Hermosa oscuridad

Capitulo 43

Connie.

Me quedé profundamente dormida, me sentía realmente exhausta por los acontecimientos de los últimos días, pero ese descanso me duró poco... Pues pronto me ví sumergida en un sueño tan vívido que parecía real.

Me encontraba en un jardín vivo, rodeada de flores exóticas y árboles majestuosos que se mecían suavemente bajo una brisa tibia. El sol brillaba con un fulgor dorado, bañando todo con una luz casi celestial. Y en medio de aquel paraíso, las ví después...

Lamia y... ¿Abby?

Se me heló la sangre de sólo verlas juntas.

No lo entendía...

Pero realmente se trataban de ellas.

Ahí estaba Lamia, con su largo cabello oscuro cayendo cómo una cascada sobre la espalda. Ella irradiaba la belleza feroz de una diosa nocturna. Sus ojos celestes brillaban con una fuerza sobrenatural, su cuerpo, firme y definido, parecía esculpido por los dioses. Era hipnótica, seductora. Un ser que pertenecía más a un mito que al mundo.

Abigail, en cambio, parecía una flor frágil bajo la primera luz del amanecer. Su belleza era etérea, casi angelical. El cabello rubio le caía en ondas suaves, y sus ojos verdes reflejaban una dulzura que me atravesó el pecho.

Hablaban de Chris...

Lamia le pedía a Abby que lo cuidara, que lo amara con todo su ser, y Abigail, con lágrimas en los ojos, le prometía hacerlo. Lamia le entregó algo después… pero antes de que pudiera distinguir qué era, la escena cambió.

Ahora estaban en una estancia blanca y cálida. Abigail lucía más joven, pero seguía siendo ella. Y Lamia… Lamia era una versión perdida de mí misma. Tenía el cabello largo y oscuro, los ojos celestes más profundos, más vivos. Su cuerpo irradiaba fuerza, pero su rostro mostraba un dolor que reconocí de inmediato...

Uno que se asimilaba al mío.

Me quedé observándolas, sintiendo el peso de esa comparación. Yo ya no era esa mujer. Mi cabello estaba más corto, mi piel llevaba las huellas del Oscuro Paraíso, y mis ojos… habían perdido brillo.

Lamia era todo lo contrario...

Era belleza, misterio y oscuridad atrayente.

Aún no puedo creer que yo...

Que yo era...

Me acerqué un poco más.

—Abigail, amo a Christopher —dijo Lamia con la voz quebrada—. Él no lo sabe. Cree que no lo amo… pero le mentí para protegerlo. Para que no se aferrara a mí.

Abigail la miró con compasión después.

—¿Por qué me dices esto a mí? Ni siquiera nos toleramos.

—Porque siento que mi destino está sellado —respondió Lamia, con una serenidad rota—. Nunca podré estar con él. Sólo quiero dejarlo fuera de todo esto.

—Él merece saberlo… te ama. Lo he visto, Lamia. Ha arriesgado todo por ti.

Lamia bajó la mirada.

—Lo sabrá. Pero no ahora. Necesito que crea mi mentira, al menos hasta que esté a salvo. — ella sacó una carta de su bolsillo y se la entregó a Abigail después —. Cuando llegue el momento, dásela. Dile que lo amé siempre. Que mi amor fue real.

Abigail la miró con tristeza infinita.

—¿Entonces… piensas irte?

Lamia rió suavemente, con la mirada perdida.

—Siento que lo haré muy pronto. Pero tú te quedarás con él. Lo cuidarás. Le dirás que lo amé con todo lo que fuí. Por favor, Abigail. Haz eso por mí.

—¿Por qué yo?

—Porque sé lo que sientes por él. Y sé lo que puedes hacer.

Abigail comprendió de inmediato.

—Quieres que use… la ventana de recuerdos.

—Quiero que le muestres todo —susurró Lamia—. Que vea cómo nos conocimos, cómo lo amé, cómo luchamos juntos. Quiero que esos recuerdos lo acompañen siempre, incluso si yo ya no estoy.

Abigail asintió despacio. Se acercó y le pidió que comenzara. Lamia cerró los ojos, y sus voces se apagaron en susurros. Ví cómo Abby absorbía sus memorias, cómo una luz cálida nacía de sus manos. Y de pronto, ante ellas, se formó un portal de bordes rosados y resplandor suave. En el centro comenzaron a proyectarse escenas.
Y ahí estábamos Chris y yo, o Lamia y Chris, riendo, abrazándonos, cómo si el tiempo se hubiera detenido para nosotros en un jardín soleado.

Ví después al niño Chris corriendo por el bosque, sus ojos llenos de curiosidad. Se detenía frente al lago para dibujar… hasta que la vió: a una joven vestida de blanco, con alas extendidas. La miró cómo si jamás hubiera visto algo tan hermoso. Ví también el día en que le ayudó cuando estaba herida en la nieve. El instante en que tomó un mechón de su cabello entre sus dedos helados.

Me estremecí al ver tanta conección entre ellos.

Después, los recuerdos se sucedieron: Su reencuentro en el aula, las risas, las confesiones, la ternura con la que la miraba. La manera en que cuidaba de ella… y cómo Lamia también se rendía a su amor.

Entonces lo escuché hablar de su hermano...

Y ella… le hablaba del suyo.

Esperen...

¿Hermano?

¿Lamia tenía un hermano?

La revelación me golpeó, pero no pude detenerme. La ventana mostraba ahora a Chris defendiendo a Lamia con una fuerza visceral, casi sobrehumana. Luego, su confesión, que no podía estar lejos de ella.

La forma en que ella lo calmaba, la ternura en sus ojos… todo me hizo comprender cuánto había llegado a amarlo de verdad... entonces Chris la cambió de verdad. Fue él quien encendió la luz dentro de ella.

Su verdad.

Su despertar...

El mundo se desvanecía a su alrededor mientras él se aferraba a ese abrazo, tan vulnerable, tan humano. Y sentí un nudo en la garganta. No esperaba verlo así. Tan necesitado. Tan... vivo.

Y supe, con miedo y con certeza, que era su refugio.

La ventana de recuerdos mostró entonces el instante exacto en que se besaron y sentí una punzada en el pecho de algo extraño. Fue cómo una chispa que encendió el universo entero. El roce de sus labios sobre los de ella fue tan delicado que el tiempo pareció detenerse.

Pero su mirada cayó sobre su mano.

La cicatriz.

Una cicatriz extraña.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.