Connie.
Sentí cómo si mi corazón se hubiera detenido. No podía respirar, no podía pensar. Sólo me quedé congelada, sin saber qué hacer. Quería correr, quería gritar, pero mis piernas no se movían. Mi mente estaba en blanco, y solo podía pensar en la imagen de Christopher y Abby besándose.
Me sentí traicionada, me sentí herida.
¿Cómo podía hacerme esto? ¿Cómo podía besar a otra persona después de todo lo que habíamos pasado juntos?
Me detuve en seco, con el corazón en la garganta, mientras veía a Abigail besar a Christopher. Él no parecía estar rechazándola, no parecía estar intentando alejarse de ella. En lugar de eso, parecía estar correspondiendo al beso, aunque no con la misma intensidad.
Sentí una punzada de dolor en el pecho, y mi visión se emborronó ligeramente. Me sentí como si estuviera a punto de llorar, pero no podía dejar que me vieran. No sabía cómo procesarlo. Solo sabía que necesitaba salir de allí.
Me alejé, sin saber adónde iba, pero sabiendo que necesitaba escapar de la escena que había presenciado.
No podía dejar de llorar. Me sentía cómo si hubiera perdido todo lo que había tenido. Christopher y Abigail besándose... Era demasiado. No podía creer que él pudiera hacerme esto.
No era posible, no...
Pero ahí estaba él, ahí estaba ella.
Ahí estaba también mi corazón haciéndose pedazos por milésima vez.
Me costaba creer que esta vez hubiese sido causado por él.
De repente, una figura apareció frente a mí.
Era Koran.
Su rostro estaba serio, preocupado. Me miró con una mezcla de compasión y comprensión.
—Connie... ¿Qué pasa?—dijo suavemente. Pero yo no quería hablar. No quería escuchar. Solo quería llorar, solo quería dejar que el dolor saliera de mí. Me limité a negar con la cabeza y seguir caminando, sabiendo que necesitaba estar sola.
Koran me siguió y después me sostuvo en sus brazos, tratando de consolarme. Pero yo no podía calmarme. Estaba destrozada. Me sentía como si estuviera en un sueño del que no podía despertar.
— Vamos, tranquila— dijo él con voz suave—. Puedes decirme.
Pero yo no podía hablar. No podía explicar lo que sentía. Solo podía sentir el dolor y la tristeza que me consumían. Me sentía como si estuviera ahogándome.
Koran me acarició el cabello, tratando de calmarme. No dejaba de mirarme, lastimoso.
—No debes sufrir por algo que quizás no sea lo que parece — soltó de pronto, dejándome desconcertada —. Christopher ha demostrado que te ama más que a nada.
— ¿Q-qué? ¿Pero cómo sabes...? —
—No tienes que decirme nada —me interrumpió—. Tengo habilidades y capacidades para ver más allá de lo que pasa. Recuerda que soy un sargento Anónimo y en este caso... tu mente sigue reviviendo eso ahora para mí.
— Cierto... Lees la mente. —Tragué grueso y sólo desvié la mirada de él—. Pues... ya lo has visto entonces. Christopher y yo ya estamos muy mal ahora. Y yo nunca me sentí una persona adecuada para él. Me siento maldita. Siento que solo he traído caos a todo.
—No digas eso. Ya lo hemos hablado—dijo—. Además... no dudes de Christopher. Seguramente es un malentendido. Él y Abigail solo son amigos. Christopher te ama a ti.
— Él podría estar mejor con alguien como Abigail. Ya vio que tiene mejores opciones.
Koran me sonrió débilmente.
—No creo que eso sea posible —dijo—. Christopher te ama más de lo que crees.
— Ahora ya no sé qué pensar, Koran. Además... ¿Por qué estás tan convencido?
— Porque siempre tuve un poco de fé en Lamia —dijo—. Y al conocerte a ti, me doy cuenta de que nunca me equivoqué con ella. Siempre hubo una luz en ella, una luz que tú has logrado sacar a la luz.
—Pero Lamia hizo cosas terribles —dije—. Y yo también. No soy buena para nadie.
Koran negó con la cabeza.
—No es cierto —dijo—. Tú has sufrido mucho, Connie. Y has cometido errores, sí. Pero también has demostrado una gran fortaleza y resiliencia. Y Christopher... él te aprendió amar en una difícil faceta. Además....
Su silencio me llena de más intriga, además de su mirada decaída.
Me atrevo a insistir después;— ¿Q-qué pasa, Koran?
Lo escucho suspirar y me estremezco cuando lo veo mirarme con intensidad después.
— Connie, necesito decirte algo.
—¿Qué pasa?
Koran tomó una respiración profunda.
— Fuí el Guardián Anónimo de Lamia —dijo y yo sólo sentí como mis ojos se abrieron de par en par—. Cuando descubrí que ella tenía un Destello en 1892, el Guardian me envió a cuidar de ella. Vi esa luz maravillosa en Lamia, descubrí a alguien tan increíble.
—¿Qué? ¿En realidad poseía un Destello?
Koran se detuvo un momento antes de continuar;— Así es. Uno muy valioso. Pero tiempo después tuve que irme —dijo—. Tuve que dejarla. Surgió una urgencia, el Guardián me pidió que fuera detrás de Amón, que lo atrapara. Desprotegí a Lamia, y... —Se detuvo de nuevo, cómo si le doliera recordar—. Por mi culpa, ella cometió tantos errores. Fue torturada, fue injustamente juzgada, sufrió mucho. Amón se aprovechó de ella porque yo no estaba allí para guiarla.
Me sentí conmocionada por sus palabras.
Koran se deshizo en lágrimas y eso me hizo sentir más sorprendida.
—Todo empezó por culpa mía y del Guardian —dijo—. No fuimos cuidadosos con quién era en ese entonces, Constans. Lamia, en ese momento, era inocente, era buena. Pero fue provocada, Amón se aprovechó de que la habían dejado sola y le puso muchas trampas. La convirtió en la criatura que ahora conocemos.
No podía evitar sentirme un poco abrumada por la culpa y la tristeza que estaba viendo en Koran en este momento.
—No fue tu culpa...—dije—. No puedes culparte por todo. Has dicho que tenías que hacer algo urgente y... no sabías que ese tal Amon...—
Pero Koran negó con la cabeza.
—Sí, fue mi culpa —me interrumpió—. Y ahora, estoy tratando de hacer las cosas bien. Es lo mínimo que te debo.