—Oh vaya—río—eso ya me lo esperaba—le veo pero ella tiene una enorme sonrisa tanto que puedo ver sus incisivos blancos como el marfil—diré el nombre así que agarrense de sus asientos queridos compañeros porque sé que esto jamás lo pensaron—tomó un trago de mi cerveza, el sabor me acompaña de manera flamante en mi lengua—Roberto Fernández.
—¿Quién?—escuchó a Alan pero vuelvo a tomar otro trago y ese si siento que me quema.
Se quedan boquiabiertos, en silencio, taciturnos y… ajá, Noa me mira muy serio, sus facciones están muy tensas.
Erick se toma un trago a fondo y Alan mueve su cabeza lentamente con negación, yo les sonrío y empiezan las preguntas: ¿Cuándo?, ¿Cómo?, ¿Qué?, ¿Dónde? Y ¿Por qué? Respondo a sus preguntas y les vuelvo a sonreír.
—Espera guapa, haber si capte bien, ¿te gusta Roberto Fernández, ese tipo de…?
—¿KarlosKids?—concluye Lulú—¿Cómo es eso posible?
—Chicos, creo que se están haciendo ideas muy locas.
—Explicate, ¿Cómo está eso?—inquiere Erick.
—Verán, Roberto fue mi novio, durante un tiempo.
—¿Cómo que fue?—Lithi esta que no se la cree, pero ni modo, quiso ponerme entre la espada y la pared y… ¡Bang!—¿ya no lo son?
—Por supuesto que ya no, como dije fue hace un tiempo, uno muy, muy lejano.
—Pero yo te pregunte de ahora…
—No, tú preguntaste: “Menciona el nombre de la persona de quién te has enamorado”, más bien, eso no fue pregunta Lithi—sonrío y ella capta, sé ha dado cuenta de que no caí en ese juego absurdo—estaba enamorada de él pero las cosas no funcionaron.
—Pregunta sería guapa, ¿es por eso que querías estas en KarlosKids?—se muerde el labio inferior—siento mucho si me estoy metiendo en donde no debo…
—Si y no—lo miró y le sonrío, él se relaja—quería estar en KarlosKids porque me parecía bueno y no, porque alguien me ha dicho que no hay hermandad, esto que nosotros tenemos, compañeros, no lo hay.
Estoy en el ascensor con Noa, está muy serio y siento que él tiene una dura y terrible batalla en su interior, no entiendo por qué solo me hizo una seña con los dedos cuando salimos de aquel bar para que me trajera a casa pero la verdad es que estuvimos en todo el trayecto en silencio, ni siquiera una canción, nada, fueron los minutos más sofocantes de todos, no me mira y eso me molesta pero me pone más triste de lo que quisiera, no sé qué hacer.
—Noa…
—Buenas noches—dice al pasar junto a mí.
Las puertas ya están abiertas, le veo caminar por le pasillo hasta su departamento, una sensación horrible se cuela en mi corazón.