Hermosa oscuridad

Capitulo 41

Christopher.

Koran nos llevó a Evan, a Adela y a mí a un lugar desconocido. El muy cabrón seguía sin decirnos a dónde íbamos, y su maldito silencio sólo hacía crecer mi desconfianza… y mi curiosidad. Ya estaba bastante cabreado con él, sabía que seguiría con sus típicos rodeos, pero esta vez había algo distinto, una urgencia en su mirada que, por alguna razón, me empujó a seguirlo.

Sólo espero que tenga algo útil entre manos… porque si no..., juro que esta vez sí lo mato.

Mientras caminábamos, no pude evitar notar a Adela. Aunque se veía más fuerte que antes, había algo en ella que me inquietaba. Su mirada estaba apagada, cómo si llevara una carga invisible que la aplastaba con cada paso.

Me acerqué a Koran y le susurré:—Oye... ¿Adela está... bien? Se ve rara.

Él me lanzó una mirada rápida antes de contestar con voz baja;—Necesita un poco de espacio, Christopher. Es todo... Recuerda que se acaba de recuperar de algo intenso.

La respuesta me dejó con más dudas que certezas. ¿Qué le había pasado? ¿Por qué esa tristeza en sus ojos?

No, porque no sólo era cansancio.

Ella parecía contener algo más.

Seguí caminando, sin quitarle la mirada de encima. De verdad me preocupaba. Evan, por su parte, parecía más centrado en observar el entorno. Miraba a su alrededor con atención, cómo intentando reconocer algo en medio de la oscuridad. Koran, en cambio, caminaba con seguridad. Adela seguía en silencio, con la cabeza gacha y los pasos pesados.

Cada vez era más notorio y yo no soportaba quedarme cómo si nada...

Mi instinto me gritaba que estuviera alerta. Algo no cuadraba. Para colmo, no dejaba de pensar en Abigail, cuidando sola a Connor y a Connie. ¿Y si pasaba algo mientras no estábamos?

Miré a mi alrededor, intentando ubicarme. Estábamos lejos, muy lejos de las montañas que habíamos dejado atrás. El lugar era desolado, oscuro y silencioso, iluminado apenas por el parpadeo lejano de las estrellas. El sendero por el que avanzábamos era estrecho, retorcido.

¿Qué pretendía Koran trayéndonos aquí?

Evan parecía confiar en él, lo cual no hacía más que inquietarme aún más. Yo no podía hacerlo, no mientras siguiera ocultando tanto, pues sabía que seguía haciéndolo...

Después de un rato, llegamos a un claro. En el centro, un árbol enorme se alzaba cómo un guardián silencioso. Su tronco grueso y retorcido parecía marcado por siglos de historia. Koran se detuvo frente a él y se volvió hacia nosotros. El ambiente se volvió más denso. Sentí la tensión en mis hombros mientras lo observaba, esperando su siguiente movimiento.

Nos miró a todos con una calma que contrastaba con nuestro silencio inquieto. Parecía entender perfectamente lo que pasaba por nuestras cabezas.

—Christopher —dijo con voz serena—, sé que estás preocupado. Pero te lo aseguro. Abigail puede cuidarlos. El refugio está protegido, por ahora, están seguros. Y nosotros... tenemos que hacer esto.

Fruncí el ceño.

—¿Qué, exactamente?

—Dejarlos. Sólo por un rato. Pero tranquilo... no pasará nada. Ellos estarán bien.

—¿A dónde vamos? ¿Qué está pasando?

—Vamos a abrir un portal. Será rápido. Iremos y volveremos en un instante.

Un escalofrío me recorrió la espalda.

—¿Un portal? —repetí, sin poder disimular la incredulidad—. ¿A dónde nos vas a llevar ahora, Koran? ¿Es necesario utilizar un maldito portal para eso?

—Todo estará bien. Tal vez incluso... te reconforte lo que encuentres.

—¿Reconfortarme? ¿De qué demonios hablas?

—No hay tiempo para dar explicaciones largas. Debemos prepararnos —dijo, tajante, haciéndome sentir más cabreado que antes.

Luego le hizo una seña a Adela, y ella se colocó a su lado con decisión. Yo los observé, sintiéndome cada vez más intranquilo.

—¿Vas a usar a Adela otra vez? —pregunté, sin poder ocultar la mezcla de temor y rabia en mi voz—. Koran… ella ya ha pasado por demasiado. ¿Y si vuelve a recaer?

Antes de que él pudiera decir algo, Adela me miró con dulzura y habló:—Gracias por preocuparte, Christopher, pero estoy bien. Confío en mi fuerza ahora.

Asentí lentamente, aunque la inseguridad seguía aferrada a mi pecho. Había algo raro en su tono… algo que se me hizo peligrosamente familiar. De pronto, un escalofrío heló mi columna.

Sus palabras… su forma de hablar… era cómo si ya las hubiera escuchado antes. No era un simple déjà vu. Era más profundo, más real. Cómo si algo dentro de mí reconociera ese momento.

La miré con más atención. Su rostro era el de siempre, su voz también... pero sus ojos... Había algo en su mirada. Algo que no sabía nombrar, pero que me advertía que no todo estaba bien.

—Confío en mí —repitió Adela, con una intensidad en la mirada que me hizo estremecer.

Por un momento, dudé de mí mismo. ¿Estaba viendo cosas donde no las había? Tal vez era sólo mi preocupación por ella... Pero no. Había algo raro. Algo que no encajaba.

Me quedé en silencio, tratando de racionalizar esa incomodidad. Quizá todo se debía a la evolución de su poder, cómo había mencionado Koran. ¿Había cambiado su energía... o era ella la que había cambiado?

No podía señalarlo con certeza, pero lo sentía. En su forma de estar, de hablar, de mirar. Había algo distinto en Adela, y aunque parecía la misma, no lo era del todo.

Volví al aquí para observarla con atención. Su rostro era el de siempre. Su voz también. Pero su presencia... era otra. Una parte de mí se encendió en alerta, aunque no supe por qué.

Sin decir nada más, Koran nos condujo a través de un paisaje cada vez más extraño, hasta que llegamos a un lugar completamente desolado. El terreno era seco, agrietado, con grandes rocas esparcidas cómo restos de un antiguo cataclismo. No había árboles, ni animales, ni siquiera el canto lejano de un pájaro. Sólo el viento y su sonido escalofriante.

Me detuve un momento, mirando a mi alrededor.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.