Christopher.
Me incorporé de golpe, con la cabeza entre las manos, sintiendo cómo todo mi mundo se desmoronaba. La revelación de Koran me había golpeado como un puñetazo en el pecho, dejándome sin aire, sin fuerzas, sin suelo bajo los pies.
¿Cómo podía ser posible que fuera a olvidarla...?
¿A ella?
Ella...
Mi bella...
La chica que transformó mi vida para siempre, la que despertó en mí algo que jamás había sentido con nadie más.
Porque siempre fue ella.
Recordé el día en que la encontré en el bosque, herida, temblando y sola. Yo tenía diecisiete años y mi vida era un caos, pero al verla… algo dentro de mí encajó, cómo si una parte perdida de mi alma hubiese regresado a casa.
Han pasado veinte años desde entonces, y sigo sintiendo lo mismo.
Porque nunca ha habido nadie más.
Porque siempre ha sido ella. Juntos habíamos sobrevivido a lo imposible. Desafiamos la muerte, la oscuridad...
Y ahora… ¿todo eso iba a borrarse?
¿Nuestra historia? ¿Nuestro amor? ¿Cómo si nunca hubiera existido?
Las lágrimas me vencieron.
Lloré por ella, por mí, por todo lo que hemos pasado... Por el amor que me dió razón para seguir respirando.
Koran se acercó y puso una mano en mi hombro.
—Chris… lo siento…
No pude responder, no podía mirarlo siquiera. Mi cuerpo temblaba, el corazón me ardía cómo si se desgarrara por dentro. Sabía que el poder de Adela era un milagro, sabía que este era capaz de restaurar el equilibrio del mundo... Ya me lo ha demostrado con todo lo que ha hecho, pero el precio… el precio era demasiado alto.
¿Cómo podía borrar mis recuerdos de Connie? ¿Cómo podía olvidar a la mujer que me salvó, que me enseñó a amar? ¿Era egoísta querer conservarla? ¿De verdad no había otro camino?
Pronto recordé que Koran ya había sido claro, no lo había.
Adela era la única opción.
Maldición…
Sentí que me asfixiaba. Estaba atrapado, sin salida, cómo al borde de un abismo sin fondo. El alma se me desgarraba, y sólo pensar en olvidarla era cómo clavarme un cuchillo en el pecho.
No quería eso...
No quería hacerlo...
No quería vivir sin sus recuerdos.
Pero… ¿iba a condenar al mundo por eso? ¿Ahora tenía que renunciar a ese amor para siempre?
—Koran… no puedo hacerlo. —Mi voz tembló, rota—. Esto no puede pasar.
—Chris…
—No puedes pedirme esto. ¡No después de todo lo que hemos pasado! No es justo. ¡Debe haber una forma, algo, cualquier cosa que impida que yo…!—
—Al ayudar a Adela a expandir su poder, tú serás el más afectado —dijo él con tristeza—. Serás el principal en olvidar.
—¡Maldición, Koran! ¡Tiene que haber una forma para...!—
—Chris —interrumpió, con voz firme—, ya te lo expliqué. No puedes escapar de eso.
—Debe haber algún modo… —susurré, sin aire—. No quiero perderla.
—Sé que es demasiado, créeme que yo no quiero esto para ninguno... pero si lo logramos, el mundo estará a salvo. Todos lo estarán.
—¿“Todos”? —mi voz se quebró—. Has dicho que todos olvidarán. ¡¿Y ella qué?! ¡¿Qué pasará si Connie se queda sola?! ¡¿Y el Guardián, y Lucifer…?!—
—Si restauramos el equilibrio... ellos se detendrán. Lo único que buscan es el orden.
—¡Lo que quieren es destruirnos! ¡Y si olvidamos a Connie, la abandonaremos!
—No lo estará, Chris. Confía en mí…
—¿Confiar en ti? —le grité, furioso—. ¡Ni siquiera sabes si esto funcionará! ¡Yo no puedo… no puedo permitir que esto pase!
Di media vuelta y salí de la estancia, ignorando las voces que intentaban detenerme. Subí las escaleras de dos en dos, con el pecho ardiendo. Necesitaba escapar, necesitaba espirar y pensar.
Entré en mi antigua habitación. Todo estaba igual. Las paredes blancas, el escritorio, la cama, pero nada se sentía igual. Recordé a mi madre… su risa. A mi padre, a mi hermano... Todo lo que había perdido.
Y entonces pensé en ella.
En Connie.
En cómo su voz me había devuelto la vida. En cómo me enseñó a creer en mí.
"—Eres fuerte, Chris. Eres un milagro. Debes sentirte orgulloso de eso. "
La oí tan claro que el alma me dolió.
Porque ella lo era todo para mí.
Y me derrumbé.
¿Cómo podía perderla?.¿Cómo podía olvidar a quien me había salvado una y otra vez?
Caminé sin rumbo por la habitación, ahogado por la ansiedad, hasta que la puerta se abrió.
Evan, Josh y Jess me miraron con cautela después.
—¿Podemos pasar? —preguntó Evan con duda en su tono.
Asentí, tratando de mantenerme firme en el aquí.
Josh se sentó a mi lado después, su cercanía me sobre cogió de alguna manera.
Esxh je suspirar a alguien después.
—Sabemos que esto te está matando, hermano. No sólo a ti… a todos. Y no vamos a juzgarte. No queremos esto tampoco.
Evan se inclinó hacia adelante.
—Estamos contigo, Chris. Apoyaremos lo que decidas.
—¿Qué?
—No podemos exigirte que lo hagas si no es lo que quieres.
—Pero esto no se trata de mí… sino del mundo.
—Precisamente. Pero sabemos que esto te destruirá —dijo Josh, mirándome con preocupación —. Si decides buscar otra salida, iremos contigo.
Negué con la cabeza.
—No hay otra. Lo saben tan bien cómo yo. ¿Dónde está Koran?
—Con Queen y Ramsés —respondió Evan y después me dedicó una mirada cargada de algo grave—. Les cuenta lo de Milton…
—Carajo…
Me puse de pie, y ellos lo hicieron también, pero permanecieron en su sitio.
—Por lo que pasó con él… no puedo arriesgarme a fallar otra vez.
Jess se acercó con lágrimas en los ojos y me abrazó.
—Chris…
El nudo en la garganta se hizo insoportable. Recordar a Milton ahora... sólo lograba hacerme sentir peor de lo que ya me encontré.
—Él dio todo por nosotros —susurré—. Y ahora es mi turno. Si no hay otra forma, lo haré. Pero me aterra pensar en ella…
—Chris, si no estás seguro… —