Connie.
Me encontraba en la estancia principal, rodeada de Milo, Christopher y algunos refugiados. Christopher le explicaba algo a Milo, y yo me acerqué para escuchar.
—...y así logramos crear un nuevo campo de energía que repele a cualquier ser oscuro o persona con malas intenciones que intente acercarse. Pueden sentirse a salvo.
Milo asintió, interesado.
—Se los agradezco. ¿Y si alguien intenta romperlo?
—El campo es muy resistente. Si alguien lo ataca, se refuerza automáticamente para proteger el refugio.
Emmett intervino entonces:—Este campo es especial. No solo repele la oscuridad: oculta el refugio por completo. Los Oscuros, los demonios, cualquier persona corrompida… ninguno puede verlo ni encontrarlo. Es como si el lugar no existiera para ellos.
No pude evitar preguntar, intrigada:
—¿Y cómo funciona exactamente?
—Es algo complicado, bella. Pero en resumen, el campo genera una resonancia vibratoria que vuelve invisible al refugio para quienes no están en sintonía con su energía.
Emmett añadió:—Exacto. Es como si vibrara en otra frecuencia. Solo quienes están en armonía con esa vibración pueden verlo.
Me impresionó la explicación, aunque no la comprendí del todo. Aun así, al menos ahora sabía un poco más de lo que se trataba. Solo esperaba que realmente funcionara. Y no porque dudara de sus habilidades, sino porque temía que sus energías fueran demasiado intensas, demasiado fáciles de rastrear, incluso aquí.
—¿Y qué pasa con los que ya fueron consumidos por su oscuridad? —pregunté con cautela—. ¿Aquellos cegados por su deseo de saquear o matar?
Christopher y Emmett se miraron brevemente, y Christopher respondió después, tratando de ser cuidadoso de nuevo:—Son los más peligrosos. Pero también quedan fuera. El campo no solo los ciega al refugio, también los mantiene alejados.
Sus palabras me tranquilizaron. Al menos por ahora, estábamos protegidos.
Milo al fin.habló con voz ronca:—Gracias... No sé qué habría pasado sin esto. Para mí lo más importante siempre ha sido mantener a estas personas a salvo… son mi familia. No sé cómo hacen todo esto, pero gracias.
Emmett sonrió.
—No todos podemos. Algunos, como los sargentos, tenemos dones especiales para proteger. Pero Christopher… aunque solo sea un soldado, también es único. Gracias a él pudimos fortalecer el campo.
Milo lo miró con renovada curiosidad.
—¿De veras? ¿Y qué te hace tan especial?
—Nada importante. Solo un poco de poder luminoso que me permite ayudar de vez en cuando. El verdadero mérito es de Emmett.
—Vaya… —Milo se volvió hacia mí, con cierta picardía—. Ahora entiendo por qué son tan importantes para ti, pequeña Connie.
Me ruboricé con su comentario y le devolví una sonrisa tímida.
—Lo son por muchas razones, Milo. —Le dediqué una mirada a Chris, que me observaba con una sonrisa discreta—. Les debo todo. Y confío en ellos. Harán lo que sea por mantenernos a salvo.
Los dos me sonrieron, y yo me sentí orgullosa de ellos, de cómo trabajaban juntos para protegernos. También agradecí que Milo empezara a verlos no cómo una amenaza, sino como aliados.
—Christopher es muy poderoso —dijo Emmett de pronto, volviendo a elogiarlo—. Gracias a él pudimos camuflar el lugar.
Noté cómo Milo y Chris se tensaban. Ni siquiera se miraban. Milo cruzó los brazos con aire desafiante, y Christopher permaneció serio, incómodo.
—Se mete en problemas, sí —continuó Emmett—, pero ha hecho cosas increíbles para ayudar a tanta gente.
—Vamos, Emmett, basta… —murmuró Chris.
—¿Por qué te molesta que lo diga? Es la verdad.
—Sí, pero no es necesario…
—Lo es. Quiero que quede claro.
Christopher mantuvo la expresión neutra, sin buscar crédito alguno, aunque era evidente que se incomodaba. Milo, en cambio, parecía reaccionar con cierto recelo, como si la desconfianza hacia Chris aún lo carcomiera. Sus ojos no podían engañarme: había algo de celos en ellos.
La tensión se volvió casi asfixiante. Emmett insistía en resaltar las hazañas de Chris, mientras Milo endurecía cada vez más su semblante. Pero cuando Emmett mencionó su poder de sanación y cómo había curado a los refugiados, Milo finalmente cedió.
—Lo entiendo… y es algo que nunca podré pagarle —dijo con voz más suave—. Gracias, Christopher.
Chris simplemente asintió, serio.
Yo, en silencio, percibía con claridad que algo más ocurría entre ellos. Había una tensión no dicha, un resentimiento oculto que flotaba en el aire, haciéndome sentir incómoda en medio de los tres.
Intenté desviar el tema, pero antes de que pudiera decir algo, Christopher me interrumpió:—Emmett y yo saldremos a buscar comida. No queremos que Milo cargue solo con esa responsabilidad.
Milo se tensó al escucharlo.
—No es necesario. Ese es mi trabajo. Además, no estoy solo, tengo a mis chicos.
Christopher insistió con calma:—Podremos encontrarla más rápido si trabajamos juntos.
—Sí, Milo —añadió Emmett—. Déjanos ayudarte, así todo será más fácil.
Milo se cruzó de brazos, aún luciendo algo renuente.
—Soy el líder. Es mi deber encargarme de eso. Los chicos y yo podemos hacerlo.
Más que preocupado, parecía celoso y ofendido por la ayuda que le ofrecían.
—Milo, no les vendría mal un poco de apoyo —dije suavemente, intentando convencerlo—. Christopher y Emmett pueden aportar mucho. Sus dones son útiles en esta situación.
Él bufó con resignación.
—Lo sé, me lo han dejado claro, pero…—
Christopher lo interrumpió con firmeza:—Milo, déjanos hacerlo. Es lo mínimo después de habernos recibido aquí.
—Estoy segura de que ellos podrán encargarse, Milo —agregué con tono suplicante—. Antes ya lo hacían. Y gracias a lo que son, pueden encontrar lo útil sin tanto esfuerzo, ahorrándote a ti y a tus hombres un desgaste innecesario.
Christopher habló entonces, mirándonos con seriedad.