Connie.
Las personas se lanzaron hacia nosotros, armadas con palos y antorchas. Koran y los demás se pusieron en guardia, protegiéndonos. Emmett y el otro sargento se adelantaron, intentando contener a la multitud.
—¡No, esperen! ¡Todo se trata de un grave error! ¡No nos hagan daño! —gritó Emmett, colocándome detrás de él—. ¡Por favor, sólo escúchenos! ¡No es necesario llegar a esto!
Connor me miró con preocupación antes de sujetarme con fuerza contra su pecho.
—Tranquila, colibrí. No te pasará nada. Los chicos los contendrán.
Koran se volvió hacia nosotros, acercándose para cubrirnos. Luego habló para Emmett.
—Son demasiados. Y mira las sombras a su alrededor.
—Amigo... —
—No debemos confiarnos. Lo que muestran sus rostros dice que están más allá de lo decidido.
—Están así por lo que ese maldito de Dorian les mostró con Evan, Koran. Tampoco debemos...—
—Ellos tratarán de jodernos —interrumpió Koran con dureza—. A eso vinieron, no a escucharnos.
Su tono sonaba realmente preocupado. Pude sentir que no quería pelear, que haría lo posible por no dañar a los humanos, pero la desesperación en sus ojos también dejaba ver miedo... Miedo por la determinación de esas personas que ahora nos rodeaban, amenazantes, furiosas...
Tal vez no se detendrían. Tal vez no entenderían, y sólo actuarían cegados por su propia oscuridad, por el temor.
Los chicos Anónimos se movieron con rapidez y precisión, intentando contener a la multitud sin herir a nadie, pero era difícil. Los humanos eran demasiados y estaban realmente enfurecidos. De pronto, uno de ellos se lanzó hacia Koran con un palo. Él lo esquivó con facilidad, pero el hombre se recuperó y volvió a atacar. Koran lo detuvo con un movimiento rápido de nuevo, sin hacerle daño.
—¡No! —gritó Emmett, angustiado al ver lo que sucedía—. ¡Koran, ¿qué carajos haces?! ¡No debes enfrentarlos!
—¡Ellos nos atacarán de todos modos! ¡Sólo intento evitarlo! ¡¿Quieres que lastimen a los demás?!
—¡Por supuesto que no! Pero es mejor que intentemos...
La situación empeoraba. Las personas empezaban a rodearnos, y los Anónimos se veían cada vez más tensos. En sus miradas había duda, cansancio, miedo. No sabían cuánto más podrían contenerlos, y yo tampoco. De repente, Emmett se adelantó y gritó algo que hizo que todos se detuvieran por un instante, luciendo confundidos. Aprovechó el momento para moverse con agilidad, derribando a varios sin hacerles daño, pero la calma duró poco. Pronto muchos se levantaron de nuevo, y el caos regresó.
—¡Sólo escuchen! —exclamó Koran, su voz firme y serena—. ¡Entendemos su miedo, pero no somos lo que piensan! ¡Estamos aquí para ayudarlos, no para hacerles daño!
—¡Deja de mentir, demonio! —gritó uno de ellos, señalando a Koran y a los demás—. ¡Los vimos causar el desastre! ¡Ustedes son los responsables de todo esto!
Emmett negó con la cabeza, manteniendo la calma.
—Somos conscientes del desastre, pero no ha sido provocado por nosotros. Esto se trata de un error… Si tan sólo nos dieran la oportunidad de arreglarlo…
Las voces de la multitud se elevaron, llenas de furia. Nadie creía una sola palabra. Estaban cegados por el miedo y la ira. Intentaron acercarse de nuevo, lanzando piedras y objetos improvisados.
Koran alzó la voz una vez más.
—¡Por favor, deténganse! ¡No queremos hacerles daño! ¡Queremos ayudarlos! ¡Créan en nosotros!
Pero ya era inútil.
La situación se desbordaba.
Me sentí impotente mientras veía a los Anónimos luchar por contenerlos. La multitud era enorme, y en cada rostro veía el mismo peligro. Koran, Abigail, Evan y Emmett se movían con rapidez, esquivando golpes y patadas, evitando siempre hacer daño. Milo intentó alzar la voz para apoyar a Koran, pero sólo consiguió que lo atacaran también.
Connor, Ethan, Lyon y Mosen me protegían, cubriendo cada uno de mis costados. Les gritaban que se calmaran, que escucharan, pero nadie lo hacía. Ya estaba invadida por el pánico. Todo dentro de mí se tensó al ver cómo uno de los hombres levantaba una roca y la lanzaba hacia ellos.
—¡No! —grité, tratando de intervenir—. ¡No les hagan daño! ¡Por favor, deténganse!
Entre los gritos y el caos, ví cómo Koran recibía un golpe en el brazo. No se rindió. Siguió protegiéndonos. Abigail recibió uno en la cara, pero se levantó enseguida. Emmett y Evan luchaban con fuerza, midiendo cada movimiento para no herir. Ver su resistencia, su esfuerzo por no responder con violencia, me llenó de una desesperación aún más profunda… y de una rabia que me quemaba por dentro.
Sentí un nudo en la garganta. La impotencia me ahogaba.
De repente, un hombre se lanzó contra Milo, gritando algo ininteligible. Koran se interpuso en el acto, bloqueando el ataque con un giro rápido, sin herirlo. El hombre tambaleó hacia atrás, confundido y enfurecido.
Koran aprovechó ese instante para alzar la voz.
—¡Escúchenos, carajo! ¡No somos sus enemigos! ¡Queremos ayudarlos, maldita sea! ¡Podemos hacerlo!
Pero nadie se detuvo. Las antorchas seguían balanceándose, los golpes resonaban, los gritos llenaban todo. Y yo... ya no soportaba el pánico que crecía dentro de mí.
Entonces lo sentí.
Un vacío.
Una ausencia.
Christopher seguía sin aparecer.
Mi corazón dió un vuelco. Miré alrededor, buscando entre la multitud, entre cuerpos y destellos, su rostro familiar… pero no aparecía.
—¿Dónde estás…? —susurré, con la voz quebrada.
La confusión se volvió angustia. El caos rugía a mi alrededor, y mi mente sólo podía repetirse una pregunta:
¿Dónde está Chris? ¿Por qué no ha venido? ¿Cómo puede no sentir esto?
Un pensamiento oscuro me cruzó.
¿Y si le había pasado algo?
No...
No, no podía permitir que esa idea tomara forma...
Busqué de nuevo entre la multitud, desesperada. Y fue entonces cuando me dí cuenta de algo peor.