Héroe Anónimo

XXXII

Es lo único que comenta y enciende el motor, el auto empieza a avanzar y yo no hago más que tragar aire a bocanadas, me ha ofendido el que no me haya respondido con coherencia la pregunta  pero no me lo tomo como algo personal, solo aparto la mirada y veo hacia fuera, me distraigo viendo los demás autos pasar a media velocidad.

Cuando tomamos el ascensor para subir al departamento de Markenting, nos encontramos con la grata sorpresa de que está muy lleno, creo que el día de hoy madrugamos todos o quién sabe qué pasa realmente, él pasa primero y aprovecho eso, le utilizó como un escudo para tomar espacio entre la multitud, su altura es formidable y muy ventajosa, nadie le hace frente.

<<No creo que sea mexicano, es demasiado alto… ¿de dónde procedes Noa?>>

Una de las empleadas junto a mi no deja  de verlo, más bien pareciera como si estuviera embrujada por su presencia, solo falta que empiece a babear como lo estuve yo la primera vez que me atreví a verlo de frente, figurativamente hablando; no pudiendo evitar la risa la suelto y todos me quedan viendo hasta él.

<<Esto es vergonzoso, muy vergonzoso, caray ¿Qué estás haciendo Diam?>>

Disimulo como puedo y veo hacia otro lado pero dónde quiera hay ojos observando me y eso es terrible.

<<Abre tus puertas, ¡ya!>>

Una vez en el departamento, solo doy los buenos días y corro directamente a la oficina deseando que la tierra me trague, y eso es lo que realmente quiero. Además de que mis compañeros me ven raro al pasar junto a ellos, y luego alcanzó a verlos antes de cerrar la puerta como me observando y luego entre sí.

—Que nadie me moleste—comento y cierro la puerta—¿Qué haces?¿qué haces? Estas loca Diam, ¡estas reloca!

Por un buen rato nadie se asoma a la oficina y doy gracias infinitas por ello, lo difícil es cuando el mismo Noa entra con una de esas expresiones serias que tiene, no me dice nada y yo tampoco, nadie del department sabe que nos hemos estado yendo juntos desde hace varios días y eso es bueno, digo, es bueno en el sentido de que no se levantan malas habladurías como dicen por dónde vivo.

Son cerca de las seis de la tarde, aún faltan tres horas más para terminar las horas de trabajo, pero esto es tan torturante, demasiado torturante.  




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