Hermosa oscuridad

Capítulo 30

Connie.

El beso de Christopher fue cómo un rayo atravesándome el cuerpo. Sentí que flotaba en el aire, sin control alguno sobre mis sentimientos o mis acciones. Ya no podía pensar, ya no podía razonar: solo existía él, su cercanía, el perderme en todo lo que me estaba ofreciendo en ese instante.

Su boca se movió sobre la mía con una intensidad que me dejó sin aliento, más allá de lo que jamás habría imaginado. Era cómo ser consumida por el fuego de su deseo. Había en él una mezcla perfecta de habilidad y dominio; guiaba cada movimiento, mantenía el control… pero aun así podía sentir cómo luchaba por contener algo más profundo, más salvaje. Y esa lucha, lejos de tranquilizarme, me abrumaba, dejándome aún más a su merced.

Mi cuerpo respondió al suyo sin resistencia, mis labios se abrieron para recibir los suyos, y mis brazos rodearon su cintura, atrayéndolo con desesperación. La habitación desapareció. El mundo turbado de afuera dejó de existir. Sólo quedábamos nosotros dos, sumergidos en un torbellino sin tiempo ni espacio, besándonos con una intensidad que parecía no tener fin.

Apenas lograba seguirle el ritmo; me costaba asimilar lo que estaba sucediendo. Era distinto a las otras veces. Chris ya no era amable, ni cuidadoso. Mordía y lamía mis labios, arrancándome un dolor placentero, encendiendo en mí un deseo voraz. Su cuerpo se acercaba más y más al mío, hasta cubrirme, hasta hacerme sentir atrapada bajo él… y eso, en lugar de asustarme, me incendiaba.

De repente, Christopher se detuvo. Se apartó apenas, aunque su mirada permaneció clavada en la mía. Fue cómo despertar de un sueño.

Mi respiración se volvió superficial, temblorosa.

—Connie… —susurró, con voz baja, estremeciéndome por completo—. Te quiero… y ya no puedo seguir conteniéndome, pero... no quiero… no quiero incomodarte si tú aún no lo quieres. Yo...—

—Chris… yo estoy bien, yo…—

—Si no estás lista, dímelo ahora. Todavía estoy cuerdo cómo para detenerme y…—

—N-no… yo… —negué, con el corazón desbocado. Sus ojos violetas brillaban con un fulgor extraño, entre preocupación y algo que me intimidaba. Tragué saliva, buscando valor—. Yo… no quiero que te detengas. P-por favor.

Su mirada se transformó. Lo ví sorprendido, casi incrédulo, y al mismo tiempo más intenso, más abrumador. El silencio entre nosotros se volvió asfixiante, hasta que lo escuché tragar grueso.

—Connie… necesito que estés completamente segura.

—Chris…—

—No tienes idea de cuánto te anhelo. No sabes todo lo que me he contenido para no asustarte. Connie… soy un maldito demente por ti. Y si cruzamos esta línea… no voy a poder ser amable.

Sus palabras me hicieron temblar de nervios… pero también de deseo. Porque era verdad: yo lo deseaba. Nunca había sentido algo así por nadie, y si alguien podía provocar este torbellino en mí, ese alguien sólo podía ser él. Christopher, con su belleza arrebatadora, con esa atracción peligrosa que me hacía querer arriesgarlo todo.

Lo amo… y estoy segura de que es con él con quien quiero hacerlo. Con quien quiero arriesgarme a perderlo o ganarlo todo.

—Christopher… —murmuré, apenas audible—. Yo también te quiero. Y por eso no tengo miedo. Porque siento lo mismo que tú… porque también te necesito. Así que… por favor… tómame.

Ví cómo sus ojos se encendían con una emoción nueva. Una sonrisa temblorosa apareció en sus labios, suavizando la intensidad que emanaba de él. Se inclinó de nuevo, pegando nuestras frentes, uniéndonos hasta que nuestros cuerpos se buscaron otra vez, tensos.

—Te amo, Connie —dijo con voz grave, profunda, provocándome un escalofrío que me recorrió entera—. Te amo más que a nada. Pero prométeme algo... si en algún momento no te sientes cómoda… deténme.

Su seriedad me hizo temblar, pero asentí, intentando aparentar calma mientras por dentro me desbordaba un terremoto de emociones. El calor de su piel atravesaba su ropa, y mi corazón se aceleró aún más.

Me sentía vulnerable, sí, pero al mismo tiempo había algo en él que me daba seguridad. Algo que me hacía confiar ciegamente.

Y entonces, sin palabras, volvió a besarme. Esta vez con una pasión más feroz, más posesiva. Me sorprendió, pero también me hizo sentir más viva que nunca. Christopher se apartó de mí un instante, y en sus ojos brillaba una intensidad que me hizo contener la respiración. Con un movimiento lento se despojó de su camiseta, revelando su torso fuerte y definido. Sentí cómo mis ojos se abrían de par en par, y cómo el calor me subía al rostro y se expandía por todo mi cuerpo. Era imposible no mirarlo, pues su piel parecía ser perfecta, hermosa e imponente. Quería tocarlo, sentirlo… y al mismo tiempo huir, porque aquello era demasiado para mí.

Me quedé cómo en trance, contemplando su piel. Era cómo ver la perfección hecha carne. Su piel parecía suave, luminosa, sin una sola imperfección; sus músculos se dibujaban cómo si hubieran sido esculpidos en mármol. Había algo casi divino en él, algo que me sobrepasaba y me dejaba sin palabras.

Mi corazón latía desbocado. Sólo podía mirarlo, preguntarme si todo esto era real, si él... era real...

Estaba nerviosa. Sabía que estaba a punto de cruzar una línea que nunca antes había cruzado, pero no me importaba. Lo quería. Lo necesitaba. A pesar de todo, en medio de la oscuridad que nos rodeaba, estábamos ahí, porque nos amábamos. Porque eso, de algún modo, nos había salvado y mantenido con vida. Merecíamos ese momento.

Christopher se acercó otra vez, y esta vez sentí de lleno el calor de su piel. Me miró fijamente y en sus ojos brillaba un deseo más oscuro, más profundo.

—Connie… —dijo con voz baja, suave, mientras me miraba de arriba abajo. Tragué saliva al escuchar esa voz y sentir ese peso en su mirada—. ¿Puedo verte también?

No pude contestar de inmediato...

Los nervios me habían paralizado. Sabía a qué se refería, pero me faltaba valor para hacer un movimiento, para despojarme de mi ropa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.