Christopher.
Después de horas de viaje, finalmente llegamos a la Reserva Indígena de Tohono O'odham. El paisaje era igual de vacío y solitario que los demás lugares que habíamos visitado. La carretera estaba desierta, y solo se escuchaba el sonido del viento y el crujido de las ramas de los árboles que ahora nos rodeaban y le daban un aspecto un poco terrorífico al sitio.
Nos bajamos del auto y comenzamos a caminar por la reserva, con mucha cautela. No podía bajar la guardia, apesar de la calma que ahora percibía. El silencio era opresivo, y parecía que éramos los únicos seres vivos en kilómetros a la redonda, pero, aún así, debía mantenerme alerta. Podía decir que ya estaba un poco paranoico, pero motivos fuertes tenía, después de lo que había pasado con esos Anónimos.
Milton se detuvo en seco y miró a su alrededor.
— ¿Qué es eso?— , preguntó, señalando hacia una estructura a la distancia.
Seguimos su mirada y vimos una cabaña en buen estado, rodeada de árboles y arbustos.
Abigail se acercó a la cabaña y la examinó.
— No siento la presencia de nadie aquí.
— Vamos a investigar— dije, acercándome también.
Nos acercamos a la cabaña, Abigail avanzando con cautela para asegurarse de que no hubiera nadie alrededor. Milton inspeccionó la estructura, buscando cualquier señal de peligro o debilidad. Mientras tanto, yo me llevé a Connie en brazos, ya que ella aún se encontraba dormida.
— Ya estamos a salvo, bella — le susurré y Connie se movió ligeramente en mis brazos, pero no se despertó. Yo sonreí, sintiendo una sensación cálida dentro de mi pecho. Verla tranquila, entre mis brazos, me hacía sentir un poco de paz también.
Abigail regresó después de un momento, su mirada escaneando el área.
— No creo que haya alguien cerca, Chris. Ya no sé si eso es bueno o malo.
— Es extraño que también hayan huído de aquí. El lugar luce intacto, parece que no hubo ningún ataque de nada.
Milton asintió con la cabeza.
— También me he dado cuenta de eso, pero al menos la ausencia de humanos lo hace sentir todo tan tranquilo y seguro aquí.
Asentí con la cabeza, sintiendo una sensación de alivio.
— Bien. Vamos a entrar para descansar un rato.
Abigail abrió la puerta de la cabaña y nos permitió entrar. La cabaña era pequeña y sencilla, pero estaba limpia y ordenada. Había una chimenea en el centro de la habitación, y una mesa y sillas en un rincón. Yo llevé a Connie a una de las habitaciones del fondo después. Al divisar una pequeña cama, la acosté con cuidado. Ella se movió ligeramente, pero no se despertó. Yo sonreí y le besé la frente. Aún dormía pacíficamente. Me senté a su lado y le tomé la mano, sintiendo su calor y su suavidad. La miré con dulzura, admirando su belleza por un momento.
— Estás tan hermosa cuando duermes, cuando luces en paz. Ojalá pudiera otorgarte toda la necesaria para calmar todo lo que sientes en éstos momentos— le susurré, sintiendo cómo mi corazón se estrujaba. Besé su mano y después la pose delicadamente sobre mi mejilla —. La encontraré, bella. Prometo hacerlo. Yo también ya la necesito.— solté, sintiendo un nuevo nudo en la garganta.
Ya había sido suficiente para mí también, ni siquiera me había detenido a meditar todo este caos, no tenía tiempo para eso, sólo quería actuar, moverme para resolverlo. El detenerme a contemplarla cómo ahora... era lo que me recordaba de nuevo todo este infierno, pero lo que también me hacía sentir tantas fuerzas y tanto anhelo por querer arreglarlo. Acabarlo.
Lo haría..
—Descansa, mi amor. Estás a salvo.
Me quedé sentado allí durante un rato, simplemente disfrutando de la presencia de Connie y de la paz que nos rodeaba. Contemplaba también la habitación de la cabaña. La luz del sol se filtraba a través de las ventanas, iluminando el espacio con una calidez cálida. La cabaña parecía haber sido abandonada por sus dueños, pero todavía se podía sentir la presencia de la gente que había vivido allí.
Me acerqué a una de las estanterías y examiné los objetos que había allí. Había algunos libros, una lámpara de aceite, y un pequeño cuadro de una mujer indígena. Me pregunté quién sería la mujer del cuadro y qué historia tendría detrás.
El sonido chillante de la puerta de madera abriendose, fue lo que me hizo despegar de golpe la mirada de ese cuadro, y, al girar, fue a Abigail a la que encontré cerca en la entrada de la habitación.
— Yo... Lo siento. Sólo quería saber si todo se encontraba bien — susurró después de dedicarle una mirada a Connie, y darse cuenta de que aún seguía dormida—. ¿Ella... está bien?
—Sí... está bien. Un poco agotada, pero bien.
Abigail asintió con la cabeza, desviando su mirada.
—Me alegra. Me siento feliz de que la hayan encontrado con bien, Chris. De verdad...
— Gracias. Fue un milagro que la hayamos encontrado con vida... de nuevo.
Su expresión cambió y se puso seria de nuevo.
— Yo... Milton quiere que vayamos a investigar el lugar. Me pidió que te preguntara si querías venir, pero supongo que no la querrás dejar sola.
— Oh...— es lo único que salió de mí, después de escucharla. Me alejé de la estantería y aclaré mi garganta para decir:— Creo que es mejor que yo lo acompañe, pero tienes razón... No es seguro que ella se quedé sola aquí, así que...—
— ¿Qué pasa, Chris?
— ¿Podría pedirte ese favor a tí?
Ella me miró confundida después.
— ¿De qué hablas?
Me quedé en silencio y le dediqué una nueva mirada a Connie. Parecía que seguía profundamente dormida. Suspiré, y enfrenté a Abby de nuevo.
— Yo... ¿Podrías quedarte aquí en mi lugar? De verdad no quisiera dejarla sola. También quisiera que descansarás un poco. Ha sido un día duro también para tí.
Ella bufa y después se cruza de brazos.
— ¿Por qué parece que te cuesta tanto pedirme eso? ¿Acaso no confías en que yo pueda cuidar de ella?