiera recordaba que las tenía.
Lyon no parecía asqueado ni sorprendido, sino más bien... reconocedor. Como si hubiera visto algo en ellas que lo hubiese asustado.
Me levanto y comienzo a caminar por el refugio, intentando sacudirme esa sensación de inquietud, pero no puedo evitar sentir que Lyon me está evitando por eso, o por lo que sea que le desconcertó tanto de mis horribles marcas. No ha hablado conmigo desde entonces, y cuando lo veo, es breve y distante.
¿Qué pasa? ¿Qué lo asustó tanto? ¿Por qué se mostró como si hubiera visto a un fantasma?
Suspiro y sigo recorriendo los pasillos de este lugar subterráneo, decidiendo ocuparme en algo para distraerme. Comienzo a limpiar una de las estancias, intentando mantener la mente ocupada. La preocupación que me causó la reacción de Lyon incluso me ha nublado la mente para idear un plan para salir de aquí, pero... no quiero irme así, no sin saber qué pasa realmente con él.
Ese chico bobo ya es importante para mí, más de lo que alguna vez imaginé. Y no solo por las sospechas que tengo sobre él y sobre por qué ha soñado con Lamia...
Dios, él... lo siento tan cercano ahora.
~*~
Estoy sentada en el gran comedor, rodeada de las demás personas que viven aquí. Lyon está al otro lado, junto a Mosen; parecen ver algo en el móvil. La ansiedad me consume por un motivo absurdo: solo el verlos y no recibir ni un poco de atención de ese rubio gracioso me llena de una sensación que me hace sentir más que incómoda. Lyon sigue sin hablarme, ni siquiera aquí me mira. Siento que no lo soporto, porque con tanta evasiva de su parte ya me ha hecho entender que realmente tiene algún problema conmigo.
Trago grueso. Ni siquiera puedo comer lo que las amables chicas del refugio me han dado. Frederick, a mi lado, intenta mostrarme un dibujo. Trato de esbozar una sonrisa al ver lo que hizo, pero ni siquiera su gracioso dibujo de un... ¿conejo? me anima.
La mamá del pequeño, que está a su lado, me pregunta si me gustaría ver unas prendas que ya no le quedan y quiere obsequiarme. Le sonrío y, después de decirle un débil "gracias", acepto acompañarla a ver la ropa.
Estoy por decir algo más, cuando Milo llama la atención de todos.
—Amigos, tengo algo que comentarles. Hemos recibido un mensaje de que hay personas que necesitan ayuda. Están al otro lado de la ciudad.
Algunas personas se miran nerviosas.
—¿Al otro lado de la ciudad? ¿Estás seguro? —pregunta uno de los adultos, y Milo solo asiente.
—No sabemos con certeza qué pasó, pero el mensaje fue claro. Al menos seis personas están allí sin recursos, y creo que hay heridos que necesitan atención urgente. Por eso necesito que los muchachos estén listos para esta noche. Debemos irnos cuanto antes.
—De acuerdo. Espero que esta vez no me descartes, ¿vale? Ya me apunté —dice Lyon. Lo miro preocupada, porque Milo ha pedido su cooperación para la misión... esta misma noche.
Milo asiente.
—Bien. Solo necesitamos chicos para esta misión, ¿de acuerdo? Para poder atender si hay heridos que no puedan andar por su cuenta —dice, mirando a los demás con seriedad—. Las mujeres se quedan aquí cuidando el refugio. Los adultos también.
Me pongo de pie junto a algunas otras chicas después de escuchar eso.
—¿Por qué no podemos ir? Milo, nosotras también podemos ayudar.
Milo se vuelve hacia mí y me dedica una mirada de disculpa.
—Lo siento, pequeña Connie. No es que no confíe en ustedes, pero prefiero que se queden aquí cuidando a los adultos mayores. Ellos estarían indefensos si algo sucediera.
Una mujer mayor interviene.
—Pero nosotros también podríamos ayudar, querido.
Milo niega con la cabeza.
—Lo siento, mi señora. Es mejor así para todos. Les suplico que lo entiendan.
—¿Y por qué de noche? —pregunta la madre de Frederick—. ¿No te das cuenta de que es más peligroso?
—Entiendo su preocupación, pero no podemos esperar hasta la mañana. Cada minuto cuenta. Además, de día la ruta es más peligrosa. Las criaturas patrullan las calles y no podemos arriesgarnos a ser descubiertos.
—Entiendo. Entonces no queda de otra —dice Lyon, suspirando y poniéndose de pie—. Iré a prepararme.
Me quedo inquieta al ver a Lyon salir del comedor, pero sé que por más que trate de evitar que él vaya, no lograré nada. Mucho menos ahora que ni siquiera quiere hablarme. También sé que si le suplico a Milo que me permita acompañarlos, no aceptará. Es demasiado necio y preocupado por los demás. Casi tan paranoico como Chris, y un héroe completo como él.
Escucho a Milo dirigirse a los chicos.
—Los espero listos. Al anochecer partimos. Por favor, lleven todo lo necesario, no sabemos cuánto tardaremos.
Los chicos se levantan y comienzan a prepararse.
Me quedo sentada, mirando hacia la puerta, preocupada por lo que pueda pasar. Esto no me da buena espina, y sinceramente es más por Lyon por quién temo ahora...
Después de conversar un rato con la madre del pequeño Fred en su dormitorio, me armo de valor y decido ir a buscar a Lyon. Necesito hablar con él antes de que se vaya con Milo y los demás chicos. Sigo sintiéndome temerosa por él y por todo lo que ha pasado. Necesito saber al menos qué ocurre o moriré de angustia mientras él no esté.