Christopher.
Sentí cómo todo dentro y fuera de mí se paralizaba de golpe, dejándome más desconcertado que antes. Las palabras de Lía me golpearon cómo un bloque de hielo. Después de unos segundos de tenso silencio, intenté decir algo… pero mi voz se quebró al ver a Connie salir de la cabaña.
Maldición...
Nos miraba ahora con una expresión entre confusión y terror. Sus ojos se posaron en Lía, que seguía de pie frente a mí, y su rostro se tornó pálido cómo el papel. No dijo nada. Sólo se quedó ahí, inmóvil, con la mirada fija en ella, cómo si el miedo la hubiese petrificado.
Me alarmé por su reacción y dí un paso hacia ella.
— Bella, tranquila, no hay peligro —dije, intentando mantener la voz serena—. Lía… sólo ha venido a…—
Pero Connie no me escuchaba. Seguía observando a Lía con una mezcla de miedo y desconfianza. Sabía que debía calmarla, pero ni yo mismo entendía todavía lo que estaba pasando en realidad. Me acerqué un poco más y tomé su mano, intentando que se concentrara en mí. Estaba temblando.
—Connie, amor, mírame —susurré, acariciando su mejilla para que alzara la vista—. No pasa nada. Ella no…—
—Chris… Ella es…—
—Lo sé. Pero escúchame, ha prometido no hacernos daño.
Lentamente, Connie desvió la mirada hacia mí. Tenía los ojos cargados de miedo y desconcierto.
—Está bien —dije con firmeza—. Lía sólo quiere hablar con nosotros.
Ella asintió débilmente y se colocó a mi lado. Lía nos observó con una sonrisa extraña, que no me gustó en lo absoluto.
—Oh, pobrecita —dijo con tono sarcástico, sin apartar sus ojos oscuros de Connie—. ¿Tan asustada estás de mí? ¿Crees que voy a devorarte viva? Por favor… eso nunca fue lo mío.
Connie se tensó, y yo sentí cómo mi paciencia empezaba a agotarse.
—No te preocupes, querida. No estoy aquí para hacerte daño… al menos, no todavía.
Inspiré hondo, conteniéndome. Sabía que su naturaleza la llevaba a comportarse así, pero aun así… algo en su tono me crispaba.
Lía se detuvo frente a Connie y la miró con una expresión más seria.
—Escucha, niña. Sé que tienes miedo, y es normal. Pero no voy a lastimarte. Eso ya no me interesa… menos con alguien cómo tú. Parece que ya perdiste tu chispa.
Le lancé una mirada dura a Lía, pidiéndole sin palabras que se detuviera. Ella, en cambio, sonrió con cinismo.
—Vamos, deja de mirarme así. Es incómodo. Y, sinceramente, me sorprende. Nunca imaginé ver a la que se supone que es Lamia… temblando de miedo.
—Yo… no soy ella...
—Descuida, ya lo he notado —respondió Lía, mirándola de arriba abajo.
Le lancé otra advertencia con la mirada, pero sólo se encogió de hombros.
—Ya basta, Lía. Si quieres que confiemos en ti, entonces compórtate —le dije, esforzándome por mantener la calma—. No necesitamos tus juegos. ¿Qué viniste a decirnos?
Lía me observó con una leve sonrisa que no llegó a sus ojos. Luego suspiró.
—Tienes razón, Chris. Lo siento. Me dejé llevar… Es que de verdad es sorprendente.
Rió con suavidad, y ese sonido me irritó más que cualquier grito. Después se interrumpió a sí misma y, tras unos segundos de silencio, habló con una voz más grave.
—Está bien, me calmo. Vine a hablarles de algo importante.
Connie y yo intercambiamos una mirada. Algo en su tono nos puso alerta.
—Christopher… El Guardián ha capturado a Evan.
Sentí un golpe seco en el estómago después de escuchar eso.
Lía me observó con cautela, sabiendo el efecto que sus palabras tendrían. Pero no añadió nada más; sólo esperó a que yo procesara la noticia, pero no podía...
El aire se me escapaba del pecho.
Aquello sonaba a pesadilla.
—¿Qué...? ¿Cómo pasó?
—Chris… —susurró Connie, pero no le pude responder de inmediato.
—¡¿Cómo pasó, Lía?! ¡¿Qué ocurrió en realidad?! ¡Habla! —grité, con una furia que incluso pareció estremecerla.
—Y-yo… No lo sé. Fue una trampa... le hizo creer que los había capturado a ustedes y Evan... sólo decidió actuar.
Un escalofrío recorrió mi espalda.
El Guardián… claro. Lo perseguía igual que a nosotros. Y después de que Evan la siguió, y se convirtió en un Oscuro por ella, las razones del Guardián para cazarlo se multiplicaron.
Esto era grave. Muy grave...
—Lía… si el Guardián fue capaz de…—
—Sigue vivo, Christopher —me interrumpió de inmediato, con voz tensa y desesperada—. Lo sé. Lo siento por el lazo que compartimos. —Me miró con los ojos brillando de angustia—. Lo sé, pero está débil… casi apagado. Tenemos que hacer algo.
Sus palabras me desarmaron. En su rostro había algo que no encajaba con la criatura oscura que conocía o que había visto antes con Evan...
—Christopher —continuó—, te ayudé a escapar de los Anónimos por una razón. Sé que no te negarás a lo que voy a pedirte.
—Lía…
—Necesito su ayuda para encontrarlo. Está en el refugio del Guardián. Si logramos entrar…—
—¿Entrar ahí? —la interrumpí, incrédulo—. ¿Tienes idea de lo que estás pidiendo? ¿De lo que implicaría eso?
—¡Debemos encontrar la forma! —gritó ella, dando un paso hacia mí—. ¡Recuerda que se trata de Evan!
Su desesperación me golpeó de verdad, dejándome más allá de lo afectado.
—Christopher… no me gusta cobrar favores a los amigos de mi Eileen, pero esta vez debo hacerlo. Por él.
—Lía, lo sé… —dije, llevándome una mano al rostro—. Maldición, claro que quiero ayudarlo. Pero… ¿te das cuenta? ¿El refugio del Guardián? Es imposible que logremos salir vivos de ahí.
—¡No lo harás solo, carajo! —rugió ella, con los ojos brillando de rabia contenida—. ¡Debe haber una manera!
—¿Y qué propones? ¡Eres una maldita Oscura! ¡No durarás ni un segundo ahí dentro! ¡Eres una maldita oscura y a nosotros nos están cazando ahora todos los sargentos!
—¡Eso no importa, mierda! ¡Tenemos que sacarlo de ahí!
Su grito me hizo sentir más frustrado.
La veía tan alterada, tan humana, que algo dentro de mí cambió. Siempre creí que sólo lo quería cómo un instrumento, una marioneta para su causa, pero… ahora no estaba tan seguro.