Han pasado tres días desde esa vez que él y yo charlamos sin miedos, sin pena, sin vergüenza o sin mentir; me sentí tan cómoda con Noa que hasta olvide que suele ser muy petulante e indiferente. Olvido por instantes su verdadera personalidad o ¿será puro cuento?
—¿Qué ocultas, Noa Garay?—observó el bolígrafo en mi mano por unos instantes—¿Qué ocultas?
Miro al techo de mi oficina, todo está demasiado tranquilo y silencioso. Debería quizá preocuparme, o quizá no.
Abro uno de las gavetas del escritorio y sacó la pequeña caja de cartón, de forro celeste y moño rosa pálido, le quito la tapa y allí está el pequeño oso de peluche, en tono marrón y con una pequeña bufanda celeste al cuello, no tiene ningún corazón como normalmente tienen pero si tiene algo más, tiene la frase que tanto me gusta: “El sueño de la infancia”, está bordado sobre algo que se asemeja a un cartel, sostenido por las diminutas manos del oso, no sé cómo rayos lo ha logrado conseguir. Sacó la tarjeta y la leo mentalmente.
Hola
Lamento mucho no haberte dado algo siendo día de San Valentín pero no tenía cabeza en ese entonces, estaba tan entretenido con todo lo del evento de tu presentación, que olvide prácticamente que se celebraba.
Espero te guste.
Noa.
Obvio que me encanto, justo al día siguiente lo encontré en mi puerta del departamento, muy de mañana, estaba muy sorprendida pero lo estuve aún más cuando leí la nota.
Este pequeño detalle me ha encantado más que cualquier otra cosa, me habría gustado darle algo pero no conozco sus gustos realmente, así que eso me hace pensar.
—¿Tan predecible soy como para obsequiarme un oso de peluche?
Mi móvil suena, y antes de que se escuche completamente el tono de llamada, lo tomó y sin ver la pantalla, contestó.
—Creí que no me responderías, eso fue rápido.
—¿Disculpa?
—Oye Dialnet, quiero que nos veamos, esa charla—pronuncia eso último con cierto desaire— no estuvo muy bien de mi parte, disculpa. Apartó un poco el móvil de mí y miró a la pantalla, es un número que no tengo registrado, eso me confunde un poco, —quién charló conmigo y ahora se disculpa de esa forma y aparte me quiere ver… ¿de nuevo?—escucho que dice que tiene varias cosas que aclarar, aunque ya hayan pasado varios años y está bien si rechazó su invitación de salir y comer un helado; caigo en la cuenta de que sé quién rayos me está hablando.