Héroe Anónimo

XL

—Ah—me siento—puedes tomar la leche que necesites y volverla a dejar donde estaba, gracias.

—¿Oh?—se queda quieto, observandome mientras desayuno—¿he hecho algo malo?

—No.

—Tu expresión cambio—comenta—luces… enojada.

—No estoy enojada, solo que, deseo desayunar y luego poder terminar el discurso, siento que está inconcluso y para colmo… me da miedo el hablar en público.

—Bueno, con respecto al dichoso “discurso” pues eso sabrás tú lo que mejor va y con lo otro creo que puedo ayudarte—levantó la mirada, él me observa—tengo un conocido que es un experto en eso—dice de forma animada—puedo pedirle que nos ayude—concluye.

—Lo dices, ¿en serio?

—Por supuesto, él es un orador internacional—dejó a medio camino el tenedor de mi boca—¿no crees que sepa como hablar con el público?  

Me quedo completamente atónita con lo que él acaba de decirme, aunque no me dijo el nombre de su amigo, ya es mucho que me ofrezca su ayuda, y estoy más que agradecida.

Hago todo lo posible para limpiar el departamento, busco mi discurso que ni recuerdo exactamente dónde lo he dejado, voy de aquí a allá, y me cruzo con la dichosa caja que le pedí  a Noa que trajera para mí, lo abro y veo algunas cosas que me dejan asombradisima. Varios dibujos a mano, son logos increíbles.

—¿Quién será el talentoso dueño de estos dibujos?

Sigo buscando y hay diferentes notas, frases y palabras incoherentes pero allí está la que usaron en el diseño actual, tiene unas iniciales.

<<N. D.>> 

—¿Quién será?—por alguna extraña razón lo oprimo contra mi pecho y las lágrimas brotan—gerente Cervantes, ¿usted conocerá al genio?

Casi dos hora después de haber revisado por completo la caja, me encuentro hasta abajo de todos los papeles una foto de dos niños abrazados, sonrientes a la cámara, se puede distinguir la diferencia de edades debido al tamaño de ambos, me llena de nostalgia que jamás había sentido en mi vida, detrás de ellos hay una linda casa tipo de campo, de ventanas grandes y cortinas celestes con blanco como imitando las nubes en el cielo. Dejo la caja en mi habitación, la foto lo pongo sobre la cama y cierro la puerta, tocan el timbre. Me acerco a la puerta principal y la abro, es Gary, me sonríe.  

—¿Puedo pasar?

—Sí, claro. Adelante—me hago a un lado y sin demora cierro la puerta.

—Mi hermano no ha vuelto—me comenta pero yo ruedo los ojos—¿Qué?

—Nada—coloco mis manos en mis bolsillos delanteros de los jeans—¿Por qué lo preguntas? 

—Acabas de “rodar lo ojos”—se rasca la cabeza—¿así le dicen?—se pregunta a si mismo—bueno, parece que te ha molestado lo que te he dicho.

—¿Te refieres a lo de tu hermano?—él asienta la cabeza—no, no es nada de eso, solo estaba pensando—miento. Extiendo la mano y señalo el pequeño sofá—sientate por favor.

—Gracias. 




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