Hermosa oscuridad

Capitulo 38

Connie.

La multitud era un mar de rostros contorsionados por el miedo y la ira. La gente gritaba y señalaba hacia la plataforma donde Evan estaba amarrado. Connor y yo nos sentimos abrumados por el caos y la confusión. No entendíamos cómo Evan había llegado allí ni cómo la gente lo había logrado someter de esa manera. La plataforma estaba rodeada de personas armadas y enfadadas, que parecían dispuestas a hacer cualquier cosa para mantenerlo cautivo.

Y entonces lo vimos...

Dorian...

Estaba de pie en la plataforma, pero ya no parecía un demonio. Iba vestido cómo un humano, y su rostro se veía más... familiar. Sentí un escalofrío recorrerme la espalda al reconocer algo en él, algo que me llenó de coraje.

Dorian gritaba a la multitud, afirmando que al fin habían capturado a uno de los seres responsables del caos que azotaba la ciudad. Su voz era fuerte y convincente, y la gente parecía creerle. Me sentí enferma al verlo: estaba manipulando a todos para que odiaran aún más a Evan.

Connor me miró y pude ver la confusión y la preocupación en sus ojos azules. No entendíamos qué estaba pasando ni cómo Dorian había logrado aquello, pero teníamos que actuar rápido, antes de que fuera demasiado tarde para Evan.

El chico de cabello oscuro estaba herido y amarrado, y parecía incapaz siquiera de mantenerse en pie. Tenía la mirada baja y el cuerpo cubierto de heridas. Sentí un dolor en el pecho al verlo así.

Dorian, por su parte, parecía disfrutar del espectáculo. Gritaba a la gente que debía vengarse del demonio que había destruido la paz de su tierra. Su voz imponía y la multitud respondía.

Me llené de rabia y odio de pronto, pero... ¿qué haríamos ahora?

Sabíamos que teníamos que actuar rápido, pero... ¿Cómo podríamos detener a Dorian y a la multitud enfurecida? La situación era desesperada.

Ver a Evan herido y expuesto a la ira popular me causaba un dolor profundo. No podía creer que Dorian hubiera manipulado a los humanos de esa manera, haciéndoles creer que Evan era un demonio malvado.

De pronto, Dorian se erguió en la plataforma con una sonrisa maliciosa.

—Este demonio —dijo, señalando a Evan—, ha estado causando estragos en nuestra ciudad. Ha matado a inocentes, ha destruido hogares y ha sembrado el terror en nuestras calles.

La multitud murmuró y algunos gritaron: "¡Mátenlo! ¡Mátenlo!"

Las mentiras de ese maldito explotaron en mi oídos. Sabía, con la certeza de quien ha visto el corazón de alguien, que Evan no era aquello. Era bueno. Noble. Y sin embargo, allí estaba, condenado por la palabra de un hombre que se hacía pasar por salvador.

Me acerqué un poco más a Connor y pude ver la furia ardiendo en sus ojos.

—Es un demonio peligroso —continuó Dorian—. Un ser que debe ser destruido antes de que cause más daño.

La multitud rugió, exigiendo la muerte de Evan. Sentí un escalofrío recorrerme la espalda al ver la ferocidad en sus rostros. Sabía que debíamos actuar rápido, antes de que fuera demasiado tarde.

Miré a Evan. Su mirada reflejaba tristeza y resignación. Estaba sufriendo, claro, pero también había impotencia en sus ojos, pues no podía defenderse.

Dorian se acercó al borde de la plataforma, sonriendo con malicia.

—Pero eso no es todo —dijo, alzando la voz—. Este demonio no sólo ha causado daño a nuestra ciudad, sino que también posee un poder oscuro y peligroso… un poder capaz de destruirnos a todos.

Dorian aprovechó la tensión, su voz crecía con cada palabra.

—Si no lo detenemos ahora, este demonio podría liberar su poder y acabar con nosotros. ¡Debemos actuar ya!

Los gritos volvieron, más fuertes, más salvajes. Connor me tomó de la mano con determinación.

—No podemos dejar que esto suceda —dijo, mirándome a los ojos—. Tenemos que hacer algo.

Asentí, aunque no tenía idea de cómo podríamos detener aquella locura.

Dorian se volvió hacia Evan con una sonrisa triunfante.

—Creo que ha llegado el momento de que nuestro invitado reciba su merecido. Mírenlo… es un completo monstruo.

La gente, enceguecida por el odio, comenzó a acercarse a Evan. Dorian se cruzó de brazos, complacido con el caos que había desatado. Connor y yo corrimos hacia la plataforma, pero Dorian nos vió y se interpuso en nuestro camino.

—No tan rápido, jovencitos —dijo, con una sonrisa torcida.

Intenté apartarlo, pero era inútil. Dorian era demasiado fuerte, incluso con su apariencia humana.

—¡Están defendiendo al demonio! —gritó, señalándonos—. ¡No dejen que los engañen!

La multitud se detuvo un instante, confundida. Algunas miradas se clavaron en mí, llenas de duda.

—¿Qué pasa aquí? —gritó uno de ellos—. ¿Acaso quieren interponerse? ¿Por qué lo hacen?

—¡Es evidente que están bajo el control del demonio! — Dijo Dorian, señalandonos —. ¡No podemos permitir que nos manipulen!

—¡Él no es malo! —grité—. ¡No es quien ha estado atacando la ciudad! ¡Ese hombre es el verdadero monstruo!

Señalé a Dorian, pero él fingió horror con una actuación impecable. La gente me observaba con desconcierto, algunos incluso se rieron.

La frustración me oprimió el pecho.

— Escuchen, sé la verdad —respondí con voz temblorosa—. Él no es uno de los que ha causado el caos. ¡Él no es malo! Están cometiendo un error.

Señalé de nuevo a Dorian, que sonreía con descaro.

—Él sí lo es. ¡Él es uno de los malditos! Está jugando con ustedes, manipulándolos. ¡No le crean!

Dorian soltó una carcajada, caminando entre la gente.

—Están mintiendo —dijo con voz suave y venenosa—. Están bajo su control, son marionetas del demonio.

La multitud volvió a murmurar. El miedo y la duda se mezclaban en el aire cómo humo espeso. Yo ya no sabía cómo detenerlo.

De pronto, Dorian ordenó que nos sujetaran. Varias manos nos atraparon por los brazos. Connor y yo luchamos, pero eran demasiados.

—¡No! —grité—. ¡No pueden hacer esto!




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.