Héroe Anónimo

LXII

—¿Lista?

—Sí.

Le sonrío y me dejo guiar, ambos estamos solos, listos para volver a casa, bueno eso era antes, nos adentramos al ascensor, todos los demás ya se han ido, está noche Noa me ha invitado a cenar, en un pequeño restaurante chino, es como un ritual el de venir cuando se está de buenas. Veo las calles a través de la ventana, el semáforo pinta en rojo, veo cruzar a unas cuantas personas al otro lado de la calle.

—¿Qué se te apetece cenar? 

—Mm—coloco mi dedo en mi barbilla mientras pienso—no estoy segura—sonrío y él hace lo mismo—¿Que se antoja a ti?  

La música de Cher con Believe es tan plácida y energética, que el que él conduzca se ha vuelto un placer, la luz cambia y prosigue al destino, espero su respuesta y me muerdo el labio inferior, Gary desde hace dos días que se fue, una semana después de la presentación; me invito un café y fuimos a una pequeña cafetería, me la pase muy bien con él pero fue una lástima que se tuviera que ir, pero ni siquiera le pedí su número.

—A mi se me antoja otra cosa.

—¿Qué cosa?—abro los ojos exageradamente por su respuesta.

—Me gustaría comer… dulces.  

—¿Dulces?—asienta levemente con la cabeza—bueno, conozco un lugar que vende dulces, ¿Cómo los quieres? ¿Fabricados o tradicionales?

—Siempre son fabricados, tradicionales pues es muy raro, tradicionales.

—Quizá te invite algún día.

Llegamos al pequeño restaurante, el lugar de los cómplices, las puertas de madera con grandes ventanales que dejan ver a su interior, me dan la sensación de que estamos a la vista de todos los transeúntes pero me gusta  eso una vez dentro.

               Noa se detiene y yo también, justo a la entrada del restaurante chino, le veo sacar su  móvil, que no deja de sonar, me mira y solo asiento, empieza a conversar con alguien a quién le termina diciendo algunas cosas que no comprendo. Hasta que le escuchó decir: “Arschloch”.

—¿Ars…chloch?—susurro y recuerdo algo que me dijo Gary en esa cafetería.

*—¿Me estás diciendo que suele insultar a las personas?

—Solo cuando se los merece, sí, aunque si él insultara creo que ni te darías cuenta.

—¿Me estás insultando el intelecto?—me inclino hacia el frente, dejando escasos centímetros entre los dos—obvio me daría cuenta. Está insultando y esa lista de palabrotas me la sé.

—Querida Dialnet, él no insulta en español. 

—¡¿Qué?!

—Lo hace en su idioma preferido…

—¿Cuál?

—Que curiosa—me sonríe—en  alemán.

—¿Ah?—bebo un poco de mi café—¿en serio?

—Sí—le dá de sorbos a su capuchino—tiene una “palabrota especial”.

—¿Cuál? ¡Quiero saber!

—Vale, te creo—se rasca la barbilla, la barba se le empieza a notar, quizá es el típico chico que no le gusta tenerla, pero creo que se vería mejor si se la deja—A.R.S.C.H.L.O.C

—¿Arschloc?—asienta la cabeza—¿Qué significa?

—Mm, seré directo—suspira—.Hijo de puta.*




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