Connie.
Evan se movió apenas un poco, interponiéndose entre Dorian y yo, bloqueando su visión hacia mí. Su ala herida lucía terrible; la sangre ennegrecida y el temblor de sus plumas me hicieron sentir un nudo en la garganta. Verlo así me aterraba, pero aun así, aquel chico imponente de cabello negro se obligó a levantarse y, con un esfuerzo sobrehumano, se colocó frente a nosotros, dispuesto a protegernos.
Dorian, por el contrario, parecía disfrutar la escena. Dió un par de pasos hacia nosotros, con una sonrisa torcida, sin apartar los ojos de mí.
—Vamos —dijo con una voz cargada de falsa amabilidad—. ¿Por qué actúan todos así? Sólo quiero ver a mi sobrina.
—No es tu sobrina, maldito engendro.
La manera en que Evan escupió esas palabras me heló por dentro. Intenté tomarlo del brazo, detenerlo antes de que se acercara más, pero él me apartó con un gesto suave. Luego, con una amenaza latente en su mirada, avanzó hacia Dorian.
El otro simplemente rió.
—Oh, sí que lo es —respondió, sin borrar su sonrisa—. Al menos, eso fue lo que le hice creer a todo el mundo hace veinte años. ¿No es así, Lamia?
Un escalofrío me recorrió la espalda. Evan dió un paso atrás, extendiendo su brazo para cubrirnos a Connor y a mí.
—No le hables —gruñó—. Aléjate ahora, o lo lamentarás.
Dorian se detuvo, aunque su sonrisa permaneció intacta.
—No tienes por qué temer, pequeña —dijo, dirigiéndose directamente a mí, ignorando por completo la advertencia de Evan—. Estoy feliz de verte. ¿No te alegra verme también? Yo fuí quien cuidó de ti por tanto tiempo. ¿De verdad ya no recuerdas?
Negué con la cabeza, sintiendo cómo mi corazón se aceleraba con fuerza.
Evan volvió a interponerse entre nosotros, su mirada fija, oscura y llena de tensión.
—Dije que no te acerques a ella.
—¿Entonces prefieres que esto se complique? —replicó Dorian, ladeando la cabeza con fingido interés—. Muy bien. Veamos cuánto tiempo puedes protegerla. Estás herido… y no eres más que un Oscuro novato que aún no comprende lo que es. No puedes controlar tus nuevas habilidades, ¿verdad?
Noté el temblor en las manos de Evan cuando apretó los puños. Su expresión se endureció; algo en su mirada se volvió más denso, más peligroso.
—No sabes nada de mí —dijo entre dientes—. Así que no te atrevas a subestimarme.
Dorian rió con burla, deleitándose con su reacción.
—Sé que eres un hipócrita patético. Te convertiste en un Oscuro, traicionando tus propios principios. Y ahora proteges a alguien cómo Lamia… ¿no es irónico? Antes los cazabas, ¿recuerdas? Tú y los tuyos. Y ahora arriesgas tu vida por ella.
Evan no respondió, sólo lo miró con una furia contenida que amenazaba con romperlo en cualquier momento.
—Eres débil —continuó Dorian con desprecio—. Mírate. Traicionaste a los tuyos porque no fuiste lo bastante inteligente para encontrar otra salida. Te rendiste, y ahora estás condenado. No pudiste protegerte antes… ¿cómo pretendes hacerlo ahora con esta criatura?
El aire se volvió pesado. Pude sentir la energía oscura vibrando alrededor de Evan, cómo si algo dentro de él comenzara a quebrarse.
—Todo lo que haces por ella es una pérdida de tiempo —continuó Dorian, volviendo su mirada hacia mí—. No importa que ahora sea humana; sigue condenada, igual que tú. Una traidora que eligió el bando equivocado. Los de abajo jamás perdonarán lo que hizo. Su padre menos que nadie. Está perdida… una simple humana asquerosa.
—¡Cállate! —la voz de Evan retumbó grave, cargada de ira contenida—. No te atrevas a hablar así de ella. Sabes muy bien lo que tú y ese maldito de Amon hicieron.
—Oh, claro —respondió Dorian con deleite—. Y te aseguro que disfruté cada segundo. De hecho, seguiré recordándotelo hasta que entiendas que no hay esperanza para ella.
Avanzó un paso más.
—No te acerques a ella —dijo Evan //con voz baja, amenazante—. Si lo haces… lo lamentarás.
—Estoy temblando de miedo —se burló Dorian—. Un Oscuro herido, débil, incapaz de sostenerse en pie. ¿Qué podrías hacerme?
Su burla me revolvió el estómago. Sentía miedo, ansiedad… y al mismo tiempo, una punzada de reconocimiento. Había algo familiar en su voz, en su presencia. Aunque era un Oscuro, aunque cada palabra suya estaba diseñada para herirme, no podía negar que hablaba con conocimiento.
Intenté mantenerme firme, no dejar que el temblor en mis manos me delatara. Miré a Evan, herido y agotado, y el miedo de que algo malo le pasará... se apoderó de mí. Me acerqué, rozando su brazo con cautela.
—Por favor… no hagas nada. Estás herido, no puedes enfrentarte a él.
Evan me miró por un instante; había dolor y rabia en sus ojos. Luego ví a Connor, pálido, paralizado por el miedo. Me dolía verlo así, sabiendo que no tenía ninguna oportunidad contra alguien cómo Dorian.
—No te preocupes, Connor —susurré, intentando sonar tranquila—. Todo saldrá bien.
Pero lo sabía: era una mentira. Dorian no estaba allí para hablar. Su presencia era la de un depredador jugando con su presa. Con Evan herido y Connor indefenso, me sentía expuesta, sola, atrapada frente a un ser con el que respiraba maldad.
Dorian pareció leer mis pensamientos, porque me dedicó una sonrisa lenta, cruel, una que me heló la sangre en las venas.
—Si quieres mantener a tus amigos fuera de esto… si de verdad quieres que nadie más pague por lo que sólo tú debes enfrentar... entonces entrégate.
Sus palabras me paralizaron.
Evan, en un movimiento rápido, me sujetó del brazo y me atrajo hacia él.
—No escuches a este maldito —me susurró con firmeza—. No puedes confiar en él.
Pero mi mente ya era un torbellino. La idea de que mis amigos pudieran estar a salvo era una tentación demasiado fuerte, un anzuelo que me estaba arrancando la razón.
Connor me miró con ojos suplicantes, cómo si leyera lo que estaba pensando.