Lamia.
El aire a nuestro alrededor estaba cargado, pesado, cómo si supiera lo que estaba a punto de suceder. El silencio era absoluto, pues sólo se escuchaban nuestras respiraciones entrecortadas.
Me giré hacia Christopher después. Él ya estaba preparado, con sus manos brillando con un resplandor sereno, una luz de sanación que se expandía cómo un latido. Su poder, antes caótico, ahora era un océano en calma, listo para desbordarse en todas direcciones. Lo ví cerrar los ojos, y pude sentir cómo esa energía buscaba extenderse más allá de cualquier límite humano.
—Lo has perfeccionado de verdad… —le susurré, conmovida.
Él apenas asintió, con una sombra de dolor y determinación en su rostro.
Ethan se acercó, y, sin preguntar, tomó la mano de Chris y después me miró a mí, esperando que hiciera lo mismo. Lo entendí de inmediato. Lo tomé de la otra mano, y fue cómo cerrar un círculo de energía que vibró de manera casi insoportable. Lyon dió un paso al frente. Sus ojos ardían con esa intensidad y esa fuerza que siempre lo habían caracterizado. Se aferró a nosotros con ambas manos, completando el enlace. Sentí un impacto recorrer mi cuerpo, cómo un rayo divino que conectaba nuestras almas en un mismo pulso.
La energía se elevó de inmediato. Un zumbido llenó el aire, los Anónimos y los Oscuros alrededor nos miraban sin comprender del todo, y el suelo bajo nuestros pies comenzó a moverse...
—Escúchenme bien… —dije, con mi voz vibrando tanto por la fuerza del poder cómo por la emoción que ahora invadía a mis alborotados adentros—. Lo que vamos a desatar es redención. Serán hilos de olvido, hilos de amnesia… que recorrerán cada rincón del mundo. Olvidarán a los demonios. Olvidarán el caos. Olvidarán la guerra. Todo eso quedará borrado.
Christopher apretó los ojos con fuerza, dejando que su luz se expandiera aún más. Podía sentirlo… ese poder de sanación no era sólo físico, no sólo curaba heridas. Era capaz de reescribir memorias, de coser con hilos dorados las grietas más profundas del alma humana. Ethan y Lyon temblaban, pero resistían, porque eran el ancla que nos permitía mantenernos unidos, el canal que multiplicaba lo que Christopher y yo desbordábamos.
Yo, con Adela latiendo en mis venas, dirigía el flujo. Era cómo tejer un tapiz invisible: hilos blancos y dorados que se abrían paso en todas direcciones, preparándose para cubrirlo todo.
—Se intercambiarán esos recuerdos... —añadí, apenas escuchando mi propia voz sobre el rugido de la energía—. El mundo recordará otra catástrofe… algo humano, algo distinto. Y empezarán de cero. Tendrán otra oportunidad.
La luz comenzó a elevarse sobre nosotros cómo una columna viva, un pilar que atravesaba el cielo y que parecía querer tocar cada estrella. Sentí que la tierra misma se rendía a su paso.
Era el inicio del olvido...
El inicio del nuevo comienzo...
Ethan y Lyon se aferraban a nosotros, y podía sentir sus voluntades, su fuerza, uniéndose a la nuestra. Un lazo de luz surgió entre los cuatro, un hilo brillante que nos conectaba cómo si nuestras almas fueran un sólo cuerpo. Sentí un estremecimiento que recorrió todo mi ser: estábamos sincronizados, cada latido, cada respiración, cada impulso de energía… todo fluía en perfecta armonía.
Lucifer estaba ahí, observando. Su mirada no dejaba de medirnos, evaluando si realmente seríamos capaces de cumplir con nuestro cometido.
Esperando a ver si... Fallabamos.
—Concentrémonos —susurré, sintiendo cómo el poder de Adela me guiaba—. Lleguemos a todos… a los que tienen miedo, a los que viven en horror, a los violentos, a los caóticos. Que esta luz llegue a sus corazones y los calme. Que el pánico y el dolor se transformen en silencio, en reposo, en olvido.
Christopher asintió a mi lado, y su resplandor dorado comenzó a expandirse con más intensidad. Era un fuego que no quemaba, sino que acariciaba cada rincón oscuro que tocaba. Pude ver cómo de Ethan y Lyon también surgían reflejos de esa luz, pequeños pero poderosos, amplificando lo que nosotros ya estábamos desbordando.
Cada segundo que pasaba, sentía cómo la luz se hacía más fuerte, cómo los hilos de amnesia, de sanación, se extendían, buscando cada mente humana, cada rincón del planeta. El miedo, la guerra, el caos… todo estaba a punto de comenzar a ceder ante nuestra fuerza. Aun así..., no podía evitar sentir un hilo de duda: ¿sería suficiente? ¿Podríamos realmente tocar a todos, abarcar todo el mundo? Pero cuando miré a Christopher, cuando ví la determinación pura en sus ojos, la misma que sentía yo, sentí que no había margen para rendirse. No ahora. No después de todo lo que habíamos atravesado.
—Lo estamos logrando... Siento cómo cada hilo se conecta, cómo cada corazón empieza a calmarse. Vamos a lograrlo.
Asentí, y dejé que la luz de Adela y la mía se uniera a la de Christopher, a la de Ethan y Lyon, formando un sólo haz que parecía tocar el cielo mismo. La energía se expandía sin límites. Sentí cómo ella me atravesaba y me rodeaba por completo. Cada hilo de luz que emitíamos parecía tomar vida propia, buscando los rincones más oscuros del mundo.
La voz de Lucifer surgió después.
—Si quieren que esto funcione..., tendrán que llegar a su máximo. No habrá atajos. Sólo así podrán liberar a los humanos de la oscuridad...
Asentí, sintiendo un peso mayor sobre mis hombros, pero también un fuego que crecía en mi pecho. Cada célula de mi ser parecía vibrar con la fuerza de lo que estábamos haciendo.
—Está funcionando —le respondí, con voz firme—. Ve cómo… cómo se expande. Lo siento, llega a todos lados.
—Sí… lo está haciendo. No paren. No se rindan. Confío en ustedes.— fue Koran el que habló después.
Sentí que sus palabras eran un ancla, un refugio en medio del poder que estaba a punto de desbordarnos.
—Por favor… sigan ahí —le pedí, con un hilo de desesperación—. Proteje a los chicos, a Christopher. Mientras continuemos, necesitaremos que nos cubran.