Hermosa oscuridad

Capitulo 50

Connie.

Estábamos rodeadas...

Las sombras eran muchas...

Oscuras... Imponentes...

Rodeaban la cabaña cómo una jauría hambrienta que no dejaba espacio para respirar. Sentía cómo el aire se volvía pesado, como si el mismo miedo quisiera apoderarse de mi alma. Adela me tomó del brazo con fuerza, devolviendome de golpe al aquí, al igual que sus ojos que ahora brillaban con una determinación que intentaba contagiarme.

—Connie, sigue mi paso. —Su voz, aunque firme, tenía ese matiz de urgencia. De pronto, a nuestro alrededor, un campo de luz empezó a envolvernos, un brillo tenue pero cálido que parecía emanar de sus propias manos. No pude evitar asombrarme y ella de inmediato pareció notarlo, ya que no se tardó en aclarar después:—Koran me enseñó a hacer esto —me explicó sin dejar de avanzar—. Estaremos bien, solo confía. Es un campo de protección...

Intentamos correr hacia la puerta, pero las figuras encapuchadas se movían con una agilidad aterradora, bloqueándonos el camino, sus siluetas apenas definidas entre la negrura. No eran como Dorian o los demonios con los que habíamos peleado antes. Estos eran más fríos, más silenciosos, y su sola presencia helaba la sangre.

—No son simples demonios —susurró Adela con una mezcla de miedo y respeto—. Son enviados de Lucifer.

El peso de esas palabras me golpeó cómo un puñetazo.

Lucifer...

Oh no...

No había escapatoria posible. No esta vez. No quería creerlo así, pero no podía evitar temer de esta manera por eso.

Intentamos rodear la cabaña, buscando alguna salida, alguna grieta por donde escapar, pero ellos anticipaban cada movimiento. Adela se detuvo en seco, levantó una mano y de repente, como si de un fuego invisible se tratara, una llama azul comenzó a bailar entre sus dedos.

Mi corazón casi se detiene...

¿Qué demonios...?

Esa llama... era igual a la que había visto en Chris. Ese fuego azulado, puro pero mortal, que solo poseían los Vengadores, los Dykant.

—¿Tú... cómo...? —empecé a preguntar, pero el peligro no me dejó terminar.

Adela me lanzó una mirada rápida después.

—No hay tiempo para explicaciones. Sólo sigue.

Mientras esquivábamos a esas figuras, ví cómo esa llama crepitaba en sus manos, consumiendo sombras, manteniendo a raya a los atacantes. No entendía por qué ella podía tener ese poder, por qué lo poseía, si se suponía que sólo Christopher y Lamia lo tenían, pero algo me decía que la verdad era mucho más compleja... y aterradora.

Mientras corríamos, rodeadas de oscuridad y fuego azul, el frío mordía mi piel, pero era la adrenalina la que me mantenía en pie. La llama azul en las manos de Adela iluminaba la oscuridad cómo un faro en medio de la tormenta, quemando a los encapuchados que intentaban tocarnos. Cada vez que uno se acercaba, un chorro de fuego surgía de sus dedos, enviándolos al suelo con un grito apagado.

Pero eran muchos....

Sentí que la desesperación comenzaba a enredarse en mi garganta, la presión de ser presa en esa trampa era casi insoportable.

—¡Connie, no te quedes atrás! —gritó Adela, mientras lanzaba una llamarada que abría un camino entre las sombras.

Corrí con todas mis fuerzas, sintiendo los pasos y susurros de esos seres cerca, casi rozándome la espalda. Mi corazón golpeaba tan fuerte que creí que se escucharía en todo el lugar.

Un instante después, uno de ellos se lanzó sobre mí con una velocidad aterradora. Sentí sus garras rozar mi brazo y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Antes de que pudiera gritar, Adela apareció junto a mí y, sin dudar, lanzó una bola de fuego que impactó directo en la figura oscura. El ser desapareció en una nube de humo negro, y solo quedó el eco de un gruñido lejano.

—¿Estás bien? —preguntó Adela, mirando mis ojos con intensidad.

—Sí... C-creo.—jadeé, pero sentía la piel ardiendo donde me tocó.

No había tiempo para heridas ni para miedo. Sabíamos que si nos deteníamos, ese sería el fin.

Seguimos corriendo, zigzagueando entre los árboles, buscando algún refugio, algún resquicio de esperanza. La llama azul seguía danzando en las manos de Adela, iluminando nuestro camino y manteniendo a raya a nuestros perseguidores, pero la oscuridad era implacable. Sentía que esas sombras nos acechaban cómo buitres, que cualquier error sería fatal.

—¡Casi llegamos! —exclamó Adela—. Hay un lugar seguro cerca del arroyo. ¡Confía!

El cansancio comenzó a hundirse en mis piernas, pero no podía rendirme. No podía dejar que todo terminara así.

—No te preocupes —me susurró—. Juntas podremos.

Tomé aire, sintiendo la fuerza de Adela fluyendo hacia mí, una mezcla de miedo y coraje que me hacía sentir que aún podía luchar.

El campo de luz de Adela apenas resistía el embate de las sombras. Cada vez que uno de esos seres intentaba atravesarlo, la barrera parpadeaba, como si estuviera al borde de romperse. Corríamos por el bosque que rodeaba la cabaña, pero la oscuridad era espesa, pesada, como si nos tragara vivas con cada paso.

—¡Por aquí, Connie! ¡No sueltes mi mano! —gritó Adela, su voz desgarrada por el esfuerzo, los nervios… ¿o era miedo?

Intentaba no caer. Las ramas crujían bajo nuestros pies, el suelo era inestable, húmedo, y los gritos detrás de nosotras se hacían cada vez más fuertes, más feroces.

—¡Lamia! —vociferó uno de los encapuchados con una voz cavernosa, casi irreal—. ¡Tu juicio ha llegado! ¡Esta vez no escaparás!

Volteé. Ellos corrían directo hacia Adela.

—¡Déjenla en paz! ¡No van a tocarla! —gritó Adela, volviéndose de golpe, alzando su mano y lanzando un haz de fuego azul incandescente que arrasó con los árboles cercanos. La explosión iluminó todo a nuestro alrededor cómo si el mismo cielo se hubiera partido.

Me detuve otra vez.

Ese fuego...

¿Por qué seguía siendo tan similar al de Chris?

—¿Q-qué fue eso…? —murmuré, sin poder apartar los ojos del fuego que aún ardía sobre las raíces calcinadas.




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