Hermosa Sabiduría

Capítulo 1. Los niños malos

AÑO 2022. COLEGIO MONTESSORI CARTAGENA DE INDIAS, COLOMBIA

Como era el primer día de clases, había niños felices estrenando uniformes, zapatos, mochilas y útiles escolares. Por ahora era euforia absoluta, pero luego de dos semanas sufrirían por la realidad con las “aburridas” asignaturas; sin embargo, un niño es ignorante ante la física del tiempo, y por ahora disfrutaban del olor de los cuadernos y de los libros académicos. Para aumentar la dicha temporal, más tarde colorearían con los lápices nuevos recién sacados del estuche y embarrarían sus zapatos en el patio de juegos a la hora del recreo.

Los niños y adolescentes estaban en un curso superior al año anterior; presumían de las vacaciones de lujo que sus padres les habían obsequiado por excelentes notas. Se escuchaban risas fingidas, halagos hipócritas, envidias bien camufladas y pocas alegrías auténticas.

En cambio, alguien deprimido deambulaba por los pasillos, arrastrando la vieja mochila agujereada por el piso. La hediondez le orbitaba en una nube pestilente, la cual se ampliaba y fluctuaba por la brisa o el aire acondicionado de los salones. Él era un chico que no tenía amigos y su apariencia espantaba hasta a los docentes. Cargaba una panza prominente constreñida en un uniforme viejo y mugriento de color marrón, con manchas de comida y amarillo en la zona de las axilas. Su piel estaba llena de acné, la cual manchaba su cutis y le dejaba profundas cicatrices. Tenía varias espinillas recién reventadas alrededor de los labios morados. Su mirada atemorizaba, pero el chico no se metía con nadie. Cursaría nuevamente octavo grado, aunque ya debería estar en undécimo.

Nando, el chico deprimido, llegó al mismo salón del año anterior y abrió la puerta del aula. Los nuevos compañeros parloteaban, pero al sentir la pestilencia en la estancia, guardaron silencio y buscaron el origen de la fetidez. Todos se quedaron viendo con asco a su nuevo compañero de clases que estaba de pie en medio de la puerta. Las niñas arrugaron la cara y se taparon la nariz. A otra chica se le fueron los ojos para atrás y se desmayó. Algunas exclamaron sutiles verborreas, pero Nando las escuchó.

—¡Ush, qué asco! Nos toca con este marrano —dijo Pedro.

Pedro era el chico más guapo del salón. Era alto, con buen físico por ser el mejor en clases de gimnasia y voleibol. De cabello corto, lacio y negro, el cual rodeaba un rostro varonil y a la vez, juvenil. Los ojos de color verde llamaban la atención de las niñas, pues en el país no es frecuente ver ojos de color esmeralda.

A pesar de tener catorce años, Pedro ya tenía experiencia en la cama por haber dormido con varias chicas de noveno, décimo y undécimo grado. Esos encuentros subieron sus ínfulas de superioridad y lo convirtieron en un narcisista. Él le había roto el corazón a docenas de compañeras, alegando que ellas no portaban la belleza que él demandaba para ser llamadas “Novias de Pedro”.

—Total. —Santiago le dio la razón.

Aquel se trataba del mejor amigo de Pedro. Era bajito, de aspecto delicado y enclenque, pero le faltaba un mes para ser cinturón negro en Karate.

—Nos va a tocar —dijo Santiago— con la “vaca apestosa” un año entero.

—¡Erda, sí! —afirmó Pedro y giró los ojos. Levantó un costado del labio superior, en una mueca de disgusto—. Espero que este año también se lo tire para no verlo el próximo.

Santiago y Pedro se dieron palmadas en la espalda y rieron. Todo el salón reventó en carcajadas estrambóticas con la intensión de humillar a Nando, pero el chico ya estaba acostumbrado, así que alzó los hombros en son de rendición con la mejor disposición.

Nando se ubicó en un pupitre al fondo del aula, se sentó y sacó de su mochila una revista vieja y rasgada de Nintendo de los años noventa, se cubrió las orejas con unos audífonos de diadema y escuchó soundtracks de Metroid Prime a todo volumen. A Pedro le irritó ser ignorado, pero no podía reventar en cólera, pues tenía una imagen que cuidar.

La mente de Nando viajaba en un mundo sideral, con despojos biológicos, especímenes infecciosos y letales, y una mujer con un exoesqueleto volviendo polvo cósmico a criaturas de naturaleza hostil. Se hallaba contemplando una batalla protagonizada por Samus Arán y el pirata espacial, Riddle. La música tenebrosa era el mejor condimento psicológico para huir de sus dramas en casa, del maltrato de sus padres y hermanos mayores y de la humillación física, psicológica y sexual.

Si Pedro estuviera en la posición de Nando, ya se habría suicidado, pero Nando era fuerte. Él ya había creado una coraza mental, ya no dejaba que nada lo hiriera… Obviamente el chico estaba muy afectado, no le importaba estudiar ni su futuro, solo quería sobrevivir en paz con los únicos distractores que podían tranquilizarlo. Él no conocía más cosas que lo llenaran de felicidad y, por lo tanto, destruía su porvenir.

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Créditos

© María Paula Rodríguez Gómez

2022 primera edición

2024 segunda edición

Seudónimo: María Rogosace

Derechos de autor: MINISTERIO DEL INTERIORDIRECCIÓN NACIONAL DE DERECHO DE AUTOR




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