—¿Puedo saber qué haces en el piso?
—¿Ah?—me vuelvo—¿Noa?—veo la puerta cerrada—¿Cómo entraste aquí?
—Usando las llaves—la levanta frente a mi y la tintinea—pero no has respondido a mi pregunta.
—Lo siento, Noa, estoy escribiendo…—dejo de verlo
—Hmp, ya veo, pero pudiste hacerlo en el escritorio.
—Lo sé, pero es incómodo, estar en una posición… “normal”.
—“¿Normal?”
—Noa, no me preguntes, me desconcentras.
—¿Te desconcentro?—me pregunta al oído, y me estremezco.
—¡No hagas eso!
—No te sonrojes, García.
Suelto un bufido y le ignoró, continuo con lo mio pero es extremadamente incómodo que él esté en la mismo lugar que yo a puertas cerradas, le veo caminar de un lado a otro; me quitó los zapatos y me quedo solo con las medias, aunque estoy acostumbrada a estar con faldas y en el piso haciendo esto, hoy me perturba porque Noa está aquí.
—¿Ya terminaste?
—No.
—Mm.
Siete letras no bastan para expresar la gratitud pero “gracias”, gracias a todos aquellos que me extendieron la mano y me brindaron su apoyo incondicional, gracias a esos amigos que se volvieron complices, gracias por confiar en mi, gracias por estar conmigo.
Y sobre todo, muchas gracias a la empresa LÖWE, por dejarme ser parte de ésta gran familia.
LÖWE
EL SUEÑO DE LA INFANCIA.
—¡Listo!
—Al fin.
—¡Oye!—me pongo de pie.
—¿Qué?
—Hago el esfuerzo por hacer esto…
—El esfuerzo, sí pero no “el mejor” esfuerzo—me corta y toma mi escrito, no logro evitarlo—interesante…
—No te burles.
—No lo hago—me devuelve la hoja y le veo caminar hacia la puerta—solo iba a decir que es el discurso más incoherente pero el más tierno que he leído—abre la puerta—solo que no me dejaste terminar—dice y cierra la puerta tras de sí.
Me quedo sola en la oficina a puertas cerradas, toda confundida, de pie sosteniendo la hoja.
—¿Acaba de hacerme un cumplido?—mis mejillas queman—¡oh dios!—me ruborizo tanto que cubro mi rostro con ambas manos y niego con la cabeza al mismo tiempo.