—Dialnet, hola.
—Hola, pasa—ella entra y camina hacia mi pero se detiene al estar frente al escritorio—¿Qué pasa, Lulú?
—¡Ay!—suelta con un aire hiriente—amiga, te extraño.
Se a que se está refiriendo pero no podemos hacer nada, y a decir verdad, ni comemos juntas como antes.
—Lulú, te comprendo, pero no sé qué hacer para solucionar eso.
—Eres la jefa, podrías dar uns minutos más para salir antes y volver tarde después del desayuno y la comida…
—Lulú—pronunció y ella se detiene, deja de hablar—no puedo aprovecharme de mi puesto, eso no sería bueno y menos ahora, sabes que en unos días más estaremos presentando todo.
—Lo sé, lo sé—se acerca aún más y en un acto de nostalgia nos damos un gran abrazo—es que te extraño mucho, mucho.
—Las declaraciones están prohibidas.
Ambas nos apartamos y veo a Noa, de nuevo en la puerta. Con esa expresión, no sería, sino más bien de chico curioso. Curioso por saber más de lo que ya sabía, pero solo dios sabrá en que rayos estaba él pensando en ese momento.
—Bueno, te dejo hablamos luego, no, mejor te mando un mensaje—pasa junto a Noa y le ve con mirada acosadora, creó que hasta ella se dio cuenta de sus pensamientos—nos vemos.
—Claro que sí—respondo cuando ella sale de la oficina—¿a qué te refieres con “declaraciones”?
—¿Eres lesbiana?
<<¡¿QUÉ?!>>
—¿Estás bromeando?
—No.
—Voy a ignorar tu pregunta, haré de cuenta que nunca escuche eso, jamás…
—¿Te molesto que te haya preguntado eso?
—¿Molestarme? No, para nada.
<<Tengo ganas de ahorcarte, que es muy diferente>>
—Bien, si tú lo dices, por cierto, ¿ya escribiste tu discurso?
—¿Hm?—levantó ambas cejas y me asalta la culpa—no… no he hecho nada.
—Pues empieza, tengo que revisarlo…
—¡Oye! ¿realmente quién es el jefe de quién? Siempre me dices que hacer…
—Si no lo haces, te seguiré diciendo que hacer, hazlo.