Todos los estudiantes negaron con la cabeza.
—Bueno, yo no soy economista y no sé explicarlo con números exactos, pero así va la cosa para entenderlo fácilmente: un país se empobrece con rapidez por la inflación. Hay que partirse el lomo para conseguir un peso para comer. Comprar casa es la vaina más difícil de lograr. Para estudiar en la universidad la mayoría debe endeudarse y muchos ni podrán acceder en su vida. La población crece y con ello la pobreza lo hace a la par. Los únicos beneficiados son los mismos que suben los precios.
»Miren a Venezuela: para comprar comida se necesita demasiada plata, vean allí la inflación. En Colombia no es tan grave la cosa, ustedes pueden comer chucherías con poco dinero, pero cuando yo era niña, podía comprar muchos más dulces. A mis doce años, un dólar era dos mil pesos colombianos. Hacer la conversión de moneda era fácil, porque solamente debíamos multiplicar por dos nuestro dinero para saber cuántos dólares teníamos en nuestros pesos. Pero ahora el dólar fluctúa entre los tres mil y cuatro mil quinientos pesos todos los días; dentro de poco subirá por encima de los cinco mil… Con ese dinero solamente podemos comprar una bolsa pequeña de arroz. Imagínense como deben estar los gringos.
Nando pidió la palabra. Verónica se acercó a su escritorio, bebió agua tibia de un vaso de cristal y le cedió el turno al chico con un gesto de su mano:
—Los gringos están en la pobreza absoluta, yo juego videojuegos y investigo…
—Para ahí —dijo la profesora haciendo stop con la mano.
Nando la miró, incrédulo.
—Estás usando mal el castellano.
—¿En qué, profesora?
—Tú dijiste: “Yo juego videojuegos «y» investigo”; muy mal uso del castellano. Tiene que ser: “Yo juego videojuegos «e» investigo. Cuando el verbo, luego de una conjunción copulativa empieza con la letra «i», no se puede poner “«y» investigo”, tiene que ser “«e» investigo”. ¿Quedó claro, campeón?
—Sí, profesora —dijo Nando.
—¿E investigas…? —continuó Verónica con la clase.
—Ah, sí, sí, profe —exclamó Nando y retomó su idea—. Yo juego videojuegos e investigo mucho de los antiguos y los modernos. Los juegos de hoy en día son demasiado costosos y a los pobres nos toca piratearlos y recurrir a cosas ilegales o robarlos.
—«Robo», muy bien —dijo Verónica dando una palmada. Sacó un marcador de la falda tubo de su uniforme, se dirigió hacia el tablero, dibujó un enorme signo de dólar y se giró hacia sus estudiantes.
—Me imagino que ya saben qué es esto.
Los chicos asintieron con la cabeza.
—Muy bien. Habíamos empezado hablando de la contaminación y de las fábricas. La verdad es que todo se mueve por el dinero; sin dinero no puedes comprar comida; sin dinero ninguna chica te va a parar bolas; sin dinero no te pueden atender en un hospital; sin dinero no tienes voz; sin dinero a nadie le importaría pasarte un carro por encima y no te llorarían, ni te harían un velorio digno, el que medio se podría compadecer abriría un hueco mal hecho en una carretera y te enterraría.
»Ven que el mundo está tan trastornado y distorsionado por la mera existencia del dinero, por la “primitiva”. —También hizo las comillas con los dedos de ambas manos— Economía de Apropiación. La naturaleza del hombre es una basura; la naturaleza del hombre provoca su propia extinción. Miren las bombas atómicas que los gringos liberaron en Hiroshima y Nagasaki. Miren esas estúpidas guerras civiles en los países. La gente con dinero que está en el poder crea sus guerras con el fundillo en una silla acolchada y les deja el trabajo sucio a sus “soldaditos de plomo”. La mayoría de esos pobres hombres dejan viudas a sus mujeres, huérfanos a sus hijos y con el corazón destrozado a sus madres… Todo por el dinero y el “poder” absurdo.
—Pero, profe, todo se mueve por el dinero —se excusó Alexis.
—Exacto —dijo Verónica—. ¿Sabes desde hace cuántos milenios el dinero ha existido?
Alexis negó con la cabeza.
—Mucho tiempo… El dinero existe desde antes del nacimiento de Jesucristo. Esa mentalidad de que sin el dinero no eres nadie, está tan metido en nuestro subconsciente, y, por más que queramos cambiar el mundo, es imposible hacerlo en una vida promedio. En setenta años no se verá ni un cambio, nada, ni siquiera un 0,00000000001%. Estás cosas no las enseñan en el colegio; a mí nadie me las enseñó. Estos aprendizajes los experimenté en carne, con daño psicológico, lágrimas, depresión, ansiedad, hasta casi me suicido al ver la cruda realidad que nos rodea…
Los muchachos la miraron con cara de horror ante esa revelación. Verónica prosiguió:
—Y la única forma de combatir esa asquerosa mentalidad de codicia y poder es con la educación, pero no de números, no de datos de historia que no te servirán de nada en el mundo real luego de graduarte. ¿Para qué carajos sirve saber en qué año llegó Cristóbal Colón a América en el trabajo?, ¿cultura general?, ¿para creerte el chacho que sabe más que los demás? ¡Basura, no sirve de nada! El creerte el más verraco solo genera envidias y resentimientos. A muchas personas las han asesinado por resaltar más que el jefe en su trabajo.
Verónica se tomó una pausa, fue a su escritorio y bebió del vaso de agua. Los estudiantes estaban expectantes a su enseñanza..
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Editado: 27.08.2024