—Yo sé que no tengo estudiantes brutos. Todos somos genios. Así que piensen un poco y no tengan miedo a equivocarse. No hay ser vivo en el universo que nunca se haya equivocado. Todos aprendemos algo nuevo cada día.
Nadie dijo nada, pero alguien en el último pupitre alzó la mano tímidamente.
—¿Cuál es tu nombre? —dijo Verónica.
—Nando Paternina, profe —le tembló la voz, pero nadie se burló, puesto que la clase estaba estimulante y los alumnos no querían interrumpir, hasta Pedro la disfrutaba.
—Nando, dime todo lo que sepas —motivó la maestra.
El chico bajó la cabeza con nervios, pues no quería ser el centro de atención para más burlas.
—No tengas miedo, Nando; si te equivocas, les explicaré con detalle. Que nadie tenga miedo al ridículo; hasta los genios de la historia fueron objeto de burlas por ignorantes sin visión. El que inventó la bombilla tuvo que intentarlo miles de veces antes de que el foco se iluminara.
»Al que inventó el «televisor» se le burlaron en la cara. A Madame Curí, la mujer que descubrió el «radio», que es un elemento de la Tabla Periódica, por ser mujer, la humillaron hombres machistas, quienes le quisieron robar sus descubrimientos… pero ese tema es para la próxima clase. Estamos hablando de los errores y aprendizajes, ¡así que nadie se me cohíba en clase! El inteligente se concentra en aprender, el ignorante se burla de los inteligentes y sus objetivos.
La última idea que dijo la profesora se instauró en sus cerebros y corazones.
—Así que, Nando, respóndeme la pregunta que te hice: ¿Por qué seguimos generando gases nocivos que van a la atmósfera si podemos transformar los modos de producción?
Nando dijo con pecho en alto:
—Por el dinero, el dinero mueve montañas.
Los estudiantes se voltearon de sus sillas para ver al chico barrigón. La profesora sonrió y lo miró con ojos de excitación por el conocimiento.
—Continúa, Nando. Me gusta esa pasión.
El chico asintió con la cabeza y dijo con fortaleza:
—El dinero mueve el mundo; el dinero da estatus. El que tiene dinero se gana el respeto y todos quieren estar con ellos, aunque tengan que humillarse. Las mujeres jóvenes se meten con hombres viejos por su dinero. La gente vive acumulando riquezas pasando por encima de todos sin importarles sus sentimientos…
La profesora lo detuvo y le dio la razón con entusiasmo. Sus compañeros lo miraron y Verónica siguió explicando:
—Así es, muy cierto —dijo Verónica. Los estudiantes estaban vigorizados—. Crear fábricas con tecnología menos contaminante cuesta plata, muuuucha plata. Así es la «economía». Ahora vamos a la prehistoria para que entiendan la naturaleza animal y humana. ¿Están listos? —Los miró a todos.
—Sí, profe Verónica —dijeron los estudiantes.
—Perfecto, me encantan esas ganas de aprender; son mi vitamina y mi fuente de inspiración. Cuando el hombre estaba desnudo, sin techo ni comida, le tocó ingeniárselas para abrigarse en invierno, para crear armas para cazar animales, y para fabricar casas cuando no tenían la fortuna de encontrar cuevas sin animales habitándolas. Les tocó apropiarse de recursos, de allí viene el término: Economía de Apropiación. «Esto es mío, esto y lo otro también, y no te lo voy a dar porque me costó mucho conseguirlo, y aunque no lo esté usando, no te lo voy a prestar porque me lo vas a dañar». ¿Quiénes hablan así?
—Los niños, profesora Verónica —dijo Pedro.
—Muy bien, me gusta más que estés emocionado por aprender que por pelear.
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Créditos
© María Paula Rodríguez Gómez
2022 primera edición
2024 segunda edición
Seudónimo: María Rogosace
Derechos de autor: MINISTERIO DEL INTERIORDIRECCIÓN NACIONAL DE DERECHO DE AUTOR
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Editado: 27.08.2024