Hermosa Sabiduría

Hermosa Sabiduría

Hermosa sabiduría

© María Rogosace

 

Año 2022. Colegio Montessori. Cartagena de Indias, Colombia.

Primer día de clases; niños felices estrenando uniformes, zapatos, mochila y útiles escolares. Sería euforia absoluta, para luego de dos semanas sufrir por la realidad con las “aburridas” asignaturas. Sin embargo, un niño es ignorante a la física del tiempo, y por ahora disfrutaban del olor de los cuadernos y de los libros académicos; colorearían con los lápices nuevos recién sacados del estuche y embarrarían sus zapatos en el patio de recreo a la hora del descanso.

Todo muy bien: niños y adolescentes en un curso superior al año anterior, presumiendo de las vacaciones de lujo que sus padres les obsequiaron por excelentes notas. Risas fingidas, halagos hipócritas, envidias bien camufladas, y escasas alegrías de lealtad.

En cambio, alguien deprimido deambulaba por los pasillos, arrastrando la mochila vieja y agujereada por el piso. La hediondez le orbitaba en una nube pestilente que, de vez en cuando, el radio de rotación se ampliaba y fluctuaba dependiendo el olfato ajeno, la brisa o el aire acondicionado del salón de clases. Un chico que no tenía amigos, y su apariencia espantaba hasta los docentes. Una panza prominente constreñida en un uniforme viejo y amarillento, con manchas de comida y en la zona de las axilas. Con acné que manchaba su cutis dejando la profundidad de las cicatrices. Tenía varias espinillas recién reventadas alrededor de los labios morados. Su mirada aterrorizaba, pero el chico era de lo más pacífico; no se metía con nadie. Cursaría nuevamente octavo grado, aunque ya debería estar en undécimo.

Llegó al mismo salón del año anterior abriendo la puerta del aula. Los nuevos compañeros parloteaban, pero al sentir la pestilencia en la estancia, guardaron silencio y buscaron el origen de la fetidez. Todos se quedaron viendo con asco a su nuevo compañero de clases.

Las niñas arrugaron la cara y se taparon la nariz. A otra jovencita se le fueron los ojos para atrás y se desmayó. Algunas exclamaron verborreas con sutileza, pero Nando las escuchó.

—¡Ush, asco! Nos toca con ese marrano —dijo Pedro. El chico más guapo del salón, alto, con buen físico por ser el mejor en clases de gimnasia y voleibol. De cabello corto, lacio y negro, rodeando un rostro varonil y a la vez juvenil, con ojos verdes.

A pesar de tener solo catorce años, Pedro ya tenía experiencia en la cama por haber dormido con varias chicas de noveno, décimo y undécimo grado. Aquello había subido sus ínfulas de superioridad, convirtiéndolo en un narcisista. Les había roto el corazón a docenas de compañeras, alegando que ellas no portaban la belleza que él demandaba para ser llamadas “Novias de Pedro”.

—Total —Santiago le dio la razón, el mejor amigo de Pedro. Era bajito, de aspecto delicado y enclenque, pero le faltaba un mes para ser cinturón negro en Karate—. Nos va a tocar con la “vaca apestosa” un año entero.

—¡Erda sí! —afirmó Pedro girando los ojos. Levantó un costado del labio superior, dejando ver un poco sus dientes parejos y blancos, en una mueca de disgusto—. Espero que este año también se lo tire para no verlo el próximo.

Santiago y Pedro se dieron palmadas en la espalda y rieron. Todo el salón reventó en carcajadas estrambóticas con la intención de humillar a Nando, pero el chico ya estaba acostumbrado. Alzó los hombros en signo de rendición con la mejor disposición, y se ubicó en un pupitre en la parte de atrás del aula. Se sentó y sacó de su mochila una revista vieja y rasgada de Nintendo de los años noventa. Se cubrió las orejas con unos audífonos de diadema y escuchó soundtracks de Metroid Prime a todo volumen. A Pedro le hirvió la sangre al ser ignorado, pero no podía reventar en cólera, ya que tenía una imagen que mantener limpia.

La mente de Nando viajaba en un mundo sideral, con despojos biológicos, especímenes infecciosos y letales, y una mujer con un exoesqueleto volviendo polvo cósmico a criaturas de naturaleza hostil. Se hallaba contemplando una batalla protagonizada por Samus Arán y el pirata espacial Riddle. La música tenebrosa era el mejor condimento psicológico para huir de sus dramas en casa, del maltrato de sus padres y hermanos mayores, de humillación física, psicológica y sexual. Si Pedro estuviera en la posición de Nando, el pobre ya se hubiera suicidado, pero Nando era fuerte, ya había creado una coraza mental, ya no dejaba que nada lo hiriera. Obviamente el chico estaba muy afectado, no le importaba estudiar ni su futuro, solo quería sobrevivir en paz con sus distractores que le burbujeaban la sangre de dicha.

Con los ojos cerrados y moviendo la cabeza de un lado a otro, pegó un brinco en la silla al sentir un suave tacto en su hombro. Espantado, abrió los ojos y vio a una mujer joven que le sonreía con calidez. Ella se tocó la oreja y Nando se retiró los audífonos, de inmediato los guardó en la mochila.

Los alumnos ya estaban ubicados en sus sillas.

La mujer asintió con la cabeza y se dirigió hacia el tablero. Tomó aire y les habló a los estudiantes:

—Hola, chicos, mi nombre es Verónica Sarmiento y seré su profesora de Castellano y Ética y Valores. —Los miró a todos con una sonrisa—. Me esmeraré en enseñarles adecuadamente las cátedras y forjaré sus caracteres y temperamentos.




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