Christopher.
Lía y yo avanzamos con cautela hacia el interior del Refugio Celeste. Connie, Milton, Abby y los otros Oscuros se quedaron atrás, vigilando a distancia y asegurándose de que no hubiera sorpresas desagradables. Al acercarme comprobé que el lugar era impresionante: paredes de mármol blanco, columnas de oro y una cúpula que parecía flotar sobre nuestras cabezas. Pero lo que más me llamó la atención... fue la paz que se respiraba, cómo si el Refugio fuera un oasis en medio de un desierto de conflicto y violencia, aunque sabía que esa calma podía romperse en cualquier instante si nos descubrían.
Lía me rozó el brazo y señaló hacia delante.
—La prisión donde está Evan está en el corazón de este lugar. Él ya me lo había contado una vez, para advertirme lo que podría pasarnos a cualquiera de los Oscuros si nos capturaban. Es un sitio muy seguro, pero creo que podemos infiltrarnos sin problemas gracias a la energía que nos envuelve.
Asentí, esforzándome por mostrarme sereno. Sabía que la prisión estaría llena de soldados Anónimos y que sería difícil pasar desapercibidos, pero la seguridad con que hablaba Lía me devolvió algo de confianza.
Señaló una puerta lateral que aparentaba ser la entrada principal.
—Por ahí. Siento algo de él. Pero tenemos que tener cuidado: los sargentos están por todas partes.
—Eso es seguro. Lo que siento ahora es… impresionante.
Respiré hondo y la seguimos, pegándonos a las sombras para evitar a los Anónimos que patrullaban. De pronto se oyó un grito de alarma desde una torre de vigilancia: un centinela había visto algo sospechoso y dió la voz de alerta. Lía me tiró del brazo y me metió a un lado; un pasillo estrecho se abrió ante nosotros.
—¡Rápido! —susurró—. ¡Haz que los demás se muevan también!
Tras advertir a los demás, nos ocultamos en ese pasillo. Lía se pegó a mi lado; su respiración era rápida y entrecortada. Escuchamos los pasos de los soldados acercándose, el roce de armaduras y el tintineo de armas. Mi corazón golpeaba con fuerza dentro de mí, parecía que nos iban a encontrar. Entonces, desde otra zona del Refugio, volvió a oírse un grito de alarma que los distrajo. Se dieron la vuelta y corrieron hacia el lugar de donde provenía.
Me giré para comprobar a los demás. Connie estaba junto a Abby y Milton; se la veía algo agitada.
—¿Estás bien, bella? —le pregunté.
—Sí —asintió—. Estamos bien.
Lía llamó mi atención de nuevo.
—Vamos. Tenemos que seguir. Ya han sido alertados de algo y eso no es bueno.
Salimos con más prisa, tratando de ser aún más cautelosos. El Refugio se encontraba en cierto caos; todos estaban en guardia. De pronto, un grupo de soldados Anónimos salió corriendo por uno de los corredores largos.
Lía me agarró del brazo y me empujó hacia una pequeña puerta en la pared.
—¡Vamos! ¡Corran!
—¡Váyanse! —gritó alguien—. ¡Yo me encargo!
Dejé que los demás avanzaran para protegerlos, pero antes de reunirme con ellos escapando, un sargento Anónimo reparó en mí. No parecía reconocerme; no me había marcado todavía cómo intruso, sino que parecía desconcertado por verme allí.
—¿Qué haces aquí? ¿Eres soldado?
Me apresuré a improvisar una excusa creíble después.
—Yo… Estoy en ronda de inspección.
—La alarma ha sonado. Deberías custodiar la zona del llamado —dijo, con tono escéptico, aunque su mirada parecía creer, al menos por ahora, mi versión. Su atención se dirigió entonces hacia el pasillo por donde habían huido los demás y su expresión se endureció—. ¿Y quién más está contigo?
Tragué grueso y miré hacia el pasillo; pensé que ya se habían ido, pero en realidad los veía cerca, ocultos. A pesar de ello, el sargento parecía haberlos avistado. Sabía que la energía de Lía estaba siendo opacada por la mía y que, si el soldado la examinaba con cuidado, descubriría que era una Oscura.
—Es… eh… —balbuceé—. Ha venido también mi compañera de armas. Trabajamos juntos ahora. La alarma se escuchó por aquí y nosotros…—Me detuve, buscando una forma de que su duda no se convirtiera en investigación—…Estamos trabajando juntos ahora. La alarma había sonado principalmente por aquí y nosotros… —me detuve al ver que el soldado miraba con más detenimiento hacia ese pasillo; su expresión indicó que estaba a punto de descubrir la verdad...
Si llegaba a escrudiñar el alma de Lía, notaría que era una Oscura, y todo estaría perdido.
—¿Es así? ¿Y por qué se oculta? —preguntó, con la voz afilada.
Un nervio me vibró en la garganta. Tenía que improvisar algo rápido o todo se vendría abajo.
—No siento la energía luminosa de ella. Es muy débil. No puede ser sargento de aquí ni soldado —añadió, con dudas en su tono.
Me quedé sin saber cómo reaccionar. Los segundos se estiraban cómo cuchillos. ¿Cómo explicar a Lía? Traté de forjar una excusa creíble, pero antes de que pudiera decir nada, Lía apareció, no físicamente, sino en mi cabeza.
Su voz me atravesó.
"—No te preocupes, Chris. Sigue con el plan."
Aquello me paralizó un instante. Traté de responder por telepatía; le envié: "—¿Y si nos descubren? Él ya notó algo raro en ti. —"
El sargento dio un paso hacia Lía con la mano extendida, cómo para reconocerla. Entonces alguien lo atacó por detrás y lo dejó inconsciente. Me giré y ví que había sido uno de los Oscuros que nos acompañaban. Milton y Abigail llegaron en ese momento; entre los tres lo escondieron con rapidez.
—Bien. Ya empezamos con la sangre.
—¡Deja de bromear y ayúdanos! —le exigió Abigail—. ¡Acabamos de salvarte! ¡Así que mínimo ayuda!— le exigió Milton y Lía después de rodar los ojos al cielo, asintió y se acercó a ellos para ayudar a ocultar al soldado.
—No creo que permanezca inconsciente mucho tiempo. Tenemos que darnos prisa.
Tras ocultar al soldado, reanudamos la búsqueda. Corrimos, escurridos entre los pasillos del Refugio. Milton y Abigail iban delante; Lía y yo, detrás. Echaba miradas fugaces a Connie, que corría a mi lado con su nueva apariencia: cabello más claro, ojos más brillantes, pero la misma mirada que me había atraído y puesto tan nervioso desde que despertó tras lo ocurrido en el Oscuro Paraíso.