Héroe Anónimo

IV

Llego al fin a casa, bueno es un pequeño deparmento, dónde estoy viviendo sola, Erick se ofrece a acompañarlas y bueno, sólo Ivett está en sus cinco sentidos para aceptarlo, ya que ambas viven en el mismo edificio, un poco más lejos de dónde yo vivo, me bajo del taxi y le pago por mi pasaje al taxista, les saludo al marcharse, le veo hasta que desaparecen y camino un poco más a la entrada de mi edificio; busco en mi pequeño bolso negro, las llaves de mi departamento y tardo unos minutos pero la puerta se abre, un chico un poco más alto que yo sale y me mira, yo le miro, luce muy joven con esa playera gris con unos jeans azules rasgados de mezclilla, de ondulado cabello, sus ojos brillan y es por la luz de la lampara de la calle que le da de frente.

—¿Va ha entrar?—Me dice sin haber soltado la puerta.

—Sí, por favor—le respondo de manera rápida, y sin sacar la mano del bolso—gracias.

—No hay de qué.

Entro y él la suelta, a la vez que me vuelvo pero la puerta ya está completamente cerrada, aún con la mano en el bolso y sin la necesidad de buscar las llaves ya estan en mi mano, las saco y niego con la cabeza, me encamino a mi departamento queriendo subir por el ascensor pero hay un letrero amarillo con letras rojas que dice: “no usar, ascensor descompuesto”, eso me pone de malas pero le haré caso, subo por las escaleras malgastando la poco energia que me queda y eso que solo vivo en el piso tres, llego a la puerta y quitandole el seguro entro, coloco mis llaves y a un costado pongo el bolso en un colgante que hice con un tenedor que ya no usaba pero rápidamente me quito los zapatos y los arrojo, me quito el saco y me desabrocho la falda sin quitarmela. Llego hasta la nevera y saco una jarra de jugo, me sirvo un vaso y me refresca un poco el estómago.

—Hoy fue igual que ayer.—Me digo a mi misma y tomo otro sorbo—igual.

 

Suena la alarma, me remuevo entre las sabanas y la ignoro. Quién sabe cuánto tiempo transcurre, cuando vuelve a sonar y la miro…

—¡Santos cielos! 6:55 am—me quito la sabana y doy un salto fuera de la cama—llegaré tardísimo, dios ni tiempo tengo para darme un baño…—corro como loca y me doy un golpe en el dedo menique del pie—¡carajo! ¡maldición!—grito como una tetera hirviente.

 

Me pongo lo primero que veo del closet, mientras me regaño a mi misma por no dejar la ropa ya lista desde el día anterior pero la costumbre, la costumbre; medio me peino y me pongo los zapatos, me cepillo los dientes, tomo mi bolso  y salgo pero no cierro la puerta.

 

—Mujer las llaves—vuelvo de nuevo y tomo las llaves—mi jugo… ¡ay! Olvidalo—cierro la puerta.

 

Llego al ascensor y es allí cuando recuerdo que no funciona, maldigo sin chistear, corro hacia las escaleras y bajo lo más rapido que puedo, no dudando de que en cualquier momento me puedo romper la madre con los zapatos de tacón. Llego hasta la entrada y abro la puerta, me detengo de golpe al darme un fuerte golpe en la frente, que me deja aturdida por un momento.

 

—Debe de tener cuidado…

—Disculpe señor—le respondo sin verle la cara y me froto la frente—disculpe, permiso.




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