Héroe Anónimo

LI

Le dije a las chicas que podían quedarse y darse una ducha pero prefirieron volver a sus casas, tenían que hacer varias cosas antes del evento, me sentí desolada pero ellas se habían quedado hasta medio día, y conociendo a las mujeres nos tardaríamos años en arreglarnos.

               Salgo al corredor para verles tomar el ascensor, las puertas se cierran y queda un absoluto silencio, rodeó mi cuerpo con mis brazos, como dándome un abrazo a mi misma, más bien, es eso lo que hago. Me adentro a mi departamento cerrando la puerta trás de mí.

Ni siquiera había dado ni dos pasos hacia la sala cuando sonó el timbre, un a sola vez, me giró y abro la puerta, no hay nadie, solo una caja blanca de cartón pero al acercarme note en la tapa un nombre que me hizo dar un brinco atrás.

—¿Es esto real?

<<Calvin Klein>>  

Lo levanto y veo a todos lados, no hay nadie, como anteriormente dije, me preocupo por el hecho de que alguien lo haya dejado por equivocación en mi puerta, levantó la tapa y hay una pequeña nota escrito a puño y letra:

“Espero sean de tu talla.”

Observó el papel blanco y tiene por todos lados Calvin Klein, la luz le hace resaltar un poco, lo levanto y me quedo boquiabierta; unas hermosas  sandalias brillantes con tacón alto en cuero en tonos plateados con cierre y correa en el tobillo, con hebilla lateral, tiene una correa más al nivel de los dedos con diminutos diamantes que lo adornan, una plantilla con el logo del diseñador  y detalles de purpurina. 

Me quedo atónita, jamás creí que vería una caja de zapatos de Calvin Klein tan cerca y menos en mis manos.

Sonrío y solo se me cruza por la mente el nombre de alguien que podría dar me este obsequio pero también tengo muy en claro que no ha sido nada barato, quizá lo use hoy en la noche pero eso no quiere decir que me los quede o ¿si? 

Dejo la caja de zapatos sobre la mesa de la sala y me voy a mi habitación, busco la prenda de la boutique D´Karla, y con todo y bolsa la llevó a la sala colocándola junto a la caja, me siento frente a ellas y las observo por quién sabe cuánto tiempo. Jamás había creído que pudiera llegar a lucir cosas caras y lindas, es toda una locura, una locura maravillosa.

Veo el reloj de mi mesita de junto, las chicas se fueron a medio día, eso me dice que tengo unas cuatro horas para arreglarme. Así que tomo el discurso y lo repaso, repaso, repaso y repaso mientras observo la prenda y los zapatos. Me muevo de un lugar a otro para evitar los nervios, inhalo y exhalo adecuadamente, hago pausas para tomar agua. Siguiendo el consejo de Gary, es la mejor forma de evitar tartamudear o trabarse con las palabras.  

Son cerca de las cuatro, las horas me son eternas pero tocan a mi puerta y una voz muy conocida, me hace tomar la prenda y zapatos con rapidez y corro a mi habitación, los escondo en el armario y regresó para abrir la puerta.

—Creímos que habías salido o algo.

—Tardaste mucho en abrir—comenta Lulú.

—Y yo creí que ustedes se irían a casa, ya que tenían muchas cosas que hacer.

—Sí y no—agrega Ivette—regresamos con una misión.

—¿Qué misión?—me aparto de ellas instintivamente.

—Dejarte guapa—concluye Lulú y enarca una ceja, ambas entran peor que un remolino.

Me obligan a darme una ducha sabiendo que tengo tiempo pero me dicen que el peinado y el maquillaje llevará mucho tiempo y entre más rápido me de la dichosa ducha, mucho mejor. 

 

 

 




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