Hermosa oscuridad

Capítulo 34

Connie.

Me quedé paralizada, sintiendo cómo algo dentro de mí también se congelaba. No podía creer lo que estaba viendo en este momento. Connor… mi mejor amigo de la infancia, estaba allí, de pie en la entrada de la cabaña.

Estaba aquí...

Por un instante, mi mente se quedó completamente en blanco.

¿Cómo era posible?

Después de aquel mensaje que él había enviado a una de las redes sociales de Lyon, no supe más de él. No hubo respuestas, ni señales, nada. Y ahora estaba frente a mí, sonriendo cómo si el tiempo no hubiera pasado, cómo si nada hubiera ocurrido.

Alegría, sorpresa, incredulidad… todo se mezcló dentro de mí, desbordándome. Apenas podía mantenerme en pie. Apenas podía creerlo...

Sin pensarlo, corrí hacia él y lo abracé con todas mis fuerzas. Sentir su cuerpo cálido, familiar, tan real… me confirmó que no era un sueño.

—Co-Connor… —susurré, con la voz quebrada por la emoción—. ¡Creí que nunca volvería a verte! ¡¿Cómo es posible que tú…?! No puedo creerlo…

Connor me devolvió el abrazo, con esa calidez que siempre había tenido.

—Tranquila, Colibrí —murmuró, sin dejar de abrazarme—. No sabes cuánto deseaba verte de nuevo… Yo también pensé lo peor.

Las lágrimas comenzaron a brotar sin que pudiera evitarlo. Tenerlo cerca, sentir su voz y su presencia otra vez… era demasiado. Demasiado hermoso, demasiado irreal.

Noté el silencio que nos rodeaba. Todos se habían quedado quietos, observando. Christopher me miraba con una mezcla de sorpresa y confusión, mientras Adela sonreía con ternura, cómo si comprendiera lo que esto significaba para mí.

Era todo...

Pues él y Berit eran toda la familia que conocía antes.

—¿Cómo… cómo estás aquí? —pregunté apenas, entre sollozos—. ¿Cómo llegaste hasta aquí?

Él intentó responder, pero no lo dejé. Seguí abrazándolo, aferrándome a él cómo si temiera que desapareciera si lo soltaba. Todo el peso de la separación, del miedo y la incertidumbre, parecía desvanecerse con ese contacto.

Connor suspiró y me estrechó un poco más.

—Te lo explicaré todo, pequeña Cornelia, te lo prometo —dijo, mirándome con esos ojos azul oscuro que tanto recordaba—. Pero antes necesito que respires. Luces débil… vamos, tranquila.

Me esforcé por hacerle caso. Lo solté despacio, aunque mis manos seguían temblando.

—Connie, no sabes cómo me sentí cuando supe que la prisión en la que estabas se había incendiado —confesó, con la voz cargada de emoción—. Pensé que te había perdido para siempre.

Un nudo se formó en mi garganta. Recordar aquel lugar seguía siendo doloroso… y escuchar que él había sufrido también por eso, lo hacía aún más difícil.

—Te creí muerta… —continuó—. Pero dos meses después del incendio, Adela vino a Hamburgo a buscarnos, a Berit y a mí. Nos dijo que estabas viva, que nada te había pasado, y que iría a encontrarte. Dijo que para ella era importante el hacérnoslo saber… porque sabía que tú eras todo para nosotros.

Mis labios temblaron. No sabía que Adela había hecho eso por ellos… por mí.

—Le pedí que me llevara con ella —añadió Connor—. Necesitaba verte con mis propios ojos. Quería asegurarme de que estabas bien.

Una sonrisa débil se asomó entre mis lágrimas. El sólo hecho de que hubiera arriesgado tanto para venir… lo decía todo.

—Connor… —murmuré, sin saber cómo expresar lo que sentía.

Él me miró con ternura.

—No sabes todo lo que pensé después de aquel incendio. Incluso intentaron buscar entre los cuerpos alguna señal de que tú… —su voz se quebró, y negó con la cabeza antes de continuar—. No. Yo me negué a creer que te habías ido.

Mis lágrimas volvieron a caer, y lo abracé una vez más.

—Estoy aquí, Connor —susurré con fuerza—. Estoy aquí. Yo también te extrañé. Cómo no tienes idea...

No había palabras suficientes. Sólo el silencio, los latidos, y el alivio de saber que él seguía existiendo.

—Por eso quise venir —dijo en voz baja—. No podía perder la oportunidad de volver a verte.

Asentí, temblando todavía.

— Tú y Berit… siempre estuvieron en mi mente. Les contaré todo lo que pasó, lo prometo.

— Ella también quería venir con nosotros —continuó—, pero sus padres se lo prohibieron. Estaba muy preocupada por ti.

Sonreí con ternura y negué suavemente, agradeciendo por dentro que Berit tuviera a personas que la cuidaran y se preocuparan tanto por ella. Al parecer así seguían siendo los Fothem.

—Está bien —respondí—. Me hubiera encantado verla también, pero me alegra saber que está en buenas manos. Yo... He estado a salvo gracias a mis nuevos amigos. Bueno... Christopher, Milton, Abigail y Emmett. Todos ellos me han ayudado más de lo que imaginas… En especial Christopher.

Sentí cómo mi voz se tensaba al pronunciar su nombre. La discusión que habíamos tenido sobre Adela todavía me pesaba, y la incomodidad en el ambiente se volvió casi palpable.

Connor me observó con curiosidad después.

Intenté mirar a Christopher, pero mi mirada se desvió antes de encontrar la suya. Él seguía buscándome con los ojos, suplicando un perdón que aún no podía darle. No todavía...

—Él… es Christopher —dije al fin, presentándolo con una voz algo forzada—. Mi… chico. Mi... novio.

La palabra “novio” salió de mis labios cargada de un peso extraño, sin la emoción que debería acompañarla. Al menos no en este momento...

Connor abrió los ojos con sorpresa, y no pude evitar notarlo. Sabía que esa reacción llegaría.

—¿Tu novio? —repitió, claramente impactado—. Entonces sí que tienes mucho que contarme.

Sonreí con cierta incomodidad y asentí.

—Sí… es una larga historia.

Connor se acercó para saludar a Christopher, aún con esa mezcla de desconcierto y curiosidad.

—Hola —dijo Christopher, intentando sonar cordial—. Es un gusto conocerte.

—El gusto es mío —respondió Connor, con un tono amistoso pero firme—. Soy Connor Friedman, el mejor amigo de Connie. La conozco desde que éramos niños.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.