Héroe Anónimo

XXIII

—¡Oh rayos!, ya es muy tarde.

—Sí, tienes razón—revisa su reloj de pulsera.

—Llamaré un taxi—Alan se levanta—oye nueva, ¿en qué dirección vives?

—Del lado oeste.

—Ivett, Lulú y yo vivimos por allí—bebe un poco—te iras con nosotros—saca su móvil y le veo teclear—Erick, tu vives del lado norte y Dialnet, tú…

—Lo sé—lo detengo—no te preocupes, también tomaré un taxi…

—No lo veo necesario.

—¡¿Ah?!

Pronuncio eso último muy confundida y a la vez muy asombrada pero él solo bebe un poco más, todos le vemos espectantes. Veo a Alan y él me mira serio y uego se le dibuja una sonrisa de oreja a oreja; la chica rubia también me mira pero a difrencia de Alan, su mirada es como una daga.

—Oye, oye, oye—pronuncia Lulú—¿a qué te refieres con eso?

—Me refiero a que García, no tiene por qué pedir un taxi—me mira, trago saliba de manera dificultosa—ella y yo vivimos…

—¡¿Qué?!—grito alarmada—¡callate!, no hables…

—¿Viven?—a Ivett se le dibujan unas arruguitas en la nariz por la expresión—¡¿Viven juntos?!

—¡Noooo!

—¡Imposible!

—¿Qué? ¡No!—detengo todos eso comentarios que me llegan de golpe—no, no, no, no—zapateo conforme pronuncio “no”—jamás, no, nel, ¡nunca!… por ahí no vamos… él… él…—le apunto con mi dedo índice—… vive junto a mi…

—Te ves tan linda—comenta Alan—cuando haces eso…—la risa le impide términar la oración.

—Siempre das amplias explicaciones—concluye Erick y también ríe.

 Todos rien a ecepción de “mi vecino”, y yo toda roja como un tomate, lo sé, lo sé, siempre doy explicaciones muy, muy amplias y esté caso no es la ecepción. Agacho la mirada y ellos continuan riendose de mi, en estos momentos deseo que la tierra me trague.

<<Dios… ¡Que vergüenza! No tenía que pasarme esto, ¡no hoy!>>

Al fin de cuentas me término yendo con él, admito que tiene un bonito auto plateado. Los chicos tomaron loss taxis a ecepción de Erick, “mi vecino” se ofreció a llevarlo, él no se negó, así que podría ahorrar un poco y eso es bueno; a mí me obliga, literalmente a ir junto a él, como copiloto. Me sentí algo incomoda pero ahora que estamos los dos solos me siento… aún más.

—Te juro que iba a decir—comenta a la vez que le veo jirar lentamente el volante—que vivimos cerca…

—¿Qué?—le digo sorprendida—eso deviste aclararlo…—me llevo las manos al rostro—…dios... morí.

—Que drámatica eres.

 




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